Recé
Por Jessica Márquez Gaspar
Era el látido acelerado pero rítmico de su corazón. Podía sentirlo contra mi pecho. Pensé entonces en lo básico de aquel contacto, en lo importante de la cercanía. Imaginé entonces las posibilidades infinitas de la proximia, y en aquella fuerza invisible pero sensible que corría entre nosotras, todo aquello que quería decirle mientras ella permanecía cercana a mi ser, a mi corazón que latía rápido, casi desbocado. La abracé aún más fuerte, pero con delicadeza, mientras sentí su indefensión y mi posibilidad de ayudarla. Ante todo, la amaba intensamente, era un miembro de mi familia.
La deposité suavemente sobre la mesa metálica, en la que se posó con ojos asustados y las frágiles paticas en un ángulo extraño. Me miró entonces en busca de consuelo y corrí a acariciarla, a hablarle suavecito pero con tono alegre para trasmitirle algo que no sentía: paz, esperanza. Detallé su pelaje, que brillaba con destellos perlados. Me mantuve a su lado por lo que me parecieron horas eternas, tocándola eternamente con el deseo casi infantil de que mis manos pudieran curarla.
Tuve finalmente que despedirme de ella porque había caído la noche. Justo cuando estaba en la puerta, volteó a verme, como preguntándome hacia donde me dirigía. La miré y creo que entendió que volvería. Se acostó y cerró los ojos con un suspiro. Yo también suspiré mientras me dirigía a mi casa, rezando para que aquella no fuera la última vez que sintiera el latido de su corazón contra el mío. Recé, y aún espero respuesta.
La deposité suavemente sobre la mesa metálica, en la que se posó con ojos asustados y las frágiles paticas en un ángulo extraño. Me miró entonces en busca de consuelo y corrí a acariciarla, a hablarle suavecito pero con tono alegre para trasmitirle algo que no sentía: paz, esperanza. Detallé su pelaje, que brillaba con destellos perlados. Me mantuve a su lado por lo que me parecieron horas eternas, tocándola eternamente con el deseo casi infantil de que mis manos pudieran curarla.
Tuve finalmente que despedirme de ella porque había caído la noche. Justo cuando estaba en la puerta, volteó a verme, como preguntándome hacia donde me dirigía. La miré y creo que entendió que volvería. Se acostó y cerró los ojos con un suspiro. Yo también suspiré mientras me dirigía a mi casa, rezando para que aquella no fuera la última vez que sintiera el latido de su corazón contra el mío. Recé, y aún espero respuesta.
4 comentarios:
Y nosotros rezamos por nuestra amiga. Esperamos que estés bien amiga. Te queremos muuuuuuuuuucho, amiga mucha fortaleza...
=)
Gracias Gaby! que linda :D y yo a ustedes! muchísisisisisimo!
Gracias Gaby! que linda :D y yo a ustedes! muchísisisisisimo!
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