lunes, 31 de enero de 2011

Pauta 48: Tercer match de contraletras

¡Nos estamos volviendo adictos a esto!


Esto está tomando control sobre nosotros.

Tercer y antepenúltimo contraletras, ¡Haga sus apuestas!

1º Jueves 3/02/2011. Contrincantes: Noelia, Moisés y Paula. Pauta: Pobreza, riqueza, redención.

2º Viernes. 4/02/2011. Contrincantes: Guillermo, Gaby Jr. y José Leonardo. Pauta: Masturbación.

3º Sábado. 5/02/2011. Contrincantes: Samar, Jessica y Víctor. Pauta: Invasión alienígena.

4º Domingo. 6/02/2011. Contrincantes: Gabriela V. y Andrea. Pauta: Caracas futurista

sábado, 29 de enero de 2011

Primera intervención literaria

Algunas fotos de la primera intervención literaria de Letras a litros, realizada el pasado 28 de enero en el pasillo de Derecho de la UCV. Puedes leer los textos abajo de este port.

Pronto comunicaremos las nuevas actividades, que incluyen más intervenciones literarias y nuevas universidades.

Para más fotos y reseñas, búscanos en Facebook: letras a litros (Comminity)
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Copiarse en el examen

Realizado en la primera intervención literaria
28 de enero, pasillo de ingeniería, UCV

Por Víctor C. Drax

Estaba muerto. Bueno, no realmente. No en el mismo sentido en que Hitler está muerto, pero a fines prácticos era igual.
¿Qué decir? Que no estudié. Que me quedé bebiendo ron porque es más chévere que una tarde de cálculo.
Al final, no importa.
Lo que importa es el examen de mi pana de al lado.

Enamorada

Realizado en la primera intervención literaria
28 de enero, pasillo de ingeniería, UCV

Por Víctor C. Drax

-¡Verga! Pero sí está más loco que el coño...
-¡Sí! Y por eso se empató contigo.
La mente obra deliciosamente sobre uno cuando se está enamorado. Por eso yo no me enamoro.
Prefiero estar loca y sola, a enamorarme y que sea otro el que venga a enloquecerme.

Alcohol

Realizado en la primera intervención literaria
28 de enero, pasillo de ingeniería, UCV

Por Jessica Márquez

Tres tragos, tal vez cuatro. Ya no sé cuántos pasaron.
Sólo sé que no estabas en el fondo de la botella. Estabas más allá, donde otra te abrazaba. Fuera de mi alcance, perdida para siempre. Otro trago, ¡por favor!

Zapatos

Realizado en la primera intervención literaria
28 de enero, pasillo de ingeniería, UCV

Por José Leonardo Riera

Se te quedaron los zapatos debajo de la cama que cubrió tu decencia. No importa tu vestido, ni tu perdida esencia, ¿cómo andarás entonces en facultad de Ciencias? Si fue ahí que te conocí, aun descalzo, tu inocencia. ¿Dónde está? En tus zapatos... Y bajo de mi litera.

Derecha e izquierda

Realizado en la primera intervención literaria
28 de enero, pasillo de ingeniería, UCV

Por Gabriela Valdivieso

Atras el pasado. Adelante el futuro. A los lados: yo. Mi planteamiento me define, pero aquí y ahora no tengo ganas de decidir un rumbo, sino de saltar muy lejos.

Planetas

Realizado en la primera intervención literaria
28 de enero, pasillo de ingeniería, UCV

Por Samar Hokche

Me haces delirar. No puedo, aunque lo inetnte dejar de pensar en ti, te siento, te deseo, necesito tus besos.
Sólo hace falta una caricia, una simple sonrisa para caer rendida al dulce veneno de tu ser.
Definitiavmente no eres de aquí, no eres de este planeta.

Fútbol

Realizado en la primera intervención literaria
28 de enero, pasillo de ingeniería, UCV
Por Dagil Ochoa, poeta invitada

No tengo ni idea del tema, ¿A quién se le ocurrió hacerme hablar de fútbol? Si no sé jugar ni voleibol. No inventes, ni me presiones, que aquì en Venezuela sólo se habla béisbol.

lunes, 24 de enero de 2011

Terminé; me terminaron así.

Cuarto match del segundo contraletras
Gabriela C. vs José Leonardo: Yo terminé, a mí me terminaron así.



- Es que… -le dije- eres anormal.
- ¿Anormal es amarte y decírtelo, Ana?
- ¡Se trata de que quieras como los demás!


Su apariencia no delata lo monstruoso que resulta él. En todos los sentidos lo es. Su cabello, largo y enmarañado, no podía poseer el único fin de jalarlo al hacer el amor, y de acariciarlo una vez que el amor estaba hecho. Y su sonrisa, camuflada siempre entre la ternura, sólo podría significar una cosa: te lo dije.


- Yo te dije que no sería fácil, pero que sería.
- ¿Que sería qué? ¿Qué es esto?
- ¡Ana, esto somos tú y yo!
- ¡No me digas Ana!


Avanzó hacia a mí y me dijo algo de una forma educada y respetable. Siempre tuvo esa manía de ser amable. ¿No es eso anormal? Es tan anormal que no estuve preparada, ¿Qué puedes hacer tú ante una persona que te trata bien y te respeta? ¡Como están las cosas, o te enamoras o pierdes!


- Ani, yo te amo. De verdad. Las demás no importan.
- Si no importan, ¿por qué estuviste con ellas?
- Nunca estuve con ellas, en cada beso, en cada caricia, estuve contigo. Tú eres parte de mi alma. Mi alma es más tuya que mía. Nuestra unión es tan sublime… jamás te he sido infiel, siempre he sido fiel a nuestro sueño. A nuestro amor.


Debo aceptar que lo de artista me llamó la atención. Ahorita hay hombres obreros, doctores, ingenieros, y muchos más, incluso, sin oficio; un artista, con éxito en su trabajo, era sencillamente exótico a mi parecer. Y apoyé su sueño, pues yo nunca tuve uno. Y él se hizo, no sólo mi sueño, sino también mi realidad. Vi cómo crecía. Y mientras más lo hacía, más pequeña me sentía. Sí, fui feliz en cada uno de sus triunfos, pero sabía que lo estaba perdiendo. Que ya no era mío, ahora era de su público, de su trabajo.

Viajó a otros países, y viajó a otros cuerpos. Yo siempre recordé, en aquellos momentos, su historia del ave enjaulada. Al principio, no deseé enjaularlo; al final, no pude hacerlo.



- Mi amor, todo esto que hago es por ti. Para llevarte a cenar, para llevarte al cine, comprarte un departamento, comprarnos un carro. Pronto esto y más será posible.
- ¡Yo no quiero un carro! ¡Yo te quiero a ti!
- Yo te amo mucho, Ani, pero no soy un objeto, lo único que puedes poseer de mí es mi alma. Y ya es tuya. Pero no puedo detenerme. Es nuestro sueño; y el mío también. Tú tienes lo único que realmente poseí alguna vez. Y te entregué mi alma porque tú la salvaste. ¿No te basta con saberte dueña de ella? No pienses en mis viajes, no pienses en aquellas mujeres que no han sido nada para mí. Tú eres la única persona que me importa. Te pido por favor que yo, y sólo yo, sea lo que te importe a ti. No te fijes en nada de lo que me rodea, pues todo es mentira. Mi verdad eres tú. Tú me amas, yo te amo, ¿por qué no podemos seguir juntos?

- Es que… -le dije- eres anormal.
- ¿Anormal es amarte y decírtelo, Ana?
- ¡Se trata de que quieras como los demás!


Terminé.
Así me terminaron.


Me quedo con la gente que no sabe de almas, que no sabe de arte, que no sabe de viajes. En fin, una vez que se hace el amor (y que el amor está hecho) terminar, y que la terminen a una, es algo totalmente normal.

Yo terminé, no me terminaron

Gabriela Camacho
Cuarto match del segundo contraletras
Gabriela C. vs José Leonardo: Yo terminé, a mí me terminaron así

Y tú creías que yo iba a deprimirme. Que lloraría tu ausencia por mucho tiempo, más tiempo del que duré contigo. Eso me demuestra que todo en tu mente es una infantil ilusión, una distorsión de la realidad. ¿Te da curiosidad saber lo que hice cuando te marchaste? Te contaré con detalle; puedes preparar un té o un café, grande, y sentarte en un cómodo sofá.

Primero que nada, cerré la puerta, sin molestarme en mirar por la ventana cuando te marchabas. Decidiste terminar todo, o quizá fui yo, no lo recuerdo. Tengo mala memoria para las cosas patéticas. Sentí lentamente cómo la felicidad perdida iba llenando el lugar, se trepaba por las paredes y hacía dibujos de formas extrañas en mi mente. No creí que darle fin a esta tortura me haría sentir tan bien.

Tomé tu ropa con decisión y algo de satisfacción, la apilé en el jardín y la rocié con todos tus papeles inútiles. Sabía que sería una linda fogata. Volví al interior de la casa y preparé un vaso enorme de una bebida fría, que me refrescaría mientras veía una parte de tus cosas arder, lentamente, bajo el cielo azul de verano. Mi perro parecía estar contento también, creo que te odiaba. No sería justo culparlo por ello.

