lunes, 21 de junio de 2010

Ella

Por Gabriela Camacho

Ella es rara, muy rara.

Le gusta mirar la luna al revés y colecciona objetos perdidos. Los más raros que tiene son un flamenco rosa que se convierte en paraguas y un cuadro de naturaleza muerta con un marco en colores vivos. Todos los lunes come en Friday’s y todos los domingos deja de comer. Organiza la ropa de su armario por colores, a pesar de vestirse de un solo color. Llora con las películas de acción y se ríe con las de terror.

Tiene un gato llamado conejo y lo saca a pasear con una cuerda de saltar. Le compra de juguete un celular, y se compra para ella un ratón particular. Su nombre es normal, casi como ella, ¿Verdad? Respirar, Cervical, ¡Espiral! Se llama Espiral. Su salón está en su cuarto, y su baño en la cocina. Me pregunto si querrán saber qué cocina; para los más curiosos, nada en especial. Solo tortillas de tomate y ensalada de alfajores, con el postre que nunca falta, que es el revuelto de flores. Casi parece un poema, un poema de mil horrores, vida rara la de esta chica y sus alrededores.

Espiral tiene sólo tres amigos, que son Círculo, Rombo y Pirámide, mas de ellos no hablaré. Va a la escuela y aprende sobre todo, geografía, música, pintura y matemáticas. Le fascinan los números que ve en literatura y las artes que descubre en la clase de deportes. Cuando se asoma a la ventana ve ladrillos nada más, pero cuando se acerca y mira dentro de un vaso, hermosos paisajes la suelen asombrar. Qué divertida me parece, pero debo despedirme ya. Se acaba mi tinta azul, y la roja que ella me ofrece no tengo ganas de usar.

Como ven, así es todo. Ella es mi amiga Espiral. Sí que es rara, muy rara...

jueves, 17 de junio de 2010

Mariana

Por Andrea Gómez

Siempre se me ha hecho fácil, a la hora de escribir, crear los personajes. Ellos son quienes a lo largo de la historia me narran al oído sus acciones. Me cuentan cómo son, qué hicieron y por qué. También me describen el lugar y son ellos quienes deciden su destino.

El personaje de esta historia también se creó solo, su problema es que es mitómana. Ella se llama Mariana y comenzó contandome que fue secuestrada cuando tenía quince años por el caballero oscuro y que en menos de dos días el caballero de la luz la había rescatado y regresado a su castillo. Pasaron tres años y el caballero de la luz, quien se hacía llamar para ese momento Jack, le pidió matrimonio, Mariana aceptó. Se casaron en una caverna oscura, su traje de novia estaba hecho con partes de piel de mamut y Jack caminaba por el altar desnudo.

Para su luna de miel fueron a Atenas, pasearon por el ágora y hasta se encontraron con Sócrates quien les preguntó una serie de cosas bastantes extrañas. Conocieron el Partenon y comieron el mejor rissotto del mundo.

Ya entenderán por qué se me hace tan difícil escribir una historia sobre Mariana Y Jack. Ella simplemente habla y cada cosa que me cuenta es más absurda que la otra.
Jack le pidió a Mariana que se fueran a vivir a una comuna que quedaba en las afueras de NYC. En ese momento Estados Unidos estaba en plena guerra con Vietnam y había un grupo de jóvenes que se hacian llamar hippies. Mariana no recuerda nada de esa etapa de su vida. “Dicen que si recuerdas los 60 es porque nunca estuviste ahí”, y se reía.

-No me gusta esta historia, Mariana, te voy a ser sincera. Voy a borrar toda tu historia.
Oí un grito muy agudo en mi cabeza y abrí los ojos.
-Está bien, Mariana, nuestro único modo de comunicación es esta hoja, no vuelvas a tratar de romperme los oídos.
-Está bien, perdon.
-Lo siento, pero tu historia no tiene sentido, no es ni buena y esto va a ir a un blog donde todos mis amigos lo puedan leer. Van a creer que estoy loca, lo siento, Mariana, pero tu historia es absurda.
-Antes de que hagas algo te puedo explicar que no es mi culpa. Nunca me creaste un contexto ni un espacio-tiempo. Mi historia puede ir hacia donde me dé la gana, esto es tu culpa y no mía. Mientras me creabas dijiste que yo podia inventar mi propio destino y no me pusiste límites. Yo viajo a través del tiempo y nadie puede afirmar lo contrario, total, vivo en tu cabeza.
-O sea que hay que delimitar el espacio y año de tu personaje para que no ande paseando por las épocas… no se me había ocurrido. Bueno esa es tu historia, Mariana, espero que la pases bien en la tierra prometida. Por otro lado, en el mundo real, litrómano, debes litimar a tu personaje. Ponle una epoca, un año, un día, si quieres también una hora. No dejes que se escape y cuéntanos un pedazo de la historia a traves de él.

lunes, 14 de junio de 2010

Yo Soy El Escritor


Yo soy el escritor.

