sábado, 19 de febrero de 2011

Cadáver exquisito, Parte I

Por Gabriela Valdivieso

¿Quién me manda a ver "La verdadera historia de Catherine Zeta Jones" seguida del "conteo de los cuerpos más sexys de Hollywood? Pasar dos horas de programación que motivan a pasar otras dos frente al espejo lamentándome por mi barriga, ¡gracias E! Por estúpida y fofa me perdí la ceremonia, ¡ni modo! Tampoco es que la dama de honor sea tan importante en una boda. Me termino de odiar en el ascensor del hotel y bajo con mi apretado traje alquilado al piso 1, Sala A, ¿o era B? Acá hay música, ¡bingo, una boda!, ¡pero qué boda! Veo millones de bolívares en decoración. Demasiado fancy. No me pueden comprar mi vestidito, pero sí pueden invertir en centros de mesa de orquideas y en luces de neón y pantallas de mil pulgadas. SP, se pasaron.

Cinco tragos y seis mini mousse de Baileys después, estoy francamente cansada de que la gente se sorprenda de que el novio es adoptado y de que la novia está embarazada. ¡Como si no lo supiéramos todos! Golosa, me agarro un pedazo enorme de torta, y por supuesto que me lo echo encima del vestido, ¡bien, gracias! Tengo que devolver esta cuestión el lunes.

Por huir del típico borrachín, voy al baño y mis ojos dan con una deliciosa aparición. Francisco, el sujeto de mi amor eterno e inmutable desde segundo grado, me miraba a mí entre todas las chicas. "Tú eres Ámbar, ¿no?". Tan bello, como si no supiera. "¿Dónde carrizo estabas? La novia te está buscando", bramó. "Por fin, nadie me ha llamado, pensé que era invisible, vamos, está liderando el trencito.", y le agarro la cintura. "Estás demente, está en su cuarto desesperada, vamos.", "Pero si allí está, hey, mírala..." "¿Estás en drogas?, esa no es la novia, esta es otra boda".

viernes, 18 de febrero de 2011

Cadáver exquisito: Set up

Set up: de personajes y situaciones por narrar.

Ámbar

Tengo torta en el vestido.
Si te explico cuánto me costó el alquiler, te caes pa’ atrás. No, marica, en serio. Sabes, yo amo a Marianita, la AMO. Pero no voy a comprar un vestido de dama de honor por ella, pues, para usarlo sólo una noche. Recorro todos los centros comerciales del mundo y doy con el vestido perfecto así, de alquiler, bueno por un fin de semana y le cae torta. Si me preguntan cómo fue, ni siquiera les podré explicar porque no sé cómo pasó.
Pero equis, cancelado y transmutado, me tapo la mancha así, con las manos (y manicure perfecto, o sea, O SEA, ¿qué te pasa?) y le miro los ojos al padrino. El tipo está bueno, chama.
—¿Padrino como el de la película, ¿verdad? —me río—. Tienes que traer a tu mafia aquí pa’ que solvente la situación.
Él se ríe también, así que mis habilidades femeninas están funcionando seguro. Una chica tiene que hacer lo que tiene que hacer, ¿o qué?
Me pregunta si tengo idea de cómo paramos en esto.
¿De cómo paramos en una boda en la que los novios cancelaron el compromiso en el último instante? ¿En un hotel donde se celebraba la ceremonia y se ha ido la luz? ¿Con el papá de la novia muerto sin saber quién fue?
No, no tengo idea. Pero podemos inventar, ¿te imaginas? ¡Qué emocionante y todo, marica!

Francisco

Increíble. Viene a una boda, que fue un fracaso, y no sólo no me levanté a nadie sino que quedé atrapado solo con la dama de honor, que es insoportable.
Hace un chiste malísimo y me río por cortesía: esta noche ya ha ido suficientemente mal. Espero que no piense que por eso me gusta, porque la mujer es ¡insoportable!
Le pregunto si entiende cómo fue que todo se fue pa’l carajo.
¿De cómo paramos en una boda en la que los novios cancelaron el compromiso en el último instante? ¿En un hotel donde se celebraba la ceremonia y se ha ido la luz? ¿Con el papá de la novia muerto sin saber quién fue?
Ella responde estúpidamente, como era de esperar. Mientras tanto, intento atar cabos para entender este desastre.

Construcción colectiva que arranca mañana.
Orden: Gabriela V., Guillermo, Noelia, Gabriela C., Moisés, Samar, José Leonardo, Paula, Andrea, Victor y Jessica

Improvisación de invitada, 4ta intervención

Textos realizados en la cuarta intervención literaria
15 de febrero, Estudios Políticos, UCV

Por Evelyn Pinto


Engaño

Con la existencia del Karma dicen que debemos desear cosas buenas para que se nos den cosas buenas.
Pero cómo hacer cuando alguien logra herir lo más profundo de tu conciencia, ¿quedarse de brazos cruzados?
Si Thomas Hobbes dijo que el hombre es malo por naturaleza, ¡cosa que creo!, entonces apoyo que la venganza sea dulce, ¡como el sabor de los labios que me engañaron!

Secretos

Dicen que no hay nada oculto entre cielo y tierra (y en facebook), pero siempre tienes algo que llevas a la tumba. Pero hoy he decidido confesarlo: tengo miedo a que me tegan secretos.

Despertar

Me levanto a las 3am con la garganta seca y el corazón acelerado, y me vienen 3000 preguntas a la vabeza, recordándome la pesadilla que acabo de tener y qué desesperación no comprender nada, hasta que te acostumbras a la oscuridad y te da cuenta que queda lejos la cocina para tomar agua.

Improvisación de Guillermo Geraldo, 4ta intervención

Textos realizados en la cuarta intervención literaria
15 de febrero, Estudios Políticos, UCV

Por Guillermo Geraldo

Poder

Todos aquí estamos impactados, ustedes los panas de estudios políticos sobrepasan la estructura de cada factulrad; y es que cómo no escuchar al pueblo, sus voces, sus necesidades, si en cada gen, así sea pequeño, llevas la dicha de dirigir al país. De ti, atrás de mí, dependo mis sueños, mis objetivos, del futuro presidente de este país.

Historia

Siempre dicen que hay que conocer el pasado para entender el persente. Pero cómo así si cuando la besé por primera vez no existía el blackberry, no existía el facebook, no existía el twitter. Sólo ella y yo. Pero eso era ayer, mi presente es otro; yo aquí, detrás del papiro, ella con dos facebook, dos móviles y dos bocas que besar, mientras yo me resigno a ser adicto de sus labios y la valentía no me da para que en uno de sus facebook salga "single".

Borracho

Ella siempre ha estado en mi mente, sueño que ella, su cabellera se sintió ángel que se derrama por su espalda. La caña, siempre eficaz, la ha trasladado a mi cama, pero entre una dicotomía entre la realidad y un sueño, me acompaña la pea de 'tellas de ron. Así, en el momento de tomar el control, a mi aparato reproductor se le dañó un fusil. Perdí la oportunidad de darle guandengue y filete a esa pana afrodisíaca.

Presidente

Todo empezó con Roosevelt, pero no, a mí me gusta es Mr. Danger. Si tenemos culebra abre cancha, ¡que Fidel es que el que pauncu! Ahora que está Obama, todo perdió emoción, es hermano de Aristóbulo y pana de la Revolución.

Improvisación de Jessica Márquez, 4ta intervención

Textos realizados en la cuarta intervención literaria
15 de febrero, Estudios Políticos, UCV

Por Jessica Marquez


Viaje

Llévame contigo en la maleta, que la distancia es un amante muy amargo Llévamene contigo en la memoria, que no se desvanezcan los recuerdos. Llévame contigo por los cielos, que la tierra sin ti me resulta extraña. Llévame, no me dejes, que este es nuestro amado viaje.