La ropa tardó un par de horas en consumirse por completo, poquísima diversión para mí. Sin embargo, me daba una especie de alegría enfermiza pensar que tu camisa favorita estaba allí, desapareciendo en cenizas. Ah, ¿recuerdas esa réplica del palacio de Versalles que tanto amabas? No creas que te la devolveré, es mía, siempre me gustó. La coloqué en mi lado de la habitación, riendo al pensar que ahora ambos lados serían míos. Cada vez la situación se ponía mejor.

Con la mitad del armario vacío podía pensar en comprar más cosas. Ir a un centro comercial me despejaría (como si en verdad lo necesitara), me daría ideas. Pero no, no era el momento. Al fin podía oír mi música favorita y bailarla donde quisiera, comer lo que me gustaba y hacer lo que quería. Me sentía libre, ¿sabes? Aún ahora. Espero que estés bien, igual o mejor que yo, aunque pienso que lo segundo es imposible.


Cuando hube terminado de limpiar de ti mi hogar, me senté a disfrutar de mi nueva soledad de tiempo indefinido. La noche empezaba a caer sobre los tejados de las casas vecinas y las estrellas hacían su aparición sobre la manta oscura del firmamento. Lo que estoy pensando es gracioso, mucho, te lo diré: lo mejor de esta historia es que yo terminé, no me terminaron. Así de simple.

domingo, 23 de enero de 2011

Cuando aún

Gabriela Valdivieso

Tercer match del segundo contraletras
Gabriela V. vs Jessica vs Guillermo: Mi primera gran pérdida

Mi última gran pérdida fue mi esposa por ese maldito cáncer.
Antes perdí a mis hijos, que se fueron a hacer vida lejos de este viejo.
Antes perdí la casa de mis ahorros para llegar a este hueco.
Perdí a mis padres, ley inevitable de este ciclo.
Perdí el trabajo de mis ilusiones.
La comodidad de ser estudiante y tener el camino preestablecido.
Una noviecita que se enamoró del gringo de la clase.
Mi pelota favorita
Las llaves de mi tío.
El seno de mi madre.
Todo esto perdí.
Pero mi primera gran pérdida es la misma que mi último gran hallazgo: mi memoria anterior, los recuerdos de cuando aún no era yo y de cuando mi vida aún podía ser otra.

Se han ido y no volverán

Jessica Márquez
Tercer match del segundo contraletras
Jessica vs Guillermo vs Gabriela V: Mi primera gran pérdida

Cómo explicar lo que significa perder a alguien que amas. Como poner en palabras el enorme vacío que se crea entorno a su ser, entorno a lo que representaba en tu vida. Aún no existe el lenguaje que pueda expresar un abrazo que no volverá, una sonrisa que se ha quedado perdida en el viento. Cómo explicar que la vida es cruel, que el tiempo pasará, y que por mucho que lo intentemos hay personas que no están destinadas a caminar todo el camino con nosotros. Es sólo la forma en que suceden las cosas. Estamos destinados a vivir rodeados de fantasmas, a vivir a medio camino entre esta vida, la que incluye a los que aún están aquí para amarnos, y los que se fueron irremediablemente. Tal vez no se fueron físicamente, pero sencillamente ya no están.

Su templo es la memoria. El espacio que habitan son los recuerdos. Son sus eternos protagonistas, como una película que ha sido vista millones de veces, que ha sido retrocedida y adelantada tantas, pero tantas veces, que hemos perdido conciencia de su linealidad, que ya no sabemos si realmente sucedió o si es producto de nuestra imaginación. Es así como podemos llegar a perdernos en esta semi-vida. Pero es inevitable. Es inevitable no querer dejarlos ir. Es inevitable quererlos siempre cerca y volver a olerlos, escucharlos, tocarlos, verlos. Entonces soñamos que estamos junto a ellos nuevamente, que nunca se fueron, pero es tan sólo una ilusión, la expresión de un deseo intenso pero reprimido, como diría Freud.

Hay pérdidas que suceden instantáneamente. Que son un pestañeo, un instante, un aleteo de una mariposa distante, en el otro lado del mundo. Hay otras que son lentas y mucho más dolorosas, son pérdidas que se convierten en un peso en los hombros, en una forma de vida. Mientras tanto, estamos caminando y los fantasmas están ahí. En la calle, en un aroma, en una vieja canción, en un recuerdo que nos asalta cuando tenemos las defensas bajas. Cualquier cosa puede desatarlo, cualquiera. Los objetos más insignificantes y cotidianos se convierten en grandes tesoros. El dinero deja de importar. El dolor persiste, y nunca se va. Se convierte en una gran cicatriz, y a medida que más pérdidas experimentamos más cicatrices tenemos. En el alma, muchos somos hombres y mujeres venidos de la guerra, una que se libra en el campo de batalla del destino, intentando engañar a su plan maldito, intentando cambiar el número en que cayeron los dados. Pero es imposible.

Cuando alguien se va de esa forma, tan lentamente, la pérdida se prolonga. Hasta que un día despertamos ante una mañana donde el sol calienta, y sentimos sus rayos, y nos damos cuenta que el peso se ha alivianado. Que somos capaces de amar un poco más y de sufrir un poco menos. Es el momento en que decimos adiós, en que aceptamos que esa persona murió, que ya no está en nuestra vida, o que la persona que era ya no existe, que se fue con las olas, con un cometa, o tal vez tan sólo alzó la mirada, abrió sus alas y voló. Lo cierto es que nuestra existencia tendrá que pasar sin ellos. Atrás quedan entonces aquellas pequeñas historias personales, algunos objetos, risas y lágrimas revueltas en un cajón, y somos capaces de continuar un poco más. A veces, las más terribles, debemos desarmar la vida de quién amábamos. Vamos quitando piezas, vamos dejando desnudo al ser humano, al que realmente no conocíamos porque estábamos muy ocupados viendo únicamente lo que quería mostrarnos de sí mismo. Y quedamos desnudos nosotros también, en aquella incertidumbre, en el dolor, en la profunda sensación de la pérdida, del vacío.

La única forma de vivir después de las pérdidas es seguir viviendo. Ana lo dijo en Ana y el Rey cuando le preguntaron: ¿Y cómo sobrevive?, y ella respondió: un terrible día a la vez. Hasta que ya no todo es terrible. Hasta que el dolor da paso al perdón, a la aceptación, hasta que la realidad deja de batallar con los anhelos más profundos del corazón, hasta que los perdonamos por haberse ido, o hasta que el destino en un giro imprevisto de la trama nos da una oportunidad de recuperar a quien perdimos. Pero eso casi nunca sucede. Llega un punto en que dejamos de sentirnos solos y vulnerables, en que dejamos de llorar a los que partieron, y llegamos a la felicidad.

Quisiera decir que estoy ahí, pero voy poco a poco. He avanzado, he cerrado algunas heridas, hay cicatrices que ya no duelen tanto como antes. Pero nunca superaré mi primera gran pérdida. Fue física y emocional al mismo tiempo y, aunque han pasado años de ese nefasto momento, no hay un día en que no me defina, en que no marque mis acciones, en que no me transforme como ser humano. Y a veces, quiera reconocerlo o no, en los rincones oscuros de algunos días perdidos me encuentro con los fantasmas de quiénes se fueron aquel año, y los lloro impotentemente. No puedo evitarlo, fue mi primera gran pérdida. Pero el resto de los días me levanto y siento los rayos del sol. Porque quedan demasiados a los que amar, porque queda demasiada vida por vivir, y ellos querrían que la viviera a plenitud...a pesar de que ya no están.

viernes, 21 de enero de 2011

Onryo

Victor C. Drax
Primer match del segundo contraletras
Victor vs Paula vs Samar Misterio en el extranjero

Los que conocían a Gerardo Valdés lo tenían como un exitoso hombre de negocios. Tenía sólo veintiocho años, pero su sueldo ya estaba por encima del promedio nacional, tenía dos inmuebles a su nombre y a veces viajaba por placer en los fines de semana, siempre fuera del país. Asesor jurídico de una de las principales empresas de Venezuela, su novia era una reconocida estrella de televisión, con aspiraciones muy realistas de lanzar su carrera a nivel global. El sueño yuppie vuelto realidad.

Pero ese no fue el hombre que consiguió Andrés esa tarde. Gerardo era una versión desahuciada de sí mismo, pálido, ojeroso, con barba de una semana y el espíritu quebrantado de mucho más.

—Sólo quiero que me digas —pidió Andrés—, ¿los mataste tú?

Alrededor de ellos, el mundo seguía igual, ajeno al sufrimiento particular. Una pareja de jóvenes nipones clásicos, con cabellos de todos colores y atuendos post-punk, reía entre tazas de té. Más acá, un sarariman leía la prensa con un plato de sopa miso enfriándosele enfrente.

La camarera, una discreta jovencita que apenas hacía ruido al caminar, se aproximó a ellos.
—Tei-syoku? —preguntó.
—Nan-to ossyai masitaka? —contestó Javier.
—Tei-syoku.

Javier sacudió la cabeza. No, no estaba interesado en ver la carta, no lo estaría durante horas. La jovencita se marchó con su andar silente y Javier bendijo la discreción japonesa una vez más.

El rostro de Gerardo estaba sumergido entre las sombras que creaban sus manos al sostenerlo sobre la mesa. Andrés puso la mano entre ellos dos, sobre el mantel blanco, a plena vista de su colega. El olor a tierra mojada de la llovizna de Tokio entró a través de la terraza.
—¿Fuiste tú?
Gerardo habló primero con la mirada y luego con la boca. Para cuando admitió el delito, Andrés se había hundido en su silla con el peso de saber que estaba frente a un asesino.

