viernes, 21 de enero de 2011

Crónica de una espera

De Paula Ortiz
Para Jessica Márquez

Jessi: por coincidencias y errores, éste es tu segundo regalo. Estoy segura que reconocerás por lo menos una de estas situaciones

--Naguará e´cola, chamo. Yo no me voy a quedar aquí- es la primera frase desmoralizante que uno escucha cuando llega a la interminable cola del almuerzo del día del estudiante.

--Si me he calado la carne guisada tres veces a la semana por dos años, me calo esta cola para comerme el pollito con la tortica y el medio litro e´ jugo- le dice su acompañante y hace que las ganas de hacer una rumbita itinerante en la cola reaparezcan.

Cuando llegué a la puerta del comedor sabía que mi puesto de espera no estaría cerca. Cuando pasé la salida del auditorio de FACES bromeaba diciendo “seguro esperaremos en la plaza de las Tres Gracias”. Cuando al pasar frente a la puerta de Derecho aún no veía el final de la cola pensé que tenía que comprarme alguito en el kiosko La abuela para amortiguar el hambre que ya comenzaba a sentir. A la altura del pasillo de ingeniería llegué a la conclusión de que lo mío no sería almuerzo sino “merienda del día del estudiante”. Me puse en la cola y me dieron mi ticketsito color naranja fosforescente para que no me coleara y comencé a escuchar los cuentos que amenizaban la jornada.

Los primeros 20 minutos supe que la chama que se había dado los besos con el tipo que tenía la machito en la fiesta de los panas que tienen la casa en La Guaira sólo quería fastidiar al novio. La hermana del novio se enteró, le fue con el chisme y la mejor amiga de la primera chama le dijo que él no se la merecía porque ella había visto cómo la otra se le insinuaba a los del equipo de rugby por el BB msn. Después de semejante culebrón, pero no sin enterarme de que al final la infiel engatusaba al novio para que no la dejara, decidí caminar hacia el inicio de la cola para chismear un rato.

Me conseguí con una amiga que ya tenía una hora esperando y había salido a comprarse una chicha en el redondo porque si no se comía al gordito que tenía enfrente en la cola. Nos pusimos a conversar sobre la clase del profesor bigotudo, alias Cloroformo, y de la absurda tarea que mandó en grupo pero de la que todos debemos entregar una cuartilla individual. Eso dio paso a que me contara cómo el Presidente del Centro de Estudiantes se quejó con el Coordinador Académico, pidió derecho de palabra en el Consejo de Escuela y empapeló la escuela con hojas bond escritas con todas las consignas socio-políticas-económicas-académicas posibles.

Seguí caminando hacia la Biblioteca de Comunicación -que por cierto nunca había notado que era de Comunicación porque siempre que pasaba me quejaba de por qué no arreglaban las cerámicas de la pared- y todo estaba como cualquier día: unos cuantos estudiantes famélicos, otros jugando truco, tres chamos comprando chupi-chupi (esos que todos sabemos que tienen algo especial), cuatro más jugando dominó, una veintena gritando y riendo, y uno que otro bailando al ritmo del merengue de Juan Luis Guerra que sale de una cornetas que no sé de dónde salieron pero que ahí están (probablemente interrumpiendo algún examen).

Cuando regresé a mi puesto, el cuento de los de adelante ya iba por el tercer arranque de la loquita que se dio los besos con el mejor amigo del novio también porque al parecer el de la machito no le paró más. “Me puedo calar la cola pero no este dramón”, me dije, y caminé hacia el otro lado. Ya yo había avanzado hasta la altura de la canchita de fútbol y la cola aún llegaba hasta casi casi la entrada de arquitectura. Me sentí como un sádico confeso cuando el alivio de estar a sólo una hora de la bandeja de comida invadió mi pensamiento.

Que si el Playstation 3 es mejor que el Xbox360, que si era imposible que hubiese raspado el examen, que si el recorte presupuestario no puede ser, que si hay que bajarse lo nuevo de Los Mentas, que si Chávez, que si la oposición, que si se va pa´ Europa, que si yo me quedo en vacaciones, que si dame tu pin… Que si… Que si…. Eso se escucha yendo y viniendo. Eso y muchas cosas más que no saltan a los oídos o porque el mandibuleo no es normal o porque el ruido de la algarabía popular los opaca. La gente se pone feliz cuando sirven pollito en el comedor.
¡¡Coleóóóóóóóóóóón!! ¡Haz tu colaaaaaaaa! (se interrumpe el cuento de la loca del machito, y ya no sé si el machito es el carro o es el novio o es el cacho o es la loca…). ¡Menos mal que ya vamos llegando!, pienso, porque si escuchaba el chalequeo por sexta vez en el día estallarían mis tímpanos.

Después de dos horas de cola me siento en una de estas sillas duras que siempre están frías pero hoy no. Hay tanta gente que no da tiempo de que dejen de estar calentitas. ¡Buen provecho y feliz día del estudiante!

2 comentarios:

Jessisrules dijo...

Pau, me gustó full! Retrato vívido del Día del Estudiante. Me morí de la risa!

Gabriela Valdivieso dijo...

JAJAJAJAJAJA Qué risa. Qué risa. Mil veces qué risa!!! De modo que aunque el pollito no tenga ese mismo "algo especial" de los chupi chupi, los vuelve locos a todos. Muy divertido. Ja, ja. Es, efectivamente, una anécdota que Jess contaría muy parecidamente, jaja con mucha energía =)