Comida

¿Cómo debía saber que era mi última comida? No tenía sabor a arsénico, no estaba enferma y nadie me perseguía. Pero aquella bata perdida encontró rumbo cuando vio mi figura sentada en la mesa. Fue rápido, no me dio tiempo de probar otro bocado cuando todo... terminó.

Deseo

Desearte es como la noche, oscura, eterna en el insomnio. Desearte es como la luna, un astro que brilla tenuemente. Desearte es como tu cuerpo, esperanza aprendida. Desearte lo es todo, o tal vez nada. ¡No me queda nada!

Mundo cibernético

Código binario. 1 y 0. Con eso se codifica el mundo. COn eso empezóla historia virtual, así nos conocimos. Pero no éramos nosotros. Binarios, nos construimos como otros, y ya no fuimos quienes éramos. Qué tristeza descubrir que nadie éramos, o que tampoco éramos nadie.

Improvisación de José Leonardo Riera, 4ta intervención

Textos realizados en la cuarta intervención literaria
15 de febrero, Estudios Políticos, UCV

Por José Leonardo Riera

Baile

Me compré otros Converse para que las pisaras, nuevamente, lento, en este extraño baile. Y así darme cuenta de que sigues mi ritmo, y así darme cuenta de que sigues mis pasos.
¡Que te quiero que bailemos!

Cigarro

Me fumé hasta el olvido esa, tu inocencia. Ya no la recuerdo, incluso, me dices, entre todo el humo que exhala tu boca que ahora a otro hombre prefieres amar.
Otro cigarrillo... Otro... Nada más.

Yuca

¡Qué vaina tiene, Dios!
¡Mujer tan desgraciada!
Él vino y te sembró y sin decirte nada, ¡la yuca bien profunda en esta tierra extraña!

Improvisación de Gabriela Valdivieso, 4ta intervención

Textos realizados en la cuarta intervención literaria
15 de febrero, Estudios Políticos, UCV

Por Gabriela Valdivieso

Inexistencia de Dios

Siempre con bolsas bajo los ojos. Siempre canosa, descuidada. Todos pensaban que era por la pérdida de su único hijo, pero a mi hermano le confesó que era porque no tenía alas que la elevaran de la realidad.
Sin Dios, sin resorte ni consuelo, cuando toma agua sólo hace eso, tragar líquidos. Cuando aplaude sólo une sus manos.
Ella está muy sola, totalmente sola.

Amor

Mariposas no sólo en el estómago, también en mis cuadernos y a mi alrededor. Desaparece la injusticia, no hay más dolor que tu ausencia.
"La vida es bella" deja de ser una película y pasa a ser la canción que suena en mi cabeza.

Engaño

El 6 parece una S. Creo que es una señal lingüística-matemática de algo que debemos cargar encima.
Hay millones de 6 que parecen S y lo peor es que nos confundimos. O 6erá que no6 confundimo6. Ya no 6é.

Envidia

Me pinté el pelo de negro, me lo alisé y mis uñas pinté. Tal como ella lucía.
Usé camisas negras y pantalones graaandes. Usé tacones, pero igual me sentía chiquita.
Es que aunque me parezco, no soy, no respiro como ella.

martes, 15 de febrero de 2011

Improvisación de invitados, 3ra intervención

Textos realizados en la tercera intervención literaria
14 de febrero, evento Chévere Cambur, Universidad Monteávila.

Por nuestros invitados, estudiantes de la UMA

Yo no soy el Capitán América
Por Ismael Aguirre

Pana, todos los días me levanto sin saber por qué la gente me mira... Como que me conocen y no sé, a veces me hablan... ¡Gente que no conozco! ¿Qué es esto? Mi traje de superhéroe no es por nada en especial... No soy Spiderman, y sobre todo ¡pana, no soy el Capitán América!


¿Cómo hace el ciego para ver el amor?
Por Fernando Azpurua

El ciego no ve,
¿No ves tú que el ciego no es quien no puede ver?
El ciego, si se deja, es más pasional que el que no se permite.
Pues ciego es quien no se deja, quien no se permite ser.


La patineta
Por Guillermo De La Rosa

El desliz, el rodar.
El riesgo de caer.
El asfalto pasante.
Se afinca el estrés.
Mi patineta, mi pasión.
Caer es cosa de interés.


Vaqueros cachondos
Por Stephany Machado

Hoy no, mañana tampoco. Decido ayer y decido hoy, no me importa por qué ni para qué. Digo que sí porque no quiero. Hoy 14 de febrero decido que no quiero ningún vaquero cachondo, sino el hombre que adorne y mantenga mi amor para disfrutar.


Conversación entre peos
Por Rafael Rico

-Chamo, a veces me siento como pruruaruruplás.
-¿Y tú qué crees que pueda ser?
-Bueno, podría subirme a su garganta y buscar otra salida, pero no te permiten sin la visa.
-Escápate y te llamas "el mojado", saltando la barrera.
-¡Qué astucia! Pero estoy condenado a prupuanrrumruplás.
-Yo te espero aquí, sales tú primero y yo te sigo.

Improvisación de Victor C. Drax, 3ra intervención

Textos realizados en la tercera intervención literaria
14 de febrero, evento Chévere Cambur, Universidad Monteávila.

Por Victor C. Drax

San Valentín

Ella abre la boca y dice
-¡Shgkfahsja, magmor!
Y aunque asiento y sonrío, no tengo idea de qué acaba de decir, ¿sabes? Son diez años de relación. Eso de "Hasta que la muerte los separe" llegas a ansiarlo.
-Shjks ju - dice. La arepa entre sus dientes-. Si eres lindo.
Al fin comprendo.
Un San Valentín para ella.
Le tomo las manos y es un beso.
-Yo tmb te quiero.


El sueño se enamoró de la realidad

Mariana no entiende.
O sea, no es infidelidad si es tu cumpleaños. O el de ella. O año nuevo. O el día de la enfermera, semana santa o año bisiesto.
-No me jodas, Gabriel, con tus excusas -dice.
No es mi culpa. Hace dos semanas era EL lavacarro y ahora me gané el Kino.
Digamos que me hice muy popular. Nunca habría soñado con este vacilón.
Mis sueños me envidian el día.


Regalos cursis

Originalmente la norma entre nosotros era "no le metas mano a la novia del pana". Un clásico, ¿no?
Dejo quieta a la novia de William y me enfoco en su hermana. Métele mano a la hermana del pana. Un regalito para empezar. Es un osito de peluche con una sonrisota y el corazón. Mariquísimo, pero es pa' la jeva, pues.
No voy a entrar en detalles, pero William no tiene una hermana. Ahora entiendo por qué nunca los vi juntos.
Asquito, broder. Asquito.


Faldita

Cómo llegamos a esto es una historia graciosa. Me levanté con mi faltita y mi trago (formaba parte de mi disfraz de este carnaval)... (la faldita, no el trago) y dije:
-¿Quién será mi cambur?
Medio ebrio y vestido de negrita me pareció cómico.
Segunda escena, Sergio me está esmadrando a patadas.
Yo no lo sabía, pero a él lo llamaban "cambur", tras un accidente juvenil de masturbación.
¿Esas cosas pasan? Supongo.

Improvisación de Jessica Márquez, 3ra intervención

Textos realizados en la tercera intervención literaria
14 de febrero, evento Chévere Cambur, Universidad Monteávila.

Por Jessica Marquez


Twitter

Tengo sólo 140 caracteres, ¿cómo expreso lo que siento en tan pocas palabras? #Nidevaina.
Quiero decir tantas cosas, quiero hacer tantas otras, pero el espacio es suficiente. Al final coloco: "Te quiero". Eso nunca falta.


Guillermo y el amor

A Guillermo no lo conozco, pero no importa. Han pasado tres meses, ¡TRES MESES!, y él está sentado al otro lado de la barra, con un trago y una sonrisota. Me acomodo el escote y voy a la caza, ¡qué pasa!
Nada se meterá en mi camino. Excepto la novia, ¡qué coño!