Asesino, claro, era un eufemismo para lo que Gerardo había hecho. Aquello fue una carnicería.

La natural paranoia de Andrés le hizo mirar alrededor, en busca de curiosos, de demasiado interés. A partir de ahora, que sabía quién era el responsable de las muertes, si no lo entregaba se convertía en cómplice.

—La policía —dijo, todavía mirando alrededor—, la policía se presentó en mi oficina. Me preguntaban por qué no estaba yo en el hotel la noche… en que todo ocurrió. Sospechan de ti y de mí.

Sostuvo la copa de agua con desinterés. No sabía si estar asustado o compadecido del otrora hombre modelo que todos habían querido ser. Al mirarlo, el retrato de un sujeto distinto al que conoció, la pregunta que siempre brotaba en un momento como este volvía a aparecer:

—¿Por qué?

Había retrocedido en su memoria, caminado sobre sus propios pasos desde la noche en que se fueron de juerga hasta la mañana en que llegó al hotel con aquella resaca, para verse sometido por policías.

Hay gente que reacciona muy mal con el alcohol (algunos sociópatas bebían antes de entregarse a sus aventuras homicidas), pero ese no era el caso de Gerardo. Aquella tarde salieron de la reunión con el señor Matsuhara y el señor Aoki, de la Mitsubishi, y se fueron de parranda a celebrar el millonario contrato. Un puñado de yuppies venezolanos triunfando en el Tokio cyberpunk ameritaba una visita a Kabukicho, el reconocido sector del placer. No era la primera vez que lo visitaban, perdiéndose entre sus más de tres mil restaurantes, locales nocturnos, tascas, cafés-karaoke y demás. La diferencia radicaba en que esta vez acudían para darle acción a lo que, hasta ahora, había sido una fantasía borracha.

—¡Vamos a coger putas chinaaaaaaaas! —gritaba Federico, sin la menor preocupación a la mentada discreción, ni al hecho de que quizá los muchos yakuza en las cercanías podían hablar castellano.

Primero fue el predespacho en el sushi-bar de costumbre. El nihonshu (una especie de sake) siempre les había maravillado: con dos pequeñas copitas tenías el mismo impacto que con dos cajas de cerveza; era un invento maravilloso. Siempre que iban recordaban la oportunidad en la que Fede, asumiendo que todo el alcohol del mundo es igual, se había servido el nihonshu en el plato de sopa, tomándoselo todo a continuación. Los demás, que ya habían visitado Kabukicho, se quedaron boquiabiertos, con la sola voz de Gerardo repitiendo “mariiiicoooo”. Fede quedó inconsciente en el acto y al día siguiente no sabía dónde estaba ni quiénes estaban con él. Fueron buenos tiempos, que dolían cuando Andrés los repasaba.

Fueron entonces a una de las “casas de masaje”, donde cada quién entró en una habitación, eligiendo posteriormente a una chica en un menú. Andrés no podía rendir cuenta sobre la experiencia de los demás, pero sí sobre lo que recordaba de la propia. Estaba ebrio, en demasía, al extremo en que ignoraba si le había cumplido a la muchacha o no (para preservar el ego, omitiría esa parte de la historia a futuro). Sabía que salió del burdel y tiene la vaga memoria de meterse en un bar de karaoke. Despertó a la mañana siguiente, gracias a los esfuerzos de un mesero de muy malas pulgas. La luz del sol lo recibió como recibiría al Conde Drácula, así que se las ingenió para comprarse unos lentes oscuros baratos en las cercanías, un par de analgésicos (que eran vendidos en paquetitos individuales, con una pastillita de comiquita dibujada en el empaque) y pedir un taxi que le llevara al hotel. Fue cuando llegó al hotel que la realidad lo abofeteó.

—Sólo quiero que me digas por qué lo hiciste —insistió.

Las manos le temblaban. No se había dado cuenta.

Gerardo sacudió la cabeza, empezó a hablar, se interrumpió y empezó de nuevo. Se inclinó al frente, bajando la cabeza.

—Fui yo, pero no fui yo —dijo—. Fue ella.

Andrés se quedó en la misma postura que tenía. Lo único que estaba claro era que nada estaba claro. Bien podía ser Gerardo como quizá no. Entendió que el pobre maldito pudo despertarse en medio de la masacre y salir corriendo, asumiendo lo peor.

Pero no tenía sentido. Las cámaras del hotel lo habían visto abandonar muy calmado.

—Explícate bien, broder.

Gerardo se aclaró la garganta y bebió un sorbo de su copa. Se secó los labios con el dorso de la mano.

—Fue ella —repitió—. La puta. Me pegó algo. Tengo algo por dentro.

—Algo por dentro.

Gerardo asintió.

—Eso no tiene sentido.

—Llama a la policía. Quiero que me encierren.

De repente no estaba tan loco como parecía, después de todo. Andrés la llamaría, claro que la llamaría. Pero no aún. La curiosidad mató al gato, pero nada mató a la curiosidad, que se quedó ahí, picando en el cerebro.

—Gerardo: ¿Qué pasó esa noche en la habitación?

Gerardo se abrazó, arrugó el rostro y empezó a llorar, tapándose los ojos con una mano. Los otros comensales empezaban a voltear en su dirección, algunos cuchicheaban. Otros fingían que no oían nada.

Andrés le puso una mano en el hombro.

—Tranquilo, tranquilo. Respira.

Gerardo respiró a tragos profundos. Habló hacia el suelo, no a su interlocutor.

—¿Te acuerdas que llegamos al burdel borrachos, no?
—Sí.
—Yo ni siquiera elegí a mi caraja. Me quedé dormido en la cama.
—Entonces ¿cómo…?
—Escúchame, escúchame… me quedé dormido en la cama. Y ella entró en la habitación. Yo no la había pedido, pero entró. Me desperté y asumí que la había llamado, pero cuando la vi a los ojos, supe que no… que no estaba bien. tenía los ojos rojos. Todo rojos, como dos globos de sangre espesa.

Andrés se llevó un puño a la boca. En efecto, Gerardo se había vuelto completamente loco.

—Abrió la boca —continuó— y… y lo vomitó. Lo vomitó.
—¿Qué vomitó?

Volvió a sacudir la cabeza.

—No puedo más —se dijo.

Qué bueno. Andrés había escuchado suficiente.
Pasaron la conversación con unos tragos de silencio, que Andrés sabía que su amigo necesitaba mucho más que él. Le invitó un poco de agua y Gerardo bebió.

—Ahora voy al baño, ¿ok? —dijo Andrés— Espérame aquí.

Realmente iba al mostrador a pedir el teléfono. Llamaría a la policía y les diría que no sólo estaba con el principal sospechoso de la masacre del hotel Hokkaido, sino que acababa de escuchar su confesión. Gerardo pidió que lo encerraran, pero perturbado como estaba, podía cambiar de opinión de golpe e irse corriendo si sabía que la policía venía en camino. Se puso de pie…

—Era como un bebé —dijo Gerardo, hablando entre sus manos, fijadas en su cara—. Pero no tenía piernas, sino como una cola. Era como un gusano. Y se arrastró. A… Me habló, me dijo en español, cubierto de una baba negra. Sabía a cebolla.

Gerardo tenía a su amigo sujeto por la muñeca, la misma presa firme de las águilas al capturar una presa.

—Nos fuimos a la habitación y ahí sucedió —dijo, esta vez mirándolo a los ojos. Las lágrimas le habían hecho surcos en la cara manchada de tierra. Se había puesto más sereno—. Yo no podía controlarlo, pero lo vi. Caí al suelo bocarriba. Me arqueó la espalda hacia abajo y me puse de pie. Caminó de espaldas con mi cuerpo, con la cabeza hacia el suelo. Y los mató, con los dedos y con las uñas y con los dientes.

Soltó la muñeca de Andrés.

—Cuando me desperté, todavía tenía sangre y… cosas entre los dientes.
—¿Tomó control de ti?

Gerardo movió la cabeza. “Sí”.

—Y esta criatura los mató.
—Con mi cuerpo.
—Con tu cuerpo.
—Y con cosas que le salían de mis dedos. Como… gusanos. Y a veces habla conmigo. Por mi boca.

Andrés asintió. Era una defensa clásica. Echarle la culpa a una segunda personalidad por delitos que obviamente habías cometido tú.
Quizá en el caso de Gerardo, era cierto. El cuento era un exabrupto, pero sí podía ser un extraño caso de personalidad dividida.

Andrés fue al mostrador y cumplió con su plan. Volvió a la mesa, encendió un cigarrillo y se quedó con su antiguo amigo, serenándolo con una mano en el hombro hasta que la policía irrumpió en el lugar. Gerardo parecía ya estar esperándolos. Apuntarle era innecesario: se entregó ofreciendo las manos para las esposas. Andrés lo vio marcharse, escoltado por dos agentes, pensando qué raro había sido todo este caso de los asesinatos.

Y todavía lo miraba cuando Gerardo echó la cabeza hacia atrás, hacia atrás, con la boca abierta, doblando la espalda y las manos esposadas hacia el techo, una U sobre el suelo.

—Pero te me salvaste tú —dijo, con la voz metálica y cacofónica de un choque entre dos camiones con víctimas fatales—. Te atraparé, Andrés.

Los agentes lo sacaron del café a la llovizna de Tokio, dejándolo ahí, con un tubito de ceniza entre los dedos.