Construyo gente falsa para que sea querida, odiada, despreciada, amada y amigas de gente real. Observo a la vida a mi alrededor, cómo suenan las cosas, cómo se mueve la gente, cómo se habla, cómo se piensa, cómo se actúa, porque eso me permitirá retratar mejor al mundo real en mis historias. Antes, escribía historias de terror. Ahora escribo de lo que sea. La literatura da para todo. Es la mentira que nos permite llegar a la verdad.


La gente me pregunta por qué paso tanto tiempo escribiendo. Por qué no me puedo levantar para ir a comer. Por qué tengo tiempo para escribir y no para otras cosas, “más importantes”. A dónde pienso que voy a llegar con esto. Los escritores mueren pobres. No eres drogadicto, homosexual ni delincuente, ¿de qué vas a escribir?


Asiento. Lo que tú digas. Aún si te explico, no lo vas a entender.


Salgo a la calle con un libro en la mano. Leo en el autobús, en el metro, en el carro de mi amigo, en la sala de mi casa, durante el almuerzo y la cena, en las salas de espera, caminando a tiendas, en las colas para pagar servicios. Conocidos se me acercan a hablarme de libros que ya leí y de películas… basadas en libros que ya leí. Compro libros nuevos por Internet, en grupos de a cuatro y cinco. A veces, me atrapa el estilo de alguien nuevo y me sorprendo detallando los elementos de la prosa, como un mecánico observando el motor de un vehículo que desearía haber diseñado él.


Conozco al Microsoft Word mejor que a la cocina de mi casa. Cuando me quedé sin computadora, escribí a mano y, cuando gasté los bolígrafos y las yemas de los dedos me dolían, consideré comprar una máquina de escribir.


De vez en cuando me pregunta alguien si “eres tú el de las historias”.

Sí, soy yo.

“Me gustó mucho como manejaste la trama y el ambiente tenía un no sé qué buenísimo, pero… ¿por qué el bueno se murió al final? ¿No te parece que termina en una onda demasiado pesimista?”

Es terror. Se supone que debe ser pesimista.

“No necesariamente. Puede parecer que el malo va a ganar al final y, en ese momento, algo salva al bueno. Reza, consigue una pistola o algo”.

Ese final jodería la historia. Es estúpido.

“Es que no creo que deba terminar así. Habiendo tantas cosas buenas en el mundo, ¿por qué escribes de estas?”

Me encojo de hombros. ¿Por qué te gusta la pepsi más que la coca-cola? ¿Por qué te gusta el cine de comedia más que el de acción? Pues así funciona. No es como si tuviese mucha elección en el asunto.


Estoy en reuniones bohemias con gente “artística” y todos hablan del simbolismo de Drácula. Todos son poetas y novelistas, todos conocen a Nietzsche y a Byron. No beben cerveza, sino vino. Desprecian a los best-sellers porque prostituyen a las letras.

“¿Y tú qué piensas del simbolismo?” me preguntan.

Me hago el guevón.

“Víctor. ¿Qué piensas del simbolismo en Drácula?”

Me parece que es la sublimación de los deseos sexuales reprimidos de Stoker. Consciente o inconscientemente, es una herramienta.

“¿Una herramienta? No, el libro se trata del control de la sexualidad victoriana. ¿No te habías dado cuenta?”

Creí que el libro se trataba de un vampiro valaco que viaja a Londres y de la lucha de un grupo de mortales por repelerlo. ¿Qué sé yo?


No leo críticas muy en serio. Si quiero hacerme una opinión de algo, lo leo por mí mismo. Me irritan las paredes estomacales los “intelectuales” que se sentirían mejor si La Tapadera fuese una tesis doctoral de Derecho Tributario, en vez de las luchas de un joven abogado por salirse del lío en que se metió con la mafia.


Soy el equivalente literario del guitarrista que aprendió a tocar el instrumento, tocándolo.