Guitarra

Tocó guitarra y tomó ron. Una gran combinación, si no estuviera tan enguayabado. Lo cierto es que Maná parece una buena idea: Estoy clavado en un bar. Ya no sé ni lo que toco, ¿qué importa? Acaricio las cuerdas, pero no es a ella a quien toco. Sencillamente... ¡ya no está!


Soldado

No quiero ser un soldado de mis pensamientos. Quiero ir libre, seguir mis propias reglas. ¿Vas a venir tú a decirme qué pensar? ¡No me da la gana! Seré yo quien dicte a dónde van mis sueños. ¡Pa'lante y más na'!

Improvisación de José Leonardo Riera, 3ra intervención

Textos realizados en la tercera intervención literaria
14 de febrero, evento Chévere Cambur, Universidad Monteávila.

Por José Leonardo Riera

Me abdujeron

Coño, pana, te juro que no sé.
¿De dónde mi energía?
¡Esa verga es café!
¿Que actúo en demasía?
¡Fue que me empastillé!
Favor no me secuestren, no sé nada... ¡no sé!
Coño, mamá, te entiendo... ¡más nunca beberé!


Alergia causada por el Ávila

Entonces, ¿de dónde vienes? ¿Qué haces? ¿En dónde estudias?
Yo vengo de Las Mercedes y tú te me haces montaña, te haces amor, te haces maña.
Tú te me hiciste una alergia. El Ávila, el corazón...
¿Ahora quién lo remedia?, ¡quién me manda de guevón!


Chévere cambur

Chévere que entonces me toca escribir. Pudiendo, si quiera, mi vida vivir. Pero es esto del arte algo para ser amado, aunque escribo, confieso, no he desayunado.
Diseños candela y letras a litros. Desayuno y juventud.
¡Vaya!, ¡chévere cambur!


Monogamia

Porque el conocerte me hizo saber que res un millón en una sola mujer. Hoy día me cuesta creer que soy un monógamo, que te quiero y que no quiero a más nadie, sólo a ti, mujer.

Improvisación de Gabriela Valdivieso, 3ra intervención

Textos realizados en la tercera intervención literaria
14 de febrero, evento Chévere Cambur, Universidad Monteávila.

Por Gabriela Valdivieso

La vida

Me dijiste que no.
Una niña me sonrió.
El examen estuvo horrible.
A veces creo que no sé vivir. Creo que apenas descubro lo que es ser.


¿Qué hacer?

Acabo de darme cuenta de que me pica el brazo y la vi, ¡fastidiosa! Gorda de sangre, la mosca revolotea.
¿Qué hacer? No hay mucho que pensar. Mis manos te buscan y te aplauden encima.


Avión

Vi la estela en el cielo. ¿Es un ave?, ¿Un superhéroe? Bromeo. Era un avión.
Lo que no sabría es si estaba lleno de españoles o ateniense. Quizás de daneses.
No sé, pero si vienen a Venezuela que se preparen para una dosis de arepas.


Tiempo

Estoy acostumbrada al tic que tac, que media hora, que es 14 de febrero, pero aquí hay algo raro. Para comenzar floto, hay brumas verdes, no sé, lo último que recuerdo es una camioneta que iba chola.
Creo que no me quité del camino.

domingo, 13 de febrero de 2011

Improvisación de Gabriela Valdivieso

Textos realizados en la segunda intervención literaria
12 de febrero, Parque del Oeste Alí Primera.

Por Gabriela Valdivieso


Sopa

¡Qué sopa ni que nada!
¿No la escuchas?, la palabra, digo, suena como "poseta" y "sapo", ¡uk!
Yo soy de la escuela Mafalda, ¿la conoces? La niña idealista que quiere que en el mundo reine la paz.
Yo no sé si quiero paz, ¡pero sé que no quiero sopa!


Pulsera

En Venezuela decimos "rosado", pero los programas de televisión extranjeros dicen "rosa".
Yo, que veo mucha tele, creo que debo atarme las "agujetas" para ir a la "barbacoa".
Pero más que ver tele me gusta crear. Quiero hacer mil pulseras rosas para que mis barbies sean las más hermosas del mundo.


Padres

El mundo gira de una manera hasta que cumplimos 15 años. ¿Qué pasa entonces? No sé, pero en ese momento pasamos de desear ser como nuestros padres y pasamos a querer volar muy lejos de ellos. Mañana cumplo 15, ¡y me adelanté, ya quiero despegar!


Ropa

Todos quieren ropa, camisas, corbatas y pantalones. Todos quieren sombreros y guantes. Yo quería, pero hoy enloquezco. Lo único que quiero es dejar atrás este calor infernal.
No quiero medias, no me regalen una correa, denme un ventilador y feliz me verán.

Improvisación de José Leonardo Riera

Textos realizados en la segunda intervención literaria
12 de febrero, Parque del Oeste Alí Primera.

Por José Leonardo Riera

Amistad

Cuando estamos juntos inicia la función, todo parece sueño, ¡qué extraña sensación!
Vienen los sentimientos. El corazón en ON y somos de verdad... Amigos. ¡Amistad!


Deporte

De-porte a veces me falta, lo que tengo de poeta. Hoy por hoy mi única meta es el arte plasmar de que en el papel, además, se patean los problemas.


Inseguridad personal

Porque escribo dado que me da tanto miedo hablar.
No es tanto la inseguridad, pues me duele la garganta.
Pero mi vergüenza aguanta para decir que, tal vez, tú a mí me puedes cambiar.
Y así aprender a confiar. Y así seremos...


Lobo

Mira ese lobo feroz comiendo caraotas y arroz. Maulló, maulló y maulló, y al final se convirtió en un niño muy hermoso ¡porque el arroz se comió!

Improvisación de Jessica Márquez

Textos realizados en la segunda intervención literaria
12 de febrero, Parque del Oeste Alí Primera.

Por Jessica Márquez

Bomba

Me gustan los globos, las bombas de muchos colores, en forma de perritos o sólo redondas. Me gusta pasear con ellas, verlas flotar. Me gusta tenerlas cerca y luego dejarlas al cielo volar.


Flores

Olorosas flores, rosas y claveles. Mis favoritas son las margaritas, brillan luminosas bajo el sol, bajo el cielo. Camino entre ellas, las siento, las llevo conmigo. Cuando despierto ahí están y me saludan.


Amor

De amor se muere, se sufre. Por amor se sacrifican y escriben canciones. Por amor existen obras de arte y telenovelas. Amores de cerca y de lejos, de aquí y de allá. Y yo, por amor, ¡cuento esta historia!


Sueño

Van 48 horas y nada que he podido dormir, ya veo dragones, dálmatas y quién sabe qué más. Los ojos se me cierran, ya no puedo ver más, capaz se me acabe esta historia, me voy a acostar.

viernes, 11 de febrero de 2011

La primera de muchas


Hay cosas que sencillamente son imposibles, o al menos eso pensaba Set hasta 1969, año el cual lo dejaría marcado por el resto de sus días. Es uno de los sobrevivientes de lo que se ha llamado “La Gran Invasión”, un ataque sorpresivo realizado por cuerpos no identificados.

Para Set el día había transcurrido con una tediosa normalidad: Salió con sus amigos, contaron las rocas de su sección e iniciaron su infalible observación. Nunca había notado nada fuera de lo establecido, nunca hubo ninguna señal de emergencia, ni ningún cambio alarmarte que pudiese haberlos advertido para lo que les esperaba. Tragedia, solo tragedia lo denominó.

"Sentí que no podía con el ruido, bajaron de su nave como si fueran dueños de todo, con un aire de superioridad infinita, que no podía creer...sigo sin creerlo" -Nos declaró la madre de Set, días después del incidente.