Un caso muy raro de verdad…

Por él y para él

Paula Ortiz
Primer match del segundo contraletras
Paula vs Samar vs Víctor: Misterio en el extranjero

Me paré ahí porque sentí que él me veía. Tantos kilómetros recorridos para verlo y necesitaba asegurarme que él también sentía mi presencia. Lo miré pero él, con la vista irónicamente hacia el cielo, parecía evitarme. Sus hermosas alas parecían filosas, tan filosas que me provocaba cortarme la piel con ellas, sangrar por él y gracias a él. “Grita –le pedí-, grita tanto como yo lo hice el día que te conocí, ese día que apareciste para robarme el sueño y para obsesionarme con cada centímetro de tu piel de piedra que quisiera poder acariciar”.

Su hermoso rostro, ese mismo que había visto sólo en foto, seguía esquivando mis ojos. Con tanto miedo de caer y a la vez tan soberbio que no podía bajar la vista para mirarme. Yo sabía que su esencia estaba ahí porque mi piel se erizaba como la del primer beso. “Tómame”, le seguía implorando. Él siguió ahí, frío –increíblemente frío- e inmóvil sin buscar tocarme, sin querer sentir el calor que me invadía por la excitación de verlo.

Madrid se quedó muy lejos, aunque mis pies estuvieran en su suelo. Éramos sólo él y yo, el reinado de un ángel caído y la fiel certeza de que yo lo seguiría a donde fuera. ¿Éramos sólo él y yo? Así creí hasta que del otro lado de la calle vi que un hombre me miraba. Su fija mirada parecía un insulto porque no era la que buscaba, una bofetada a mi viaje. Haber venido desde tan lejos para recibir la atención de un cualquiera desató una terrible irá en mí.

El hombre cruzó la calle y un deseo invadió mi ropa, luego mi piel y el resto de mi cuerpo. No necesitaba tocarme, no necesitaba acercarse más para que la lujuria se apoderara de mis ganas de vestir y las arrojara al suelo como yo quise arrojar mi ropa. La ira fue mermando y me sentí hermosa, como si nunca nadie me hubiese visto de esa forma, con tantas ganas de devorarme aunque estuviera satisfecho. Como siempre quise.

Mi ángel caído seguía ahí, en su plaza, en Madrid, a 666 metros sobre el nivel de mar. Él no me veía pero sabía lo que sentía y lo aprobaba, porque su piel de piedra empezaba a vibrar con la mía.

Una mujer de curvas pronunciadas se acercó al hombre, ahora al otro lado de la plaza, miró la estatua de Lucifer con desaprobación, con asco, y otra vez sentí ira. Tomó al hombre de la mano y lo besó apasionadamente como si supiera lo que yo estaba deseando en ese momento. La quise odiar, pero lo único que podía sentir era envidia y mis ganas de tenerlo a él aumentaron. No pude moverme, no quise moverme. La maldije y dejé que el viento me acariciara.

“No puedo moverme de aquí”, me dije y volví a buscar los ojos de él, pero seguían mirando al cielo. “Cómo has caído de los cielos!”, dijo San Jerónimo. Yo agradecí que pudiera tenerlo tan cerca. Lo amé y lo odié.

Bajé la mirada y el hombre de la plaza seguía ahí, más cerca. Tan cerca que pude ver sus manos manchadas de sangre y que la mujer voluptuosa había desaparecido. No me preocupé por ella, más bien me alegré que se hubiera ido, quizás para siempre. Pero el miedo se apoderó de mí. El hombre estaba cada vez más cerca y yo no quería moverme, me pesaba el cuerpo y me daba fastidio moverme. No quería, sí podía, pero no quería.

Sentí que comenzaba a caer, abrí la boca como Lucifer para gritar, pero no pude. Me sentí de piedra, tan fría y tan rígida. Busqué sus ojos en el cielo, pero sólo veía sus alas, sus filosas alas con las que podría cortarme con tanto gusto, pero ahora estaba más lejos que antes.

El hombre de la plaza estaba ahora sobre mí. Ya no podía ver a mi ángel caído, pero podía sentirlo más que nunca. Estaba en él y estaba en mí porque el miedo había desaparecido al imaginar que ese mismo dolor lo había sufrido la mujer de las curvas que hace poco besaba la boca que se acercaba a mis labios.

Y es por eso que yo no viajo solo

Samar Hokche
Primer match del segundo contraletras
Samar vs Víctor vs Paula: Misterio en el extranjero

Un año después del, sumamente comentado, viaje de Margaret Lee al viejo continente.

-Pobre Margaret, tenía un espléndido futuro por delante. Una gran pérdida sin lugar a duda.

-¿Es que acaso se murió?

-No para nada -respondió María Elena-, pero pensándolo bien, ese destino hubiera sido mejor.

-¿Margaret Lee? ¿Loca Lee?, de esa “Margaret” es de la estamos hablando, ¿cierto? -Preguntó inseguro Antonio.

-¡De esa misma! Escuché que la habían internado en el Centro Clínico de Salud Mental del Este. No ha sido la misma desde que volvió de aquel viaje infernal.

-Totalmente de acuerdo –suspiró Antonio-. ¿Sabes lo cómico del caso? Me gustaba la Loca Lee.

-Tú con tus extravagantes gustos por muchachas tan, vamos a llamarlas, complicadas –sonrió María Elena.

-Al menos no son aburridas -comentó Antonio riéndose-. Tuve la oportunidad de hablar con ella, apenas había regresado del viaje. La noté distante, como si le hubieran quitado todo rastro de alegría. También no pude ignorar lo delgada que se encontraba, era impresionante su transformación, tanto física como mental.

-¿Y no te dio detalles?

-Bueno, sí... Repetía constantemente que era una de las pocas personas que habían logrado escapar. También recuerdo que me contaba que todo eso era parte de un plan secreto experimental del gobierno de Alemania, que ellos no pararían hasta ver a todos en ese estado.

-¡Qué horrible! Yo me enteré por terceros que el viaje había estado bien hasta que ella empezó a sentir que alguien la vigilaba, la seguía. Ese pensamiento no la abandonaba, dejaba de comer y nunca dormía en su habitación. En las madrugadas, cuando regresaba al hotel, se le oía gritar desesperadamente: "¡Que alguien me ayude!". Los vecinos se quejaron y le pidieron que se marchara. Susurraba que las dosis estaban funcionando y que pronto todos dependeríamos de sus medicamentos.

-¿No tenía a nadie con quien hablar de eso? Qué extraña era. De veras que perdió la cordura.

-Viajo sola, por lo que supe. Tal vez extraña, pero puede ser creíble, experimentos secretos del gobierno. Tú no sabes cuantas cosas no salen a la luz pública.

-¿De verdad piensas que esa historia es cierta, Antonio?

-La verdad no lo se, Elena, yo no me voy arriesgar, y es por eso que yo no viajo solo.

Pauta 46: Segundo match de contraletras

¡Los autores se ponen los pantalones, otra vez!


Listos estamos para nuevamente enfrentarnos. Presentamos así con orgullo, el 2do contraletras:

1º Víctor, Samar y Paula. Pauta: Un cuento de misterio que tenga lugar en el extranjero. Fecha: Viernes 21/01.

2º Moisés, Andrea y Noelia. Pauta: Sábado 22/01.

3º Jessica, Gabriela y Guille. Pauta: La primera gran pérdida. Fecha: Domingo 23/01.

4º José Leonardo y Gabriela Jr. Pauta: Yo terminé, a mi me terminaron así. Fecha: Lunes 24/01.

¡Tenga cuidado; no se aleje demasiado!

Crónica de una espera

De Paula Ortiz
Para Jessica Márquez

Jessi: por coincidencias y errores, éste es tu segundo regalo. Estoy segura que reconocerás por lo menos una de estas situaciones

--Naguará e´cola, chamo. Yo no me voy a quedar aquí- es la primera frase desmoralizante que uno escucha cuando llega a la interminable cola del almuerzo del día del estudiante.

--Si me he calado la carne guisada tres veces a la semana por dos años, me calo esta cola para comerme el pollito con la tortica y el medio litro e´ jugo- le dice su acompañante y hace que las ganas de hacer una rumbita itinerante en la cola reaparezcan.

Cuando llegué a la puerta del comedor sabía que mi puesto de espera no estaría cerca. Cuando pasé la salida del auditorio de FACES bromeaba diciendo “seguro esperaremos en la plaza de las Tres Gracias”. Cuando al pasar frente a la puerta de Derecho aún no veía el final de la cola pensé que tenía que comprarme alguito en el kiosko La abuela para amortiguar el hambre que ya comenzaba a sentir. A la altura del pasillo de ingeniería llegué a la conclusión de que lo mío no sería almuerzo sino “merienda del día del estudiante”. Me puse en la cola y me dieron mi ticketsito color naranja fosforescente para que no me coleara y comencé a escuchar los cuentos que amenizaban la jornada.

Los primeros 20 minutos supe que la chama que se había dado los besos con el tipo que tenía la machito en la fiesta de los panas que tienen la casa en La Guaira sólo quería fastidiar al novio. La hermana del novio se enteró, le fue con el chisme y la mejor amiga de la primera chama le dijo que él no se la merecía porque ella había visto cómo la otra se le insinuaba a los del equipo de rugby por el BB msn. Después de semejante culebrón, pero no sin enterarme de que al final la infiel engatusaba al novio para que no la dejara, decidí caminar hacia el inicio de la cola para chismear un rato.

