JESSICA MÁRQUEZ

Periodista, 21 años
Participante del blog colectivo: http://letrasalitros.blogspot.com/
Autora del blog personal: http://jessienlatierradeloimposible.blogpost.com/

DATOS CLAVE DE JESSICA MÁRQUEZ GASPAR

Citas: “Love without bound, live without regrets” (Anónimo)
Libros: “Rajatabla", de Luis Britto García; “Ficción Mínima”, de Manuel Jiménez Emán; “Cien Años de Soledad”, de Gabriel García Márquez.
Películas: La Terminal, Forrest Gump, V de Venganza, La Ola
Artistas musicales: Los Beatles, Caramelos de Cianuro

SABOREA EL ESTILO DE JESSICA MÁRQUEZ GASPAR

Gotas de lluvia
Jessica Márquez Gaspar

Tin tan taan, tin tin. Do Re Mi Fa Sol La Si. Letras, sonidos, teclas blancas, negras. Sus manos se deslizaban suavemente, recorrían las sensaciones, los momentos, el espacio y el tiempo. Una máquina de escribir y un piano de cola. Sus dedos presionaban las teclas cuadradas. Y el mundo se iba creando, iba brotando para alzarse con vida propia. Inmenso, profundo, el abismo y el encierro, el encuentro.

Sobre el mundo tocaban, creaban, hacían. Iban fundiendo caricias y besos; con Chopin y Dostoievski de testigos, de maestros, se amaban profundamente. En un apartamento tipo estudio compartían el arte que, en el medio de la estancia, parecía fundirse, hacerse verbo, elevarse hasta las alturas… y luego caer. Entre su piel blanca y su cuerpo moreno, entre sus pectorales de roca y sus pechos de cielo, el mundo cobraba sentido, las voces alrededor simplemente callaban.

Se amaban a medio camino entre la locura y el desespero, entre el absurdo y el conocimiento certero de que, más allá de los arpegios y las historias, sólo sus cuerpos, sólo el universo podía expresar, significar y ser verdaderamente. Era amar como si mañana no hubiera nada, no hubiera. Era saber con certeza que cuando acabara la lluvia de resbalar por la diminuta ventana de su alcoba, se perdería la magia, fugitiva, por entre los resquicios y por debajo de la puerta.

Él tocaba el piano con la fuerza de un dios, ella escribía con la delicadeza de las flores. Él se dejaba ser entre las teclas y en las claves de La y de Sol. Ella dejaba el miedo afuera al narrar la vida y describir el universo. Era sencillo. Se adoraban y no había más. Eran exitosos y habían pasado años juntos, de reconocimiento y de pasión. De felicidad y de rayos de luna. Ahora que la lluvia caía sobre la calle, cada uno se apoderaba de un retazo del tiempo y lo cortaba en pedacitos. Mientras ella tocaba sus brazos y se perdía en su espalda, él veía en sus ojos canelas la perfección hecha ser. Mientras él respiraba como si el aire fuera de dulces ella sonreía como si el cielo fuera de albaricoques.

En el medio de todo creaban la sinfonía última, la novela por excelencia. Aunque inmóviles estaban la máquina de escribir y el piano, de ellos surgía la obra perfecta, el arte cobraba vida y se perdía en el perfume suave de ambos cuerpos. Iba in crescendo, a veces iba piano. Otras la tensión aumentaba, a veces se sentía la suavidad del momento. En la cumbre del mundo la obra se hizo más fuerte. El tocaba con pasión, con desenvoltura. Ella narraba con la finura de las uvas, con la destreza de una rosa. La lluvia iba cayendo cada vez más suave. Las gotas resbalaban lentamente en el vidrio y se iban perdiendo en la caída definitiva hacia el abismo. El silencio fue apoderándose de la habitación, a medida que la sinfonía llegaba a sus últimas notas y la novela al punto y final.

Cuando sólo quedaba una llovizna fría y melancólica, todo quedó sereno. La obra estaba consumada, había sido creada. No dependía ya de ellos. Fueron apartándose de las teclas, fueron alejándose lentamente de la máquina y del piano, hacia el centro de la alcoba, y ahí, en la cama de madera y entre las sábanas cremas, se encontraron y se amaron.

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