martes, 27 de octubre de 2009

Tumor


Nadie sabe realmente qué fue lo que sucedió con Alfonso Costas y el único testimonio con el que contamos es la peculiar declaración de su esposa. Todas las fuentes le describen como un padre amoroso, un esposo fiel y un empleado de confianza. Un perfil que a duras penas encaja con el de un hombre capaz de prenderle fuego a su casa (matando a sus dos hijos —Danilo, 6; Carola, 11) para luego suicidarse.

Rastreando sus pasos en el tiempo, podemos extraer datos poco concluyentes: sabemos que quienes le conocían de cerca notaron una clara perturbación en su comportamiento. Se había vuelto mucho menos comunicativo, su apariencia personal se había descuidado y fumaba. En el trabajo, hacía frecuentes viajes al baño y, en él, se miraba en el espejo, se lavaba las manos y se soplaba la nariz hasta que se le dejaba a solas. Casi no pasaba tiempo en su casa y la señora (ahora viuda) de Costas está segura de haberlo oído