Me conseguí con una amiga que ya tenía una hora esperando y había salido a comprarse una chicha en el redondo porque si no se comía al gordito que tenía enfrente en la cola. Nos pusimos a conversar sobre la clase del profesor bigotudo, alias Cloroformo, y de la absurda tarea que mandó en grupo pero de la que todos debemos entregar una cuartilla individual. Eso dio paso a que me contara cómo el Presidente del Centro de Estudiantes se quejó con el Coordinador Académico, pidió derecho de palabra en el Consejo de Escuela y empapeló la escuela con hojas bond escritas con todas las consignas socio-políticas-económicas-académicas posibles.

Seguí caminando hacia la Biblioteca de Comunicación -que por cierto nunca había notado que era de Comunicación porque siempre que pasaba me quejaba de por qué no arreglaban las cerámicas de la pared- y todo estaba como cualquier día: unos cuantos estudiantes famélicos, otros jugando truco, tres chamos comprando chupi-chupi (esos que todos sabemos que tienen algo especial), cuatro más jugando dominó, una veintena gritando y riendo, y uno que otro bailando al ritmo del merengue de Juan Luis Guerra que sale de una cornetas que no sé de dónde salieron pero que ahí están (probablemente interrumpiendo algún examen).

Cuando regresé a mi puesto, el cuento de los de adelante ya iba por el tercer arranque de la loquita que se dio los besos con el mejor amigo del novio también porque al parecer el de la machito no le paró más. “Me puedo calar la cola pero no este dramón”, me dije, y caminé hacia el otro lado. Ya yo había avanzado hasta la altura de la canchita de fútbol y la cola aún llegaba hasta casi casi la entrada de arquitectura. Me sentí como un sádico confeso cuando el alivio de estar a sólo una hora de la bandeja de comida invadió mi pensamiento.

Que si el Playstation 3 es mejor que el Xbox360, que si era imposible que hubiese raspado el examen, que si el recorte presupuestario no puede ser, que si hay que bajarse lo nuevo de Los Mentas, que si Chávez, que si la oposición, que si se va pa´ Europa, que si yo me quedo en vacaciones, que si dame tu pin… Que si… Que si…. Eso se escucha yendo y viniendo. Eso y muchas cosas más que no saltan a los oídos o porque el mandibuleo no es normal o porque el ruido de la algarabía popular los opaca. La gente se pone feliz cuando sirven pollito en el comedor.
¡¡Coleóóóóóóóóóóón!! ¡Haz tu colaaaaaaaa! (se interrumpe el cuento de la loca del machito, y ya no sé si el machito es el carro o es el novio o es el cacho o es la loca…). ¡Menos mal que ya vamos llegando!, pienso, porque si escuchaba el chalequeo por sexta vez en el día estallarían mis tímpanos.

Después de dos horas de cola me siento en una de estas sillas duras que siempre están frías pero hoy no. Hay tanta gente que no da tiempo de que dejen de estar calentitas. ¡Buen provecho y feliz día del estudiante!

Bruce Banner no se parece a ti o las cotorras que ahorran en el Rally de Escritores

De Moisés Lárez
Para Guillermo Geraldo

La verdad es que iba a ver Hulk en vez de escribir esto. No estoy blofeando, ni cayéndolos a cuento. No es mera casualidad. Iba a ver Hulk y por el parecido decidí meterle a esto de una vez.

Mi historia con el negro con leche es tan común como un marrón en la mañana. El pana había ido al mismo concurso que yo, al que lechúamente nos seleccionaron entre doscientos y pico. Si él era un negro con leche, todos lo éramos. Quizá no había negritos, ni marrones, podía haber teteros, como Jessica, que se sacó el primer lugar, o con leche y crema chantillí como Leo Riera que le metió cuento a todo el mundo, dizque si él fuera Dios un día, no sé qué vaina, al final Dariela y la otra pana se la comieron todo y metieron al bicho ahí entre los finalistas.

Yo siempre pensé que Guillermo era de la gente grande, de la otra dirección, Propatria, Palo Verde, la otra, chico. El pana, como todos, lo hacía muy bien. Nunca supe por qué Jessica —que conocía a todo el mundo de atrás, inexplicablemente, para mí, para Víctor Cuotto Drax y para la otra chama que no fue más nunca que era de la católica— le llamaba el Gigante Verde, sí el pana era grande pues, podía ser de la línea 2, pero en realidad era de la 1, pues. Digo, porque la 2 es verdecita, pero en el concurso no había línea 2 ni 1, lo que había era dirección Propatria y Palo Verde, algo más cool, pero más discriminatorio, pues. Quizá había que hacerlo que si los chiquitos línea 1 y los grandes línea 2. Así la línea donde vive Leo Riera iba a tener representación, pero si era así, seguro Noelia se iba a quejar, que ella no estaba representada, ¡pero Noelia, tú eres de Guatire (o Guarenas) y esta vaina es de la Alcaldía Mayor! Dígame Maryfel, la vaina iba a tener que llamarse, Terminal de La Bandera, los que eran grandes y Terminal de Oriente pa’ los chiquitos, así probablemente sí iba a servir, pero alguno iba a decir que nunca había estado en esos terminales, probablemente Paula, margariteña, iba a pelear que qué sentido tiene poner los terminales si eso lo que hace es promover salir de Caracas, si lo que quiere el Rally es que la gente esté adentro y ame la ciudad y tal, entonces, por eso seguro Dariela pensó que lo mejor era poner dirección Propatria y Palo Verde, porque en esas cualquiera se ha montado.

La primera vez que nos reunimos para cuadrar lo de “Letras a Litros”, Gaby tenía pocas expectativas de que viniera gente. Al final la vaina fue tan de pinga que hasta Andrea Gómez vino, una vaina increíble. Ese día apareció Geraldo y yo me enteré que él, como Jessica, no era del mismo lado que nosotros (que Paula Alejandra, el Drax, Gaby Chile). Guillermo llegó tarde, porque vivía cerca. Es verdad, cuando uno vive cerca llega tarde, da sueño, sale uno de último y sale más tarde de lo normal. Creo que Geraldo el día anterior había bebido unas curdas, una vaina bien, como dicen los caraqueños que rumbean los sábados y pagan servicio.

Ese día Jessica, que tenía el número de Geraldo, le dijo el Gigante Verde. Por eso me acordé de él cuando iba a ver Hulk.

Hulk parece buena, he visto la mitad. Es de Ang Lee, el pana que hizo La tormenta de hielo y Brokeback Mountain, la dirección de esta película está arrechísima, para ser de comics me gusta burda.

Eric Bana acaba de recibir unos rayos gamma ahí, el tipo ahora será Hulk. Este pana no se parece a Geraldo y Betty, Jennifer Connelly, no se parece a Rebecca. Ella, la novia de Geraldo, quedó de primera en Odontología en la Central. Betty, por otra parte, es una científica boba, que reprime su amor por Bruce Banner para darle emoción a la trama y uno se quede pegado.

La verdad es que Geraldo hace buenas historias de amor. Hay que leer, de forma indispensable si usted ha sido capaz de llegar hasta esta parte de esta entrada, los cuentos de amor de Geraldo. Ahí a su mano izquierda están los tags, haga clic en Guillermo Geraldo y seleccione cualquiera. Recomiendo el que hay que matar a Leo Riera, un ensayo interesantemente egocéntrico y válido, también el de amor que yo propuse en la segunda temporada: bello, bello.

Si yo fuese Dios, así como Leo Riera, y pudiera decidir el destino de las demás personas, o si fuera Cisneros por lo menos, así con burda de plata como para tirar pal cielo. Agarraría y le diría a Geraldo, pana, no estudies más. Ponte a escribir, hermano, toma esta platica y este apartamentico pa que vayas bien mientras tanto, pule tu vaina, métele un poquito de melodrama, eso aquí en Venezuela es bueno y vende. Si quieres matar un tigrito te doy la novelita de las nueve y te codeas con Barrera Tyszka, pues, que fue profesor mío, no de Cisneros, sino mío —sigo siendo Cisneros o Dios— y el pana es bien arrecho, se ganó el premio Herralde, pana, tú puedes ganar el Herralde, le echas bolas.

Pero como no soy Cisneros, ni Dios, ni estoy —ni Geraldo está— podrido en plata, le diría, si estuviera leyendo esto, pana, termina las carreras, consigue un trabajo, compra el apartamentico, y si te da chance y no estás cansado del trabajo o porque tu mujer te pone a hacer la comida o a barrer o a limpiar el baño, pana, escribe, que eso va a servir pa’ algo.

miércoles, 19 de enero de 2011

El deseo indescifrable y el pequeño regalo

De Gabriela Camacho
Para Noelia Depaoli

Noe:

No sabía si escribirte un cuento, un poema o una verdadera historia. Pero luego de llevar rato pensándolo, recordé que la literatura es tan extensa que puede pedirle a las palabras que soporten todo. Tu regalo será un cuento, un poema y una verdadera historia, espero que te guste.
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Erase una vez una linda niña que vivía en un palacio de tonos pastel, se vestía de lila y violeta y por las tardes disfrutaba de la puesta de sol mientras sus criados le ofrecían montones de manjares. Su habitación era extensa, repleta de juguetes y de cuadros exquisitos. Sus padres la amaban más que a cualquier otra cosa y todo lo que pedía se le concedía. Casi todo.