“Nunca había presenciado algo semejante, vestían muy extraño, eran pálidos y poseían muchas extremidades, mi hijo estuvo a punto de ser secuestrado por esas, esas cosas extrañas. ¡Una locura! Se salvó porque huyó, de lo contrario yacería muerto.”-Nos testificó el padre de Set.

“La Invasión” dejó a diez heridos, un desparecido y, por supuesto un ambiente de preocupación e inseguridad entre los habitantes. Las manifestaciones han sido las protagonistas a lo largo de la semana, los protestantes reclaman por justicia y piden al gobierno tomar las medidas pertinentes para evitar un nuevo atentado de igual o mayor magnitud.

Un grupo significante de la oposición hace responsable al gobierno, acusándolos de ineficientes, por el contrario el Estado niega rotundamente estas acusaciones, denominándolas de falsa y poco coherentes.

Pero para nuestro héroe el ataque lo ha dejado en un estado alarmante e irreconocible. Ingresó hace pocos días al Centro Médico de salud Mental, no ha comido con regularidad, y las pesadillas no lo dejan cerrar sus ojos, confirman las enfermeras encargadas de Set, el cual asegura que no tomará mucho tiempo para que la próxima nave aterrice.

“Recuerdo de aquel día muchos cosas, sin embargo es una pequeña frase que ha quedado conmigo, sin entender su mensaje, sin entender su lengua: «It's one small step for a man, one giant leap for mankind» ¿Un consejo? Hay que estar preparados para lo peor.”

¿Una pertinente sugerencia? ¿Será que debemos hacer caso a las palabras de Set? ¿Qué nos depara el futuro? Solo sé con certeza que es la primera de muchas, por esa razón, mis queridos lectores ya ni nuestro pequeño planeta es seguro. Huir y buscar otro hogar deber ser nuestra única prioridad.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Víboras (I)




1. Un Meteoro Púrpura.


A diferencia de lo que Hollywood nos había inculcado, la invasión extraterrestre al planeta tierra no empezó en Nueva York, ni en Los Ángeles. Tampoco en Londres, París o Tokio.

Empezó en Andueza, estado Aragua; un pequeño pueblo de esos prontos a volverse ciudades que tanto abundan en nuestra Venezuela contemporánea.

Aunque nadie sabría cómo comenzó —y no es que cambie el resultado final—, fueron ocho niños los que descubrieron al primer visitante, todavía metido en su cápsula, caído del cielo nocturno como una estrella fugaz que perdió el rumbo. Los muchachos jugaban futbol, bebían gatorade y jugo de papelón y conversaban entre goles sobre las compañeras de clases que soñaban encamar. Eran chicos propios no sólo de la Venezuela que existe en los surcos entre las grandes ciudades, sino de una cultura en sí. Andueza no era demasiado distinta de Maracay: el sol matutino era playero, del que tuesta la piel de los hombres que venden frutas en camiones a un lado de la calle. Las grandes edificaciones se pierden entre los vecindarios (algunos de ellos muy antiguos) de casas de una sola planta. Existía un solo McDonald’s y no había supermercados de las grandes cadenas. Muchos abastos, eso sí. Entre Andueza, Maracay y Cagua estaba la planta energética. Construida en el gobierno de Raúl Leoni e inmersa en el campo, permanecía como un esqueleto al que los trabajadores acudían más por costumbre que por necesidad. En un principio, se estableció como una fuente de empleo para Andueza, de manera que sus nativos no tuviesen que irse a trabajar a las ciudades, pero como tanto en este país, los gobiernos se fueron olvidando de por qué la habían puesto ahí, la tecnología quedó obsoleta y hoy por hoy no generaba más que la energía necesaria para mantener a su pueblo satélite. Tobías Núñez, el anciano director de la planta, decía que el único motivo de por qué seguía ahí era porque mantenerla era más barato que demolerla.

Un friolento viento cruzaba las calles desde el atardecer y la noche era de cielo despejado, donde las estrellas brillaban más que en la capital. Era en una cancha en la que el césped estaba interrumpido por charcos y espacios de tierra donde nuestros jóvenes jugaban. El mayor tenía catorce años. Casi todos iban a la misma escuela, entre que los demás eran del vecindario. Tenían tres horas jugando en esa tarde de viernes que ahora era noche. Era la cita clásica de los viernes, si no tenían que ir a alguna fiesta en la noche.

Fue Daniel, uno de los arqueros, el primero que lo vio.

Estaba atento al juego, con las piernas separadas y las manos enguantadas prestas a cualquier ataque. El sudor que bajaba de su frente no lo distrajo. Con los ojos fijos en el balón, captó de reojo a la bola de fuego purpúreo que iba cayendo. Separó la visión de una esfera para enfocarse en otra. Resplandecía y chispeaba, cortando el aire. No, desgarrándolo. Por un momento parecía que el fuego azul y lila que envolvía al meteorito estaba compuesto de líquido, de gel incandescente. El balón pasó demasiado alto por su arquería y Daniel no reaccionó. Lo que sus amigos le gritaban no tenía sentido, estaba en lenguas. Entonces el meteorito rugió. Ante el súbito estallido, Daniel parpadeó y los demás voltearon, captando el último tramo del descenso, ignorantes de lo cerca que estaban del fin. Las nubes negras habían parido a este puño que dejaba una estela, como una cola anaranjada que se borraba poco a poco. Perdieron de vista al meteorito tras una colina, arriba, detrás de la cancha y no oyeron el impacto que hizo cuando chocó contra el suelo. Pero vieron el fulgor, azul y blanco.

—¿Qué es esa vaina? —preguntó Isaac.

Se habían quedado boquiabiertos, personajes de una película deportiva en la que el género cambió de pronto. El fútbol, los chismes y las hormonas quedaron atrás, olvidados en otra vida. Ahora sólo quedaba una cosa por hacer, y esa era subir la colina, ver al meteorito de cerca, convencerse de que estaban en un error, de que esto era plenamente natural, aunque una negra nuez de pavor dentro de cada uno de sus pechos les gritara que no era así.

Subiendo la empinada colina, afincando los pies y agarrando puñados de grama entre los dedos de sus guantes blancos, Daniel pensó de repente en Barbazul. No podía cavilar con coherencia en esos inconexos instantes, pero si lo hubiese hecho, habría recordado que leyó la historia en un libro de cuentos y leyendas que le regalaron en su primera comunión. Barbazul le dijo a su mujer que podía estar en cualquier habitación de la casa, menos en el depósito detrás de la cocina, que estaba cerrado con llave. Ninguno de los futbolistas amateurs articulaba palabra, sino jadeos, ocho muchachos del mismo trasfondo en un pueblo donde nunca pasa nada. La mujer de Barbazul estuvo tranquila al principio, pero con el paso del tiempo, la curiosidad la atrapó. Se asomaba sin éxito en el depósito por el hueco de la llave. Miraba por el breve espacio bajo la puerta, sin suerte. Al llegar a la cima de la colina, el terreno era llano, separándolos a ellos del cráter en la tierra por diez metros. Anduvieron en el mismo grupo, oliendo ese aroma a maní del aire quemado, sintiendo a las respiraciones pastosas entre cada hálito. Un día, la mujer le quitó a Barbazul la llave sin que este se diera cuenta y cuando el esposo se fue a trabajar, ella cruzó la cocina hasta el depósito, con la llave ya extendida al frente. Abrió la puerta y lo que consiguió fue cuatro frascos grandes, con las cabezas de las cuatro anteriores esposas de Barbazul sumergidas en salmuera. Gritó con horror y al voltearse, se encontró a su marido, que traía el hacha entre los puños. “¡Estúpida traicionera!” gritó Barbazul. “¡Lo único que te pedí fue que no fueras curiosa! ¡Ahora correrás la misma suerte de ellas!”