Te podría decir que escribo porque suelo estar solo, o porque siempre me ha gustado leer o porque me permite poner fantasías en papel y entretener a alguien con ellas, pero esa no sería toda la verdad. Escribo porque si no pudiese hacerlo, sería un sujeto infeliz, neurótico y probablemente alcohólico.


Me voy a dormir y la cabeza me queda dando vueltas sobre personajes, tramas, eventos que creo que sucederán en mis cuentos y novelas, rememorando lo ya escrito, rediseñando escenas. A veces lo hago cuando la gente me habla y cuando escucho conferencias.


Hace un año empecé a sufrir de dolores agudos de cabeza y ante el prospecto de tener un tumor cerebral, fui al médico. Llevaba por dentro la esperanza de que me dijeran que era la vista y así poder unirme al club de los escritores cegatos. No tuve suerte, era sólo jaquecas aburridas.


No me gustan las reuniones de “bohemios” donde si nunca has escrito un poema eres una vergüenza nacional. Si tú eres un escritor atormentado, solitario y miserable, yo también lo soy. No necesitamos conversar de eso.


No encajo entre los bohemios. Odio a los intelectuales. No soy drogadicto, ni homosexual, ni delincuente. No fumo. No tengo defectos en la vista. No escribo poesía. No bebo café.

Pero yo soy el escritor.



Comprensión inusual

En honor a Noelia De Paoli, a Moisés Lárez y a la palm de Moisés Lárez
De la selección enviados al Rally Metropolitano de Escritores

Clara 'Clarita' López trabaja en bienes y raíces. Para las tres de la tarde de un siete de marzo, Clara espera a Luisa Pereira, una de sus clientes, por lo que deja la puerta abierta. Cerca de la hora su hija ve televisión, su madre reposa en su cuarto y López alista los documentos. Entonces se escucha la reja cerrándose. "¡Pasa, Luisa!", celebra Clara. Termina de acomodar sus papeles cuando unos grandes zapatos marrones entran en el encuadre de su mirada. Nerviosa, mira a la izquierda y lo contempla. Un hombre alto, trigueño pronuncia una a una las palabras: "Lo siento, mami, nada de Luisa, esto es un atraco, y si colaboras me voy rápido y tranquilo".

Clara nunca fue valiente. En situaciones de peligro había reaccionado mal. Pero nunca había estado amenazada más que ella misma. La presencia de su familia motivaría sus acciones, las más concienzudas que realizaría en vida. Responde con una calma inesperada: "Bien, no te preocupes, yo te daré cuanto necesites, pero permíteme por favor meter a mi hija y a mi madre en un cuarto." Inicialmente el hombre rechaza su petición. "No vine a hacer caridad", diría. Sin embargo, Clarita lo convence con la promesa de que colaboraría, daría sus pertenencias sin objeciones.

El hombre la acompaña. La sigue rumbo al cuarto, oye la nerviosa petición y ve a la niña, curiosa, obedecer sin cuestionar la orden. Una vez cerrada la puerta, Clara prevé la impaciencia del hombre, por lo que inicia:

"No soy rica, pero cuanto he comprado es ahora tuyo. Tengo unas cadenas, algunos zarcillos de oro blanco, algo de dinero, una laptop, una computadora, dos DVDs, un perfume nuevo. Espera y te lo traigo todo."

Confundido, el hombre la sigue y la observa paso a paso mientras recoge sus pertenencias y las mete en un bolso de playa.

"No te preocupes, entiendo perfectamente, todos tenemos problemas", diría Clara.

El hombre desconfía, quiere irse, pero no encuentra qué decir.

La mujer simpatiza con su silencio apremiante, y continúa:

"Seguramente tienes problemas y situaciones que solventar –echa sus zarcillos y sus pulseras al bolso–. Si es que ya la vida normal de por sí es tan difícil –deposita con cuidado los perfumes envueltos en camisas–. Un mercado, un cine, todo tan caro –vacía la cartera y libera sus billetes–. No me imagino cosas realmente importantes y difíciles –guarda las botas francesas que le regalara su hermana–. Cómo hace la gente con familiares con enfermedades de esas caras. Por eso sí doy yo gracias a Dios…"
Va de lado a lado, llenando ya el segundo bolso mientras habla de la tasa de desempleo y la inflación que “nos consume a todos”. Tras unos minutos de movimiento, lleva los bolsos a la puerta, se voltea y da con sus ojos. "Hemos terminado –y las siguientes palabras no las olvidaría nunca el hombre:– Gracias. Gracias por permitirme proteger a mi familia."