El único deseo no cumplido de la niña era la clave para su completa felicidad, pero nadie conseguía saber lo que era. Pongámosle nombre a la pequeña, se llamaba Noelia.
Día tras día, Noelia se sentaba en su silla de oro, ante la puerta del castillo. Todos y cada uno de los habitantes del pueblo vecino la visitaban, con la esperanza de por fin descubrir el deseo que aguardaba su corazón y hacerlo realidad. Nadie tenía éxito jamás. Al caer la noche, la pequeña Noelia volvía a su cama y recitaba el siguiente poema:

Dichosos aquellos que viven contentos,
sin muchas virtudes poseer.
Porque aunque yo tengo felices momentos,
eso que deseo nadie lo puede conceder.



Y luego de estas palabras, la niña se dormía. Todos los días y todas las noches era la misma historia, hasta que la niña decidió dar una pista de su deseo y una recompensa al más inteligente que la descifrara. Desde su silla de oro, dijo:

Lo que más deseo no es riqueza,
lo que más deseo no es amor;
la riqueza viene y va, a veces no regresa,
y el amor se encuentra hasta en una flor.

Lo que deseo es muy sencillo,
podrías buscarlo en cualquier parte.
Porque es un animal, como un pajarillo,
pero no vuela, ni su canto reparte.

Puede ser negro, marrón o blanco,
no me importa si es grande o chico.
Lo sentaría en un gran banco,
lo tendría como un niño rico.

Sus ojos serían luceros,
a través de la negra noche,
porque iluminarían el alto cielo
y todo sería derroche.

Si adivinan lo que yo quiero,
tendrían mil monedas de oro,
y que me coma un león fiero,
si no es lo que más añoro.



Cuando la niña dejó el poema por terminado, los asistentes se retiraron a pensar en sus hogares. ¿Qué querría Noelia? Un ratón, un conejo, todos eran animales. Tras varios días la solución fue hallada. Un humilde campesino tomó una caja y metió el regalo de la pequeña Noelia en ella, luego la llevó a palacio. Con mucha amabilidad se la extendió a la niña, que ya desilusionada de los demás intentos creía que era un fallo más.

Su grito de sorpresa llenó la habitación, y fue contestado por otro sonido, un maullido, que la hizo exclamar:

¡Vaya suerte que he tenido!,
mi querido campesino.
Lo que usted hoy me ha traído,
es mucho más dulce que el vino.

Un gatito, muy pequeño,
con un lazo y suave pelo.
Es mucho más que un sueño,
es como pisar el cielo.

Muchos años esperando,
día tras día en el portón,
puedo decir que hoy es cuando,
al fin pude alegrar mi corazón.

Muchas gracias, fiel amigo,
por traerme aquí este gato.
Jugará mucho conmigo
y me hará pasar el rato.



Luego de estas palabras, Noelia ofreció la recompensa al campesino por su grandioso ingenio. Las mil monedas de oro relucían en un enorme cofre, que cuatro hombres ayudarían a cargar hasta una granja en las afueras del castillo.

Sobra decir que desde ese día Noelia pudo ser feliz, ¡sólo quería un gato! Su madre, su padre y ahora su mascota vivirían felices con ella por mucho tiempo. Ahora el poema de Noelia para irse a dormir sería otro:

Ya feliz con mi gatito,
puedo tranquila dormir.
Es muy tierno y es bonito,
mi tristeza dejó de existir.

Hoy la luna y las estrellas,
están celebrando por mí.
¡Ya Noelia tiene un gato!,
juraría oírlas decir.

Sólo un problema resta,
algo tonto, nada más.
Su nombre, ¡qué vida esta!,
si lo tengo estaré en paz.

Mañana avisaré a voces,
que busco un nombre muy fino.
Espero que vengan veloces,
a nombrar a mi felino.

Por hoy dormiré tranquila,
por hoy no molestaré.
El siguiente será otro día,
mis sueños visitaré.



Gabriela Camacho, enero, 2011

lunes, 17 de enero de 2011

Olas de Recuerdos

De Jessica Márquez
Para Moisés Lárez
que lleva a Margarita siempre consigo

Suenan las campanadas de la Iglesia de la Asunción. Suenan insistentes, como si aún fuera un monje español quien las tocara. Incluso hoy, varios siglos después, Margarita sigue siendo una isla tranquila, de un ritmo lento que parece seguir el de las olas del mar que se estrellan contra sus costas. Aún están ahí las casas coloniales, las cientos de hamacas colgadas en los zaguanes o al borde mismo de la playa. Aún quedan las chozas de paja construidas sobre la arena, que parecen imbatibles al salitre y al oleaje.

Las largas carreteras, en su mayoría de tierra, aún guardan el recuerdo de los españoles recorriéndola. Aquellos pueblos de siempre permanecen ahí: Juan Griego, Puerto Cruz, La Asunción, Paraguachí… Aún se levantan fortificaciones, viejas iglesias y la casa del gobernador. Tantos siglos después Margarita sigue siendo la misma.

Eso piensa él mientras pedalea en su bicicleta, insistente, a través de una vía poco transitada que bordea pequeñas casas y se encuentra, de vez en cuando, con playas ocultas y casi vírgenes, sólo visitadas por quiénes viven en el borde mismo del agua.

Pedalea hasta regresar a su casa, donde apoya la bicicleta contra la fachada de su hogar, sin siquiera pensar que podrían robársela. Vuelve a salir a los cinco minutos, pero esta vez debe ir a pie a través de varias cuadras largas, sintiendo el inmenso calor húmedo y bajo ese sol que quema a los turistas. Finalmente, llega a la parada de autobús, donde espera media hora el trasporte que lo llevará a una de las pocas zonas de la isla que ha encontrado al siglo XXI: Porlamar, pero esa es tan sólo la primera parada. Los minutos pasan lentos entre el sopor del silencio, el calor y el sol. El sopor. Ese que lleva a todos sus habitantes a una vida de ritmo tranquilo.

Cuando su trasporte llega, sin aire acondicionado por supuesto, se sube. Al sopor se agrega el traqueteo metálico del vehículo sobre los huecos y las irregularidades de la vía. Llega a Porlamar y toma un segundo autobús. A medida que bebe los kilómetros que lo separan de Punta de Piedras: el último puerto, por el que deberá partir, recuerda la última aventura, la de esa mañana.

Se levantó temprano. La corneta del jeep de su amigo Pedro resonó clara en el silencio del pueblo. Subió a él presuroso y arrancaron vía Guacuco, una playa que encontraría vacía porque era día de semana en temporada baja y, además, era temprano. Corrieron por la playa hacia el agua, dejando sus huellas marcadas en la arena intacta aún. Abandonaron las camisas y se metieron en el mar, a una lucha eterna con las olas, a una danza perpetua con la espuma. Sintieron el agua fría contra su piel y, cristalina como estaba, pudieron ver los guacucos en el fondo.

Entraron y salienron del agua. A ratos tan sólo se quedaban inmóviles sobre la arena, sintiendo el sol sobre su ya tostada piel. A otros corrían por la orilla o descansaban en el punto en que las olas se encontraban con la playa, para sentirlas concluir su viaje sobre su cuerpo. Cuando tuvieron hambre comieron empanadas de cazón y tomaron agua de coco. Llegada la media tarde debieron regresar, con los zapatos llenos de arena, húmedos, marcados por el salitre y algo quemados, hacia la casa de Pedro. Ahí se bañaron con la manguera y él se cambió de ropa. Tomó entonces su bicicleta y pedaleó hasta su casa.

En Punta de Piedras se caló el bolso-maleta al hombro. Esperó su turno para subir al Ferry viejo y pensó, esperanzado, que traía un libro consigo para pasar las cuatro horas que lo separaban de tierra firme. Pero tan pronto estuvo en la cubierta y se encontró con el atardecer, con el sol desapareciendo en el mar, supo que tan sólo necesitaría instalarse sobre las cajas de los salvavidas para disfrutar de la vista y el bamboleo incesante del barco. El día dió paso a la noche. Con ella llegaron las estrellas, y la titilante silueta de Margarita, dibujada tan sólo por las luces de sus puertos. En la oscuridad inmensa del mar sólo podía notarse la estela del barco, rastro blanquecino de olas inexistentes que marcaba por unos segundos el recorrido de la embarcación, huellas en la arena, ahora huellas que él dejaba en el mar. El movimiento rítmico terminó por vencerlo. Cansado por el ejercicio, se durmió profundamente con la cabeza apoyada en su bolso y la nostalgia recorriéndole el cuerpo.

Una alarma insistente se disparó y no quiso parar hasta cumplir con su propósito: despertarlo. Abrió los ojos y descubrió el ruido de Plaza Venezuela. Abandonó el edificio hacia el metro. Una vez sentado dentro de un vagón, el movimiento del tren lo adormeció. Fue entonces que cerró los ojos y soñó que ya no estaba ahí. Sintió contra su piel el calor intenso, la arena bajo y alrededor de su cuerpo, el sonido del mar, el salitre recorriéndolo, las olas tan cerca y a la vez, tan lejos…

Algunos acercamientos sobre la amistad (escrito juguete)

to: Draxcula, V
from: Noelia Depaoli

Siempre me ha costado definir el termino AMISTAD, sobre todo porque nunca me he considerado como "amiga" o "intima" de alguien, en la vida siempre he apelado a otros términos, mas fáciles de cumplir y de acceder: novia, hermana, prima, gemela, mascota y gata. De modo que el titulo de "acercamiento" a la amistad es mas preciso que un "tratado" sobre el mismo.

