miércoles, 7 de octubre de 2009

Cuando llueve

Por Guillermo Geraldo

Mayo, mes de lluvias, caía un aguacero en Caracas. Todos parecían haber olvidado en casa el paraguas, en tacones corría una que otra morena buenamoza hacía el metro con bolsas en el cabello, bolsas que salvaban a más de uno, como los motorizados y sus llamativos impermeables para zapatos. La calle parecía un río, sin embargo, mi rostro era una cascada, mis ojos habían derramado cántaros de lágrimas de la misma manera que aquel aguacero. Los días que marcan la vida de nuestro ser son inolvidables en todo sentido, recuerdas todo desde el momento en que abres tus ojos y captas la primera imagen de la mañana hasta que los cierras y baja el telón para la última escena antes de dormir, son esos días como en los que muere una persona de gran afecto y frecuente contacto.

Mi novio me acompañó aquel día a una consulta médica, recuerdo que fue justo antes de la hora del almuerzo, estaba completamente gris el cielo caraqueño, desde Petare a Catia. Al salir de la consulta la sensación de apetito descocía mi cuerpo, éste estaba invadido por aquella extraña sensación de cuando estás deprimido o despechado, donde parece que el alma se esfumó y dejó un hueco en el sitio que parece estar ocupado por ella. Para una mujer terminaban las esperanzas de terapias de embarazo, de náuseas y patadas en la panza, de brazos llenos de la inocencia pura de un niño, de ser madre.

Estuve rodando por Caracas en un estado de shock, la palabra estéril se repetía con eco en mi mente, hasta aquel coñazo de agua. Recorrí kilómetros en mi carro, llegué a perderme como una campesina en la capital. Finalmente pude conseguir la vía al este, zona donde he vivido toda mi vida y en Los Dos Caminos me quedé sin gasolina, bajé de mi carro y caminé. Caían gotas gruesas en mi camisa y poco a poco fueron empapando mi ropa. Iba sin rumbo fijo, sólo sabía que no iba a casa. Justo bajo el elevado de Los Ruices, ahí, entre autos, donde las groserías y cornetas hacen de voz para el asfalto, justo ahí había un muchacho sentado como niño. Sus manos manipulaban un acordeón que desplegaba un sonido casi mudo frente al caos de la lluvia y las bocinas. Decidí observarlo un poco más de cerca y sentada frente a él esperé que abriera sus ojos y saliera un poco de su inspiración musical y así establecer contacto visual y hablar un poco con aquel desconocido artista.

Levantó su mirada y sus ojos penetraron los míos, aunque un poco desorbitados. Sonrió y dedicó aquella pieza para mí, agregando disculpas por no distinguir de manera exacta mi sexo. Mencionó algo sobre mi respiración de mujer. Por ella pensaba que yo era una chica. Sus disculpas terminaron aclarando su estado de ciego. Estuvimos el resto de la tarde y parte de la noche entre conocernos y canciones, pero ya la noche estaba azabache, sinónimo de inseguridad extrema, sin embargo no quería despedirme. Lo llevé conmigo, caminamos hasta La Castellana, hasta el apartamento donde vivía sin ninguna otra compañía más que mis libros de medicina. Aún estábamos empapados, le regalé un chocolate caliente y le ofrecí ropa y algunas prendas que dejaba mi novio en casa para cuando dormía. Mientras yo me bañaba él tocó La Valse d’Amèlie en el piano de la sala. Salí desnuda y puse sus manos en mis pechos. Sobre el piano hicimos el amor y más nunca dejamos de hacerlo hasta hoy, (bueno es tácito que mi novio ¡adiós, gracias!). El ciego, me enseñó a ver la vida de otra manera.

Hoy, uno de esos días donde alguien se va, donde no olvidas nada, donde alguien muere, pero hoy; hoy no siento ese vacío, hoy no caminaré hasta Los Ruices, hoy cierro mis ojos y volteo hacia atrás para ver la vida con el corazón.

4 comentarios:

José Leonardo Riera Bravo dijo...

jajaja qué rata!! xD
Yo le quitaría el último párrafo...

Moises Larez dijo...

Me encantó el trabajo que hiciste en el comienzo del texto. Me gusta el desenlace. Pienso que no es un cuento que debería quedarse en el blog sin más, creo que deberías trabajarlo. Tiene muchísimo potencial. Yo trabajaría la primera vez que la mujer ve al ciego - ciego. También creo que eliminaría al novio, ¿Qué opinan uds, muchachos?
Me encantó, Guillermo. Está excelente.

Guillermo Geraldo dijo...

¡Gracias Moisés! en realidad si quería trabajarlo un poco más, pero estaba extremadamente cansado.

¡¡¡Sigamos escribiendo coño!!!

Jessisrules dijo...

guille, lo amo! de verdad captaste la pauta. Tremendo! se me puso la piel de gallina!! Lo escribiste del corazón, y coincido con Mo en que no debería quedarse solo en el blog