Llegaron al meteorito. Lo tenían enfrente.

La superficie era blanca y pulida, como un huevo blanco perfectamente esférico, del tamaño de un Volkswagen escarabajo. No tardó para que los muchachos sintieran un hormigueo en el rostro, mirando a ese emisario de otra realidad, sin fuego en las cercanías, pero sí con una cama de gel azul eléctrico, cuya cercanía les hacía saborear hierro en los labios. No lo sabían, pero experimentaban las señales clásicas de la radioactividad. Jairo extendió la mano para tocarlo e Isaac lo detuvo. Daniel se rascó la cara, mitigando por muy poco a la sensación de mil agujitas clavándosele en las mejillas. Y el huevo de hueso pulido se quebró.

Todos tuvieron un espasmo de miedo, pero no se fueron. Se quedaron ahí, mirando cómo se abría una cáscara de interior negro. Era una sopa orgánica, una membrana pulsante del color de la sangre coagulada lo que se escondía en su interior. No, no era una membrana, sino una cabeza emergente, un cuello demasiado largo, un par de brazos, dos pares de brazos, una serpiente de dorso crema pálido.

Un rostro sin ojos los miró. Una cabeza de frente metálico, liso, cobrizo, una máscara sin aperturas salvo para la boca, llena de colmillos, una hilera detrás de la otra. La serpiente emitió un gruñido similar a un eructo y abandonó su cápsula, de pegostozo moco azul, reptando hasta los muchachos. Isaac miró a esa cara sin rasgos y percibió el aliento de la criatura, de al menos dos metros veinte de altura. Un aliento como el llanto de la tierra al dejar de existir.

La serpiente lo tomó del cuello. Lo levantó del suelo.

Ninguno de los demás se movió. La criatura se echó a Isaac a la cara y de un mordisco húmedo le arrancó la mitad del cráneo. Los pies del chamo temblaron en el aire. Al soltar el cuerpo, el monstruo también escupió lo que mordió: un esputo humeante de carne, sesos, pelo y hueso.

De los siete restantes, sólo dos se quedaron paralizados y nadie supo qué pasó con ellos. Daniel los oyó gritar al unísono mientras corría de vuelta a la cancha. Resistió el impulso de voltear todo lo que pudo. Tuvo una fugaz visión de la víbora yendo en línea recta hacia él y, cuando lo alcanzó y de un veloz, confuso movimiento casi lo segmentó en dos, no sintió dolor. Cayó sobre la grama verde oscuro, con la visión húmeda y difusa, el rostro salpicado con su propia sangre. Vio a la víbora cazar a sus amigos, vio a sus propias piernas no tan lejos de su rostro y comprendió que la víbora no era sino un dragón.

lunes, 7 de febrero de 2011

Sueño o Pesadilla

Andrea Gomez
Cuarto match match del tercer contraletras
Andrea vs Gabriela V.: Caracas futurista

He muerto una y mil veces en mis sueños pero esta pesadilla fue peor que la muerte.
Mis sueños son más que comunes, a veces suelo pasear un rato por Madrid y despertarme en mi cama, como si nada, pero llevaba días conociendo una ciudad en mi cabeza, una ciudad que no era Madrid.
Era la ciudad perfecta. Llena de sonrisas y árboles. Magia, llena de magia. Pero no de esa magia de hechiceros ni cuentos de hadas, la magia provenía de la gente. Mientras caminaba creí reconocer algunas calles, la esquina de mi colegio, ¡Hasta la calle de mi casa! Pero aun así todo era tan diferente. Todo era mágico, era, y valga la redundancia, como un sueño. Flotaba por esas calles mientras sin darme cuenta soltaba carcajadas de felicidad. Todo era hermoso.
Sin embargo, sentía que algo no estaba bien. ¿Sera que tanta felicidad es síntoma de falsedad y tristeza? ¿Dónde me encontraba en realidad? Si sacaba conclusiones todo apuntaba a mi lugar de nacimiento: Caracas. Pero Caracas.. Caracas no es así, ni tan feliz ni tan triste.
Cuando sacas conclusiones de tus sueños, en el mismo sueño, es cuando tu subconsciente juega contigo. Imágenes de guerra y destrucción comenzaron a venir a mi cabeza. Las calles tan felices y limpias comenzaron a embarrarse de agonía y llanto. Mi casa, en llamas.
¿Será que estoy viendo el futuro? “La destrucción lleva a caminos muy duros pero también lleva a la creación”. Luego de lo peor, Caracas solo puede mejorar y yo la voy a ayudar.
Traté de detener las imágenes para comenzar a reconstruir la ciudad. Luego, de la nada, una bomba explotó y yo sola pude despertar.

domingo, 6 de febrero de 2011

De por qué esperamos que el autor haya enloquecido

Gabriela Valdivieso
Cuarto match match del tercer contraletras
Gabriela V. vs Andrea: Caracas futurista

Eran tiempos de tormenta y ruido. Cada uno profesaba su verdad como la nacional, cada cual superponía su voz. Sobre ellas, tantas, sólo se distinguían los disparos, esos desgarros en el espacio que paran el tiempo. Sumergidos, como todos, en ese agite colectivo, ese día flotábamos:

-Yo quiero ser un animal sin predadores ni peligro de extinción.
-¿Y eso existe?
-No sé.
-Entonces no quieres, quisieras.
-Es verdad.
-Yo quisiera ser el número 1.
-¿Por qué?
-Porque es el único número que sumado a sí mismo da origen a todos los demás.

Empezaba a vertirse el contenido de la idea cuando sucedió la hecatombe. No hubo instante para proteger a los ojos. Inseparables, insertados en el mismo espacio de mi memoria, registro el polvo infinito, el destello, el impacto, el naranja intenso, la sorpresa, el ardor. Luego, ya más nítido, la oscuridad y el más aturdidor silencio.

Perdí la pista de ella. Como de los demás. El meteorito se llevó a los todos de todos. Desaparecieron y desaparecimos. Las pistas eran pocas, pero la curiosidad era nula. Todo era inexplicable, como innecesario. El meteorito vino y nos calló a todos. Y como trozos de un florero, nos dispersamos a todas partes. Nos hicimos colombianos, mexicanos, errantes. Nos camuflamos fantasmalmente en otros acentos.

Me gusta pensar que ella se hizo 1. Y que Caracas y Venezuela pueden ser más que 0, pero es sólo un gusto, un quisiera. Las grandes potencias dictaron el camino; en días arrancará aquí la construcción del parque de diversiones más colosal de la Tierra. Será tan grande que si te distraes, pierdes la sonrisa.

sábado, 5 de febrero de 2011

Peligro

Peligro

Jessica Márquez Gaspar
Tercer match del tercer contraletras
Jessica vs Víctor vs Samar: Invasión alienígena

Sacó el arma de su estuche. La observó. Le colocó el peine. Quitó el seguro. La amartilló. Apuntó con ella al vacío, a un peligro que estaba ahí pero aún era invisible. Guardó el arma.

Salió poco después del precinto y recorrió la distancia que lo separaba de su moto. Azul. Subió en ella y comenzó su recorrido diario. Entre el tráfico, los inverosímiles sonidos de la ciudad, sus rincones oscuros, sus zonas, algunas mejores y otras peores, apenas le alcanzó el turno hasta las 8:00 pm para hacer varias detenciones y aún más advertencias. En la vieja Caracas de siempre, la delincuencia seguía igual. El caos era el Rey, y la violencia su Reina de brillante corona.

Como policía de la capital tienes pocas certezas. Una de esas pocas es que los cuerpos siempre aparecen, y se amontonan, en el asfalto o en la morgue.

Otra de ellas es que, por mucho que ames a los caraqueños, inevitablemente estos romperán las leyes, tirarán basura, serán descorteces y desconsiderados, incorrectos por decir lo menos.