La vida me he regalado ese maravilloso desconcierto que son los amigos, aun si nunca he ganado nada, mi mayor premio han sido ellos y con mi pobre dosis de suerte, esa gente es un milagro.
Pero no quiero hacer una observación cursi ni agarrada de los pelos sobre el tema. Yo quiero hablarles de las grandes amistades y sus suertes, de los poderosos bastiones que salvaron de la mediocridad a algunos y llevaron a la locura a otros.

Siempre he pensado que la amistad es la hermana gorda del amor, y este regalo es para ti...¡si! ¡para ti!. Que te gusta la Historia, con H mayúscula.

Amistades Entrañables: de esas que cuando te enteras, descubres el porque de los misterios.

- BOLIVAR y SIMON RODRIGUEZ : Simón Narciso R. fue maestro y mentor del joven Simon Bolivar, al cual le infundo esas "peligrosas" ideas que son la ilustración, la libertad y los derechos del ser humano. unos diez años después, se encuentran en Paris, donde Rodriguez es testigo del juramento en el monte sacro. Rodriguez sobrevivió a Bolivar, siendo testigo del árbol que había ayudado a sembrar.
- SIGMUND FREUD y ALDER JUNG: Lo que empezó siendo admiración mutua (J. fue alumno de F) , se convirtió en una fervorosa amistad postal que duro siete años, hasta 1914 que se rompió y empezaría la tortura de Jung con la muerte de su hija de cuatro años.

-VAN GOGH y GAUGUIN: Ambos de influencias notoriamente semejantes, comparten la idea común de crear una unidad artística de creación. Cuando G. accede a vivir con Gogh en Arles, ambos pintan los mismos paisajes pero con estilos diferentes, lo cual enriquece la amistad de ambos. Cuando Gogh decide internarse en el hospital psiquiátrico, la pista de Gauguin se pierde.

Amistad platónica o amor sublimado

- SALVADOR DALI y FEDERICO GARCIA LORCA: Ambos se conocen desde su época de estudiantes de instituto, Lorca 7 años mayor que Dali le profesa una admiración fervorosa, admiracion que es correspondida con afecto por Dali, pero cuando Lorca se le confiesa e intenta poseerlo, este le rehuye, marcando distancia con su amistad con el cineasta Luis Buñuel, con quien escribiría el guion del "Perro Andaluz". Sin embargo las cartas entre Dali y Lorca se cuentan como los documentos mas bellos de la poética surrealista española, la imagen de ambos en la obra de uno y otro artista lo que revela el alto contenido erótico de esa relación. En 1935 al enterarse Dali de la muerte de su amigo, este exclama ¡Olé! al considerar que ese era el fin que buscaba Lorca.
Hasta el final de sus dias nunca dejo de mencionar el enorme afecto que sintió por Federico, al punto que su ultimo cuadro es el rostro del poeta escondido en una escena de toreo, cuadro pintado 40 años después de fallecido Lorca.

Amistad funesta

HITLER y MUSSOLINI : El Eje, fundado por Mussolini y Hitler en Berlin, fundamenta la alianza para la conquista de Europa durante la segunda guerra mundial. Se podría nombrar a ambos como aliados, aunque sean lo mas parecido al diablo que halla rondado por la tierra. Al caer Mussolini ( y su cuerpo colgado boca abajo para beneplácito de las masas italianas) cae Hitler, temeroso de que con su cuerpo hagan lo mismo, se pega un tiro en su escondite.

Amistad secreta

Probablemente sea la mas infame de las amistades. La mayoría de los casos, son impuestas por terceros y de manera azarosa, comprometiendo regalar presentes a gente que en muchos casos detestas o te son indiferentes. Pero hay momentos en que solo bajo esta modalidad puedes regalarle algo a alguien que de otra manera hubiera sido incomodo. Ademas, la primera premisa se invalida cuando el sorteo se efectúa con un grupo de amigos queridos, como en este caso.

Por eso le regalo esto a... (espera, que por aquí tengo el papelito) a Vic..Vic..tor..¡Victor! Cuoo..Cuoo...Cuotto..¡Cuotto! ¡Victor Cuoto Drax!. Con la esperanza de que lo use como mas le conviene, de hecho a este escrito, si le das vuelta, veras una palanquita para darle la cuerda y si lo haces..




domingo, 16 de enero de 2011

Lo que pude haber escrito

De Samar Hokche
Para Gabriela Valdivieso

Debo confesarles, aunque no me sienta orgullosa de ello, que esto del amigo secreto me tomó tiempo, más bien me costó un poco. El hecho de que me haya tocado esa persona complicaba todo. Me ponía bajo presión, a parte que cada vez que me sentaba a redactar, surgían distracciones, ya sea alguna fiesta de los edificios de al lado, con estruendosas canciones que no me gustaban pero que lamentablemente me sabía, o ver la Asamblea Nacional mientras revisaba twitter. Todo ese caos confundía mi atención, desorientaban mis ojos y nublaban mis ideas. Quería escribir algo diferente a mi amigo, algo que de veras lo impresionara, o que simplemente disfrutara.

Pensé dedicarle una historia, una de esas que te llevan a tierras lejanas, con criaturas nunca antes vistas y aventuras por descubrir, o una historia romántica con desafíos para los apasionados amantes. Historias como por ejemplo el protagonista, minutos antes de morir, se enterara que su idolatrada esposa había asesinado a su aún más querida mascota. O una donde el mayordomo se quedaba con la herencia de la viejita que, cabe resaltar, se dedicaba al tráfico de drogas, y aprovechándose de las circunstancias monta un reality show de su nuevo estilo de vida. O mejor aún, una donde cuente la osadía de los estudiantes de sexto grado, que lograron raptar a su profesor y como recompensa pedían que se extendieran los recreos y por supuesto las vacaciones, además de pasar con veinte la materia de matemáticas.

Pude haber escrito una historia dulce donde lo transportara a un sinfín de maravillosas posibilidades, donde la imaginación llevara la batuta sobre los soñadores dispuestos a crear. Pero no lo hice. No lo sentí necesario, porque sencillamente Ella es en sí una gran historia que contar, y una de mis favoritas. Ella es como la hada madrina de los cuentos de hadas, las papas fritas del combo de McDonals, la música de fondo en los momentos tiernos de las películas, el helado en un tarde de verano, la cálida brisa, la sonrisa de un niño.

Ella es, para mí, una gran admiración, una amiga, una motivadora, una de esas personas que no conseguimos a menudo, ella es Gabriela Valdivieso, ella es el toque perfecto, mi amiga secreta.

Ella y aquella

De Gabriela Valdivieso
Para Jessica Márquez

A ella le encanta decir que su "transformación" fue espontánea y paulatina, pero eso es tan falso como que lo logró.

Cuando estudiábamos juntas pasaba las clases mirándola. Parecía no identificar qué era más interesante, si ella o sus palabras. Mientras ella, la profesora, desarrollaba para nosotros arcos y esquemas de teorías literarias, esta esquivaba las ideas y captaba encuadres y retazos.

Creo que tras la clase de la reminiscencia de Riverón en la obra de Britto García cuando pasó todo. No me dijo nada, pero yo sentí que algo cambió, ahí decidió ser como ella.

Consiguió suéteres universitarios, camisas rosadas y jeans azules. Un par de lentes negros de pasta y zapatos converse. Leyó sus autores e imitó su peinado. Se rió como ella y utilizó sus palabras.

Y sin embargo, qué pobres aproximaciones. Ella parecía pedazos de aquella. Era un espejismo, un intento malogrado de algo más grande.

Cuando se desgastaban los converse los cambiaba. Cada jean desteñido abandonaba su closet, ¡cómo tan poco observadora, cómo tan equivocada!

Sus jeans y zapatos debían ser desteñidos de tanto movimiento. Tanta calle. Su sonrisa debía ser abierta, pero con un límite, como con un freno; porque cada alegría alberga también algo de nostalgia e hipersensibilidad.

Los lentes de pasta no debían ser sólo negros. Era preciso que tuvieran cierta densidad, como si tuvieran la misión de enmarcar una mirada ansiosa. ¡Y soñadora! Ellos debían ayudarla a ver a través de lo físico.

Así era la profesora Márquez. Daba la impresión de que pensaba en princesas olvidadas. Parecía proclamar "para ver, creer". Le creo sus palabras de que cuando el tiempo se suspende y las líneas se hacen interminables, algo muestra el camino correcto y el deseo urge y arde por ese destino.

Siento que imagina ciudades con esquinas plateadas y estrellas durante el día. Creo que suele pedirle a Dios que no demore más y rife por fin el poder de volar. En verdad no entiendo cómo se hace para no ver que para ser como ella no hay que lucir como ella, sino soñar muy alto y tener las emociones siempre un poco afuera.

No sé de quién me hablas

De Guillermo Geraldo
Para Andrea Gómez

- No sé de quién me hablas.

- ¿Por qué eres tan retardado? Sí la conoces. Estaba entre los casi veinte del Rally Metropolitano. Allá en la quinta que muestra al rico y al pobre, aquella sobre ladrillos y techos de zinc. Guaridas del pueblo. Allá con Caracas desnuda, y el humo en la atmósfera tratando de vestirla, luchando para taparla de los ojos de este pervertido escritor.