El hombre sorprendido, alcanza a pronunciar nervioso: "Gracias a usted, realmente". Toma las maletas, se despide apenado y cierra la puerta.

No ve necesario amenazar para que no llame a la policía. Y ve bien. Clara se toma unos segundos antes de seguir actuando. Se sienta en el sillón y piensa en modificaciones vitales cuando suena el celular. Exhausta, lo deja sonar. Luego de tranquilizar a su madre y a su hija, escucharía a Luisa Pereira excusarse. Ella fue la última cliente a la que Clara esperó con la puerta abierta, pero no la última persona a la que entendería y perdonaría sin razón.

sábado, 12 de junio de 2010

La doble lectura de un atraco.


al panita Moises Larez y a su Palm...donde quiera que esté.


– Damelo todo ahí, bichita.
–¡ah vaina! de esta sí que no me salvo.

La primera vez que me atracaron, mas que susto, senti tristeza. alla se iria mi sueldito misero de peluquera canina, en los bolsillos de un tipo con zapatos mas caros que los mios, mientras yo recorria la ciudad con el pantalon lleno de pelo.

Cuando se lo contara a Rafael, se sentiria reivindicado:

–Ya era hora, mujer! Demasiada suerte para ti sola y agradece que no te hizo nada, porque al primo de David le metieron un cachazo en la cabeza para quitarle el carro.
–¡uy! ¿y esta bien?
–sí vale, ahora vive en España.


¡que final feliz! un autoexilio.

La primera vez que te atracan, lo primero que haces es mantener la calma y lo segundo, una vez que el atraco finaliza, es entregarte al desespero y contarle a tus amigos, como saliste viva de esa:

– ...y me apunto con senda navaja.
– ¿y tu que hiciste?
–¿yo? Nada, le di la billetera, con todo y la plata con la que iba a pagarte.

He ahí la doble lectura del atraco. Es cierto, en este pais (tu pais, mi pais) todo se presta a una doble lectura. Mas de una vez en las reuniones sociales, alguien empezaba con el tema:

–¡chamo, me robaron la laptop!
–¡No te lo puedo creer! la semana pasada a mi me arrancaron los zarcillos.
–¡uffffff! la otra vez, se metieron en casa de mi vecina y se llevaron hasta el perro.

y cuando era mi turno, tenia que confesar, con toda mi verguenza, que nunca me habian atracado. Entonces me miraban con envidia y amargura, condenandome al ostracismo.
Nunca tuve suerte para sacar entrada en la feria de las fatalidades.

Pero ese dia seria diferente. De ahí no me salvaba nadie. El choro me quitaria toda prenda y me dejaria limpia de culpa, dinero, enseres y orgullo en plena Francisco Solano.

haz como que me conoces y dame el celular, la billetera y los zarcillos.

Mantuve la calma y recordé que el dinero del sueldito lo tenia en el bolsillo del pantalon, que en la billetera solo contenia el pasaje de bus. Hice tiempo para darle el celular y los zarcillos. Me daba miedo entregarle "solo" el dinero del pasaje. El choro miraba para todos los lados, y me pregunto, entre dubitativo y nervioso:
–¿y tu eres la hermana de Yubiri?
–¿que yubiri? yo no tengo hermanos.
–si vale, una que estudia en el Liceo San Agustin.
–No, viejo- me sorprendio la inaudita camaderia en la que transcurria el atraco- Yo no tengo hermanas, soy hija unica.

Rió. El choro se carcajeaba como si hubiera descubierto una equivocacion.Me devolvio el celular, los zarcillos y rechazo la cartera.
–no vale, te confundi con la hermana de una chama que jodio a mi hermanita.
– viejo, esas cosas no se hacen - le dije, como si fuera mi hermano arrojandome una bomba de agua en carnaval.
–Perdoname- me dijo, dandome una palmada en la espalda- y ojo, porque aqui atracan.

"...y ojo, porque aqui atracan" dijo, como previniendome de sus colegas, antes de perderse en la avenida que baja hacia Chacaito.

Con el corazon encogido entre las costillas, segui caminando y me imagine que ya no llamaria a Rafael para que se sienta reivindicado y que todavia tenia un rato mas para ser la oveja negra entre mis amigos.

En plena Fco. Solano, me dieron y arrebataron la entrada a la feria de las fatalidades, donde todos veian la funcion que habia empezado hace horas.