Eso sucede cuando tu trabajo es controlar lo peor de una sociedad: pierdes la fe en ella.

Por eso le sorprendió enormemente cuando todo aquello empezó a suceder. Cuando una mañana despertó, repitió el ritual de siempre, y encontró un grupo de personas que cruzaban la calle por el rayado, cuando les correspondía. ¡Al fin un poco de civilidad! –exclamó. Aquella tarde fueron menos a los que esposó. No porque hubiera hecho su trabajo con menos tenacidad y ahínco, sino porque había encontrado menos delitos en su camino.

Y tal vez todo ello hubiera perdido importancia si no se hubiera repetido durante un mes, aumentando el número de personas y el número de acciones día tras día. Al cabo de exactamente 30 jornadas, 30 turnos en su moto, azul, la ciudad había cambiado. Como si de Suiza se tratara, los caraqueños eran ahora, con pocas excepciones, “modelos de buenas costumbres”, o como dijeran las abuelitas. Eran correctos hasta la médula.

Ahora sus recorridos eran casi paseos por el campo, tranquilos paseos donde siempre era saludado, respetado y obedecido por ciudadanos modelos. Al parecer, los reyes habían abdicado al trono a favor del orden y la paz.

Aunque se sentía aún tan incrédulo como ante un político modesto y poco deseoso de atención, se dejaba llevar por la tranquilidad recién adquirida como por una nueva droga potente y embargadora, casi heroína. Una tranquilidad particular.

Sin embargo, hubo algo que disminuyó pero no desapareció, como lo demás. Todos los jueves sin falta, tres cuerpos aparecían, en el asfalto o en la morgue, con dos disparos, sólo dos, justo en la frente y en ángulos raros y forzados.

De la misma forma, los ruidos característicos de la capital se habían trasformado. Habían perdido candidez, ritmo y sazón, y se habían hecho monótonos y casi metálicos.

Pero aquello él no lo notó. No al principio. No hasta que un jueves, justo el día 29 después de aquel primero en que todo empezara, descubrió que uno de los que yacía sobre una camilla en Bello Monte era su amigo, su pana del alma, Edison. Conocido en las escaleras de Petare como “El Comedor”, era un perrocalentero de toda la vida que hacía unas hamburguesas primas hermanas del tumbarrancho mientras mezclaba el “chévere” con el “vergación”.

El maracucho converso se hallaba ahí, con los ojos cerrados, oliendo a aceite de parrilla como si temiera aún la llegada intempestiva de los malandros que no lo atracaban a cambio de un “perro”.

De golpe, vio la extraña herida en la frente que asomaba por debajo de la gorra. Se la quitó para guardarla como recuerdo de aquel tipo que no volvería a servir comida. Inmediatamente, un cubo verde, brillante y caliente asomó por los pliegues del orificio de entrada de la bala, zumbando ligeramente sobre la piel carente de vida.

Aunque no era correcto, tomó aquello como un dado entre sus dedos. Fue entonces que sintió un intenso dolor que empezó a expandirse en ondas desde sus cejas hasta el resto de su cabeza, como olas malditas, aumentando de intensidad con cada segundo que pasaba.

Sólo tuvo un instante de máxima claridad, uno en que comprendió todo, y sus pupilas se dilataron de la impresión, antes de que sus manos sacaran el arma de su estuche. La observara. Revisara el peine. Quitara el seguro. La amartillara. Y la apuntara al peligro que ya estaba ahí, a su frente, y llegara una eterna e inmensa in…con…cien…

viernes, 4 de febrero de 2011

Sin Título

Segundo match match del tercer contraletras
Guillermo vs Gabriela C. vs José Leonardo: Masturbación

Sus recursos eran limitados a la hora de pensar en relaciones sociales. Nunca fue bueno para nada, no cantaba, no era catire, no era gracioso y, como herencia de sus padres, todos los conocidos le tenían cierta adversión.

Desde la vez aquella en la que la mujer que sería su madre se enamoró de un hombre diferente, de otro color, de otra clase social, un hombre que no estudiaba y que, en vez de ello, iba a lugares “feos”. Así, en alguno de esos lugares feos (como todos los lugares dignos de un amor verdadero), el amor se hizo mutuo, y tangible.

Adversa se hizo la historia entonces. Nueve meses antes, no era difícil odiar a esa mujer, a fin de cuentas, odiarla ayudaría, tal vez, a que dejara al "tipo ese" y se buscara un hombre de verdad. No obstante, nueve meses después, ese hombre se hizo una verdad, en el nacimiento de Uriel.

Ya no era sencillo odiar a la mujer que ahora debía estar unida a ese cualquiera, por ese carajito.


“Ella cree que hizo una gracia. Pero está muy equivocada. Si ella piensa que dándole un hijo a esa mierda va a lograr que yo lo acepte, se equivocó. Se equivocó, comadre. Yo a ese carajito no lo quiero. No lo quiero ver; a ninguno de ellos. Para mí, está muerta. Que se quede con su mierda”, decía su madre, tratando de justificarle a su comadre (para que no le contara a las vecinas) el hecho de botar a su hija de casa.

Uriel creció entonces, más en apariencia que de forma interna. En una casa en Carapita en donde tenía padres de cinco de la tarde a nueve de la noche. De resto, estaba eminentemente solo. Sin familia materna, pues ni su madre la tenía. Y sin familia paterna, pues casi no tenía padre.

Sus recursos eran limitados a la hora de pensar en relaciones sociales. Nunca fue bueno para nada, no cantaba, no era catire, no era gracioso y, como herencia de sus padres, todos los conocidos le tenían cierta adversión.

Por eso, con dieciséis años de edad, sin familia ni amigos, Uriel no encontraba nada bueno que hacer desde el mediodía hasta las cinco de la tarde.


- ¡Ese carajo hay que meterlo preso en El Rodeo!
- Es un menor de edad y ese procedimiento no es pertinente.
- ¡La carajita también es menor de edad… y pertinente un carajo!
- En parte hay que entenderlo –dijo el psicólogo- creció solo, sin amigos y sin figura paterna. Hablando con él, me enteré de que no sabía qué era masturbarse.
- ¡No te creo esa vaina!
- Así es. Y es un hecho normal, pues generalmente conocemos la masturbación por medio de la figura paterna o la información que los amigos del liceo nos dan al respecto. Este joven no tuvo familia ni amigos, por lo cual creció reprimido sexual y emocionalmente.
- ¡Coño de la madre…
- Eso no justifica el daño que le realizó a esa joven.
- Su estado mental no es sano, además, no es posible juzgarlo como un criminal. Al menos no como uno adulto.
- ¡La violó! ¡Tiene que pagar! ¡La violó, maldita sea!



Uriel, desde entonces, se masturba todas las noches en la cárcel de menores.

Detrás del telón, inspiración sexual

Guillermo Geraldo
Segundo match match del tercer contraletras
Guillermo vs Gabriela C. vs José Leonardo: Masturbación

Gemidos, gemidos, gemidos. 6:20A.M; es mi despertador. Cabellos lisos, grasientos, se despegan de la almohada, quito mis sábanas, por debajo de mi interior rasco mi pene; huelo. Aún soporta dos días más, cuestión que confirmo orinando; en mi glande apenas se asoma esa capa blanca alrededor del mismo, aún no es espesa; me baño el viernes. Me cepillaré ¡oh! Aún tengo carne mechada en mis frenillos: ¡olvidé lavarme los dientes después del medio día y aquel pabellón! Mis pulgares apresan mis cachetes y el espejo es blanco de las balas de mi acné. Algunas pepas ya son verdes ¡esa son las mejores para extirparlas!

Derivadas e integrales. Aún no entras al salón ¡claro! Es miércoles, tú papá no puede traerte hoy. Llegarás en diez minutos, justo antes de que el profesor Aparicio cierre la puerta.

Ahí estás, sin nada nuevo, con tu rostro, antítesis del mío. Llevas el splash de Victoria Secret, que me has hecho comprar para olerte en soledad. El suéter de París y sé que llevas bajo de él a pesar de no verlo; la camisa de rayas negra y roja, si no, la Aeropostale azul.
Acaba la clase, tenemos una hora libre.

Corro al baño, bendigo al blackberry, al facebook y tus fotos en la playa. Saco de mi bolso aquellas pantaletas sucias de mi madre y entre aromas de sudor y el perfume que usas, restriego la tela por mi rostro, me excito, empiezo a tocarme, no duraré dos minutos ¡ah, joder! Limpio el semen de mi pantalón y regreso a clases.

El resto de las clases no puedo dejar de mirarte, sólo la tos y el impulso de cerrar los ojos al tragar flema, separan mi vista de tu dorado cabello o tus senos en forma de lágrimas.

En la camionetica sigues ahí, por las calles sigues ahí, llego a casa y sigues ahí adjunta a mis pensamientos. Te inserto y mi imaginación, la única manera de amarte, a oscuras, envuelto en redes, amor de labios tejidos. Repito mi ritual del baño, pero mi almohada hace de tus nalgas y un interior sucio se convierte en tu rostro, donde acabo.

Gemidos, gemidos, gemidos, Jueves, 6:20 A.M, es mi despertador…

jueves, 3 de febrero de 2011

Así como en el libro de Kafka

En su corta estancia, el carajito no sabía nada de la vida, sin embargo le echó bolas y no le paró a ningún coñoemadre que tratara de echarle la partida patrás. Lo de él fue pura mala leche.

Lo mataron como en una película de Hollywood de suspenso (Destino Final). Se montó en la camionetica iba directo pa’ su casa, escuchando una bachatica bien chéverecambur en el emepecuatro y en un instante ¡suaz! El bicho estaba viendo a Messi jugar desde el Camp Nou.

Tres meses antes de su nacimiento, la mamá iba con el papá en un autobús. Que si los paramilitares contra las FARC, que si los bolívares valen más que los pesos, que si la inseguridad en Medellín no se compara con nada en el mundo, que si la corrupción, la política es una mierda, yo nací pobre y pobre me quedaré ahí, que si daleatucuerpoalegríamacarena, que si allá hay más misses Universo, que si las drogas pal carajito no es bueno, que la salud allá es mejor, que si hay vuelos directos pa' Inglaterra (¿?).

El pana que muere al comienzo y al final de esta historia nació venezolano. Así, le echó bolas a la vida desde que su papá se fue de casa en su segundo cumpleaños y, aunque era medio tapao para las matemáticas, se jodía en Educación Física como ninguno. Era puro 20 ahí. Claro, las otras materias las tenía de arrastre, pero eso no importaba. Él quería ser futbolista.

La wea por sacar a la familia adelante la pensaba todos los días —era el mayor—; sus otros cuatro hermanos cuyos papás habían desertado, por lo mismo que el suyo —cagazón mediática, machismo descontrolado y para dar la herencia de adelantado: abandono prematuro— lo veían como un ejemplo a seguir. Nuestro amigo que muere más adelante había cuadrado ya con un equipo de fútbol de Caracas. No era la gran vaina, pero era algo. Su madre estaba llena de emoción.

La madre tampoco era tan buena con él, era buena, pero igual le pegó cuando rompió un florero cuando tenía 5 años.

Él se acordó muy bien cuando recibió el tiro. Fue la misma sensación. Él estaba ahí jugando con una peloticaegoma, pero en vez de darle con la mano, lo hacía con los pies. De una patada, la pelota pegó en la reja, pero no se fue a las aceras de la calle, rebotó y dio con el televisor. Así que él corrió a agarrarla para que no se escapara por debajo de la puerta, pero tropezó con la pata de una silla, se dio madreecoñazo y del tiro movió un pedestal que tenía las fotos de la abuela, de una tía muerta que no conoció nunca y el florero que se rompió.

La mamá no preguntó qué paso, ni dijo nada, solo vino directo desde la cocina donde estaba haciendo el tetero para algún hermano y con la cuchara grande le dio su tatequieto en la cabeza bien duro. Él no lloró. Se contuvo, sentía que si lloraba le daría el gusto a su mamá. Quiso reírse como le decían sus amigos del colegio que se hacía con las madres. Si te pegan ríete, búrlate de ellas. Pero no pudo, no alcanzó a esbozar una sonrisa y solo apagó la mirada. No salió ninguna lágrima. La mamá le trajo una bolsa y le dijo al niño “¡recoge esa mierda ya!”, mira que viene Yancarlo —uno de sus padrastros— ahorita.

Desde ese día una idea había invadido su mente. Algo que no se apagó hasta que el malandro le pegó el tiro en la cabeza por andar en las nubes. Debía irse de su casa, debía viajar, debía tener dinero, quizá hacerse rico. Quizá robaría algo de la cartera de su mamá y compraría el Kino escondido, quizá aprendería a leer por fin, para, como decían en las telenovelas que veía con su mamá, “ser alguien”. Entonces prendió la televisión y pasaban un juego de fútbol: el Barça vs. Brasil narrado por Lázaro Papaito Candal. Él quería ser como Rivaldo, él quería tener sus problemas. Quería jugar en el Barcelona.

Con los años fue alimentando su sueño. Ya tenía palabreao un contrato; después si le echaba bolas capaz lo llamaban pa’ jugar con la sub-20, metía un golazo como el de Yohandry Orozco y listo, ¡Europa, baby!, vamos, mami, que ahora sí te quiero (y tú a mí).

Los budistas dicen que todo lo que hagas en esta vida, se te devolverá en la otra. Así que si haces bien ahora, serás recompensado luego, y si haces mal puedes terminar reencarnado en una cosa horrible, en un insecto, como en La Metamorfosis, o en haitiano, para sufrir de cólera, inanición y actividad sísmica. La diferencia es que en el libro de Kafka el tipo no nace siendo mosca, sino que se convierte en una. Eso es más mala leche aún.

Así fue que nuestro trágico amigo pagó alguna mala jugada que hizo en otra vida: el líder de la banda de “los reggeatonero papiaos” tenía una culebra con Yilson que sin saberlo era medio hermano del medio hermano del pana que mataron que jugaba fútbol, porque Yilson era el hijo mayor de Yancarlo con quien su mamá tuvo dos hijos. Como Yancarlo abandonó a Yilson cuando tenía como 3 años nunca conoció a su papá, así como los hermanos del pana muerto.

La culebra de Yilson y el otro pana es muy larga: un rollo de mujeres y drogas. Yilson no consumía, pero le gustaba robárselas, así se cuadraba las gevitas. O sea, no les daba a consumir nada, les enseñaba el montón de droga que tenía y luego iban a un monte a tirar y esparcir la cocaína con la brisa. Una geva le dijo a Yilson que por qué no hacía lo mismo con talco, que daba lo mismo, pero Yilson decía que él se drogaba viendo la cocaína volar con las hojas, que ver al talco salir volando en el espacio no tenía ningún placer y era un gasto de plata. Un pote de talco en Farmatodo cuesta como 30 bolos, mucho para algo que se va a desperdiciar, en cambio la cocaína la consigo gratis, se la robo a los panas. La chama no dijo más nada y le siguió haciendo favores sexuales a su amigo mientras este se drogaba con el aire.

Cuando el pana del fútbol salió de la práctica, se montó en la camioneta creyendo que iba a llegar a su casa. Casualmente, en el asiento de la ventana del otro lado estaba la chama que se lo chupaba a Yilson, mientras éste miraba la droga volar.

El pana del fútbol se sentó ahí para buceársela porque tenía unas tetas, pero no se atrevió a sentarse al lado de ella porque le daba pena y había más puestos vacíos. Sin embargo, no le quitó la mirada. Ella estaba viendo por la ventana porque sentía el acoso de él y aunque el pana del fútbol le atraía, seguía siendo un chamito y Yilson tenía más cuerpecito.