- Pervertido eres, no hay duda. Deja de darle vueltas al trompo echando un cuento, y dime quién es.

- La conoces, lleva pantalones tubitos, aquella que roba el color de la arcilla húmeda, canela, y la unta su piel. Habla del Mundo de Sofía, del filósofo portador del telescopio para ver el universo, pero ella tiene su propio mundo, su propia fuente de luz. Después de filosofar de lunes a viernes, pasa las tardes con la mujer a quien más disfruta, admira. Se da el regocijo de escuchar a su abuela en el piano, justo después de tomar el té. Si hubiera nacido es los sesenta, dejaría facebook por pancartas en contra de la segregación, dejaría los jeans tubitos por unos más holgados, el celular no existiría en su bolsillo, sería remplazado por roller papers y un paquete de hierba, tendría la misma banda que a veces lleva en su frente así como el mismo corazón intrínseco a la paz y el amor.

- Hablas de... Andre?

Potencial

De Victor C. Drax
Para Samar Hokche
Pero hablemos de potencial.

No puedo decir que hayamos compartido mucho, ni puedo decir que seamos particularmente cercanos, pero sí hemos conversado lo suficiente como para que ciertas cosas sean evidentes.

Si el potencial es la capacidad que se tiene para alcanzar una meta, no estás exactamente a milímetros de la franja de llegada. Pero digamos que la vemos desde aquí.

Muchas veces lo único que necesitamos para seguir adelante es un "me gusta". Por eso es que te doy este empujón. La literatura es una amante ingrata, no te voy a mentir, pero las veces en que se digna a darte un beso hacen que las luchas valgan la pena. Hace unos cuantos meses te dije que podías entrar a la Central y ahora insisto en otro ámbito. No es un asunto de "quiero creer", sino de certeza; yo sé que puedes llegar lejos con esta ingrata compañera, si tan solo te lo permites.

Escribir es una actividad extraña, seguro: pasar horas en soledad, conversando con tus fantasías y transcribiendo todo lo que te susurran, sin garantía de retribución. Pero uno no escoge a los talentos, Sammy. Ellos te escogen a ti. De ahí, mi certeza. Ya el resto del mundo podrá ver a ese potencial volverse el proverbial diamante salido del carbón.

Yo seguro que lo veo.

Si ya el universo es tuyo




a Gaby Jr.

En los amigos secretos
Se entregan
Naturalmente
Lindos detalles
Y gestos
Parecidos a la gente.

¿Y qué te puedo dar yo?
Si el universo
Es tan joven
Pero a la vez tan inmenso
Que resulta imposible
Entregártelo en un beso.

¿Y qué te puedo ofrecer?
Si te sé como semilla
Más que como una mujer.
Y, por eso, planta niña,
Quiero ayudarte a crecer.

¿Y qué te puedo entregar?
Si la pureza del mundo,
Escondida entre el mal,
Es algo exclusivo al agua,
A siete o
Un manantial.
Y tú, Gabriela, eres fresca.
Mi regalo está de más.

Pero ya me he decidido,
Y yo te voy a otorgar
Algo que sea parecido
A tu forma de pensar,
A tu forma de sentir,
De vivir, de estar,
De andar.

Te voy a dar, por supuesto,
No me quedan dudas ya,
La belleza, la poesía,
Que tú sueles inspirar.

Pues hoy robo tu ternura para poder inspirar,
O mejor lo digo claro, sobre todo
Aparentar
Que soy un poeta tierno
Que escribo del bien
Final.

Y te convertí en poema,
Porque nos fuiste un regalo.
Tú siempre has sido semilla,
Y sin eso nunca hay árbol.

Pero olvido, de repente,
Que bajo tanta ternura,
Eres terrateniente
de la palabra,
de la escritura.
Y nos conviertes en pasto
Y en parte de tu llanura.

Caramba, Gabriela, entonces,
¿Por qué del llano la altura?
Supongo porque eres joven,
Inteligente
Eres pura,
Eres buen amiga, y
Todo lo eres
Con hermosura.

viernes, 14 de enero de 2011

Pauta 45: Amigo secreto

Aunque todos somos amigos y tenemos secretos, no todos somos amigos secretos de todos.

Cada cual recibió su papelito, llega pronto la hora de compartir las historias derivadas de las conexiones azarosas.

lunes, 10 de enero de 2011

Cielo estrellado

Cielo estrellado


Jessica Márquez Gaspar

Miró por la ventana, hacia el cielo, a la espera de algo que sabía que no sucedería. El arbolito de navidad parpadeaba sus luces una y otra vez. La inocencia que alguna vez reposaba bajo él se había perdido. Había sido suplantada por una sensación de seguridad y, tal vez, algo de madurez. Los años corrieron en los calendarios, y la infancia se hacía lejana. Pero aún quedaba la magia que flotaba por la casa, aquella que reflejaba el verdadero espíritu navideño. Poco a poco la familia comenzó a llegar. Padres, hermanos y hermanas, tíos y tías, abuelos, primos y primas, vecinos, amigos queridos, novios y novias. El cariño de todo el año permanecía ahora bajo el árbol, como el regalo más preciado de todos. Lo abrí con delicadeza, evitando romper el lazo o la envoltura. Lo sostuve en mis manos durante unos instantes y luego lo puse en uno de mis bolsillos. Desde entonces, aunque acabaron las fiestas, lo llevo conmigo. Y aunque aún miro al cielo estrellado esperando ver a Santa Claus en su trineo, como la niña que fui alguna vez, sé que el presente más hermoso no se fabricaba en el polo norte, sino en el azar de la vida que  cada año nos regala con quiénes compartirla.  

Las mejores hallacas las hace mi abuela




La navidad es temporada
De hallacas y puro amor.
Y en esto, querida abuela,
Usted siempre es la mejor.

Pues con eso usted cocina:
Con la familia en unión.
Y es esa, precisamente,
La clave de su sazón.

Hallacas. Qué buena excusa
Para juntos encontrarnos…
Esta familia es bien rara
Pues todos somos hermanos.

Hermanos que nos peleamos,
Que a veces no nos hablamos,
Pero que sin duda, abuela,
Con toda fuerza la amamos.

Es por eso que su hallaca
No es del todo sazón,
Pues su mejor ingrediente
Le sale del corazón.

Su corazón que nos une,
Y en una misma mesa,
Aunque sea un lunes
Bebemos cervezas,
Que junto a hojas verdes,
Alcaparras, aceitunas,
Hay una frase en la mente, y es:
Como usted no hay ninguna.

Y no quiero hablar de más
Pero sé, desde la escuela,
Las mejores hallacas no las hace mi mamá
…las hace mi abuela.


Todos somos ingredientes
Partes de una misma hallaca,
Pero usted es el pabilo
Que nos une y nos amarra.

Y es claro para nosotros
El valor de las hallacas
Pues hasta vienen los otros
A comerlas aquí en casa.

Usted para nosotros es como la hallaca en diciembre
Usted es reina y es maga,
Nuestro corazón, pesebre.

Usted es la navidad
Aunque no fuera diciembre.


Usted, como la hallaca, es nuestra excusa.
Para ser buenos, unidos, amorosos;
Y aunque no siempre podemos lograrlo
Que lo intentemos es simplemente hermoso.

Usted es la mejor, abuela,
Disculpen que lo repita,
Pues siempre en la navidad
Usted es mi hallaca favorita.

No voy a decir más,
Y duélale a quien le duela,
Las mejores hallacas no las hace mi mamá
…las hace mi abuela.

domingo, 2 de enero de 2011

La popular Soledad

¿Dónde cena soledad en Nochebuena? ¿Dónde se esconde? Suponiendo, claro, que está escondida…
En cada esquina de una ciudad gris, en todas las sonrisas caídas y sobre todo en las falsas, allí esta soledad.
Ella se encuentra en el corazón de todos, hasta en el de los más felices… la melancolía es tan común en Navidad como lo es un saludo hipócrita en el trabajo.
Estas fiestas esconden a Soledad, ella es la acompañante de todos. Puede estar oculta en la punta de un zapato o en el fondo de una botella de vino porque la verdad es que en los momentos más felices, en los momentos de compañía, es cuando nos sentimos más solos.
Pero así somos. Inconformes, egoístas y en lo más profundo de nuestro ser… todos estamos enamorados de soledad.

sábado, 1 de enero de 2011

Deseo que Nicolás cumpla 34

¿Te imaginas una pareja de esposos que cumpla el mismo día? ¿Te imaginas el aburrimiento de que ningún día sea verdaderamente tuyo? Bueno, peor está mi amigo Nicolás, que además de llamarse como Santa Clós, también cumple el mismo día que el niño Jesús, ¡qué broma!

Cuando llega el 24 de diciembre el mundo celebra otro nacimiento que no es el tuyo, y además, como si fuera poco, recibes la mitad de regalos que te tocaría si fueran dos fechas separadas.

Para Nicolás, Navidad era la "Nadie-edad", la "Nah vida", la "Nah y dale con lo mismo".

Año tras año Nicolás estaba malhumorado por esto hasta que escuchó que Jesús vivió hasta los 33. Sacó números y se dio cuenta que todo esto duraría hasta que cumpliera 34. Entonces su cumpleaños sería suyo con el agregado del recuerdo de un cumpleañero especial.

Desde entonces, y aunque le falta una eternidad para los 34, dice que cumple más grande, que cumple como el doble. Yo veo que todo sigue igual, pero él se siente más feliz, y entonces yo también.