Viendo por la ventana, la chama de las tetas vio a Yilson saliendo de una casa. Yilson estaba como sudado y miraba a ambos lados. La chama le silbó “eeh, Yilson, aquí”, y se montó en la camionetica. El pana del fútbol que muere ahorita vio como Yilson le zampó una lata a la chama y le manoseó los pechos medio disimulado porque había una doña con un bastón más atrás que podía verlos.

En el trayecto, Yilson se puso a contarle algo a la chama de las tetas. Se notaba nervioso y decía “hay que irnos, vámonos pa' Cantaura, miamor”. El chamo del fútbol dejo de prestarles atención y como no le gustaba oír a cada rato popopopo poker faceee en la camionetica, sacó su emepecuatro y le dio play a Aventura.

Cuando terminó la canción ya había muerto. La doña del bastón dijo “esto es fin de mundo” e inundó de pánico a las demás personas, se levantó de su puesto, se volvió como loca. El chofer aceleró lo más que pudo cuando los motorizados se habían perdido de vista. No sabía a dónde ir. Unos decían “al hospital” y otros “a la policía, señor, vamos pa la policía”. A la chama de las tetas sólo se le partió una uña cuando aruñó a su novio del susto. Los vidrios de arriba del autobús mostraban los huecos de unos tiros mal apuntados. La bala que iba para Yilson por suerte terminó en el cerebro del medio hermano de su medio hermano. Los reggaetoneros papiaos en moto piraron cuando echaron la ráfaga de tiros sin saber si habían matado a alguien o no.

La intención de los motorizados no era matar a nadie, sólo asustar a Yilson, y en este país la intención es lo que cuenta.

La mamá del chamo del fútbol se fue a llorar a Bello Monte al día siguiente. “No es posible que mi hijo que iba a ser un futbolista profesional y que yo amaba mucho se me muera así de esta manera”, parafraseó la periodista de algún periódico de Caracas. “Mi hijo se iba a Europa” reseñaba también el texto que estaba leyendo alguien que pensó inmediatamente “este país es una mierda” en el sitio web del periódico, mientras cargaba "Poker Face" en Youtube y hacía una transferencia en el Mercantil Online.

Un día antes del entierro, el padre llegó de Colombia. Un poco de café de allá, unos dólares y la llorantina le dieron el perdón al hombre que se arrodilló frente a la tumba de su hijo. Sus hermanitos jamás pensaron que eso que les había sucedido a sus compañeros de clases les pasaría a ellos. “Si se hubiera metido a malandro, hubiera sido mejor porque así, por lo menos hubiera podido defenderse”, dijo una doña, que inmediatamente se fue a la recepción de café y galletas cuando se dio cuenta de que a nadie le agradaron sus palabras.

Su madré lloró unos semanas más sin saber que capaz su hijo podría estar naciendo en un país de Europa convertido en estrella de fútbol.

Cuando éramos pobres

Noelia Depaoli
Primer match del tercer contraletras
Noelia vs Moisés vs Paula: Pobreza, riqueza, redención

Llovía tanto, que teníamos que ponerle mas periódico con gasolina al techo para sellar las goteras, papa corría de un lado a otro y de cuando en cuando salía al patio a barrer las ramas y hojas que la tormenta arrastraba para evitar que se inundara y nos hundiera la casa. Las perras temblaban en la cocina y mis hermanas dormían con las piernas estiradas mientras el cielo se caía sobre el barrio.

Pero eso era cuando nosotros éramos pobres.

Mama se fue por esa razón, porque eramos terriblemente miserables y ya estaba cansada de usar siempre los mismos zapatos, la misma cartera desgastada y ver la billetera sin billetes le rompía el corazón, por eso ella se fue. Porque después de la tormenta, la casa se hizo mas pequeña y no había tantas ollas para recibir las gotas que caían de nuestro techo colador. Yo no se, si se fue porque tenia el corazón roto o el alma rota, solo se que nos rompió el corazón cuando se fue.

Pero, repito, eso fue cuando éramos pobres.

Porque luego papa abandono su trabajo como taxista y se volvió a juntar con Juan Carlos, el que era amigo de un chamo que mataron hace unos años, y le empezó a ir bien, vendió el carro y la casa se llenaba de gente y música los fines de semana: Devorame otra vez, ven devorame otra vez, ven sacudeme con tus deseos mas, que el vigor lo guarde para ti... y así seguía, rápido, rápido, y la gente bailaba, rápido, rápido. Y papa dijo que estaba bueno, que nos mudáramos del barrio porque ya no eramos tan pobrecitos y a mis hermanas las pasaron para el Colegio Teresiano y a mi también y las niñas nos llamaban "tierruas" y "marginales" y mi hermana Kari lloraba y yo me entraba a coñazos, y mas nos llamaban tierruas y venían las monjas y hablaban con papa y el les sacaba un poco de plata y todas callaban y nos dejaban tranquilas.

y así seguían las cosas, rápidas, rápidas.

Un día vino Juan Carlos y lo buscaba la policía y fue a la casa pero se metió por el patio y no sabia que teníamos a las perras sueltas y le arrancaron un trozo de la pierna, que sonó como cuando despedazas un trozo de pollo con los dientes pelados. Juan Carlos no grito porque sino lo encontraba la policía y las perras no ladraron, porque ellas nunca ladraban, solo mordían. Lo encontramos medio devorado por las perras y ni al seguro social lo pudimos llevar porque el tenia miedo a que lo encanaran y papa repitió lo mismo que en las fiestas: "ya esta bueno ya, vamos a mudarnos del barrio".
Después Papa hizo una platabanda y luego un segundo piso donde dormíamos cada una en su pieza y puso en el cuarto de Johana una ventana enorme donde ella metía en la noche a su novio y dormían juntos pero ella creía que nosotras no sabíamos nada, pero sí sabíamos y nunca le dijimos a papa. Y mientras mas grande se hacia la casa, mas gente venía y venía, y bailaban merengue y nunca paraba la música, rápida, rápida. Como las caderas de Johana cuando baila en la noche con su novio, cuando ella jura que nadie sabe, que nadie la ve.
Una noche la vecina llamo a mi papa y le dijo que se estaban metiendo a la casa por una ventana. Mi papa salio borracho de la fiesta, subió las escaleras, abrió la puerta del cuarto de Johana y la encontró con el novio encima, sacó la pistola que le regaló Juan Carlos cuando lo salvo de la policía y le metió unos tiros, solo para asustarlo, pero le dio en el pecho y casi lo mata. Llegó la mama del chamo y Johana lloraba en una esquina de su cuarto, envuelta en una sabana salpicada con la sangre del novio. Y yo agarraba a Kari porque era muy chiquita y no entendía nada. La gente de la fiesta salio disparada y Juan Carlos y un amigo de él, sacaron a mi papa que estaba lívido y con los ojos abiertos como platos.

Pero eso fue hace tiempo...

Se llevaron a papa y no volvió. Vino a cuidarnos una tía y a Johana la mandaron a una escuela de señoritas en Mérida. A Kari y a mi nos sacaron del Teresiano y a nadie le importó porque ni amigas hicimos allí. Mi tía dijo que mi tío se encargara de nosotras ahora, que no nos preocupemos por papito que él esta bien, que se fue con las perras y que ahora ellas lo cuidan a a él.
Kari se cree todo, porque ella solo tiene siete años y no se acuerda de nada. Pero yo sí y a ratos cuando llueve, me meto en el cuarto de Johana y miro las gotas caer sobre el colchón solitario de su cuarto y me fijo en el techo para ver si no tiene goteras y me asomo al patio para vigilar que no se inunde con las ramas y las hojas que arrastra el viento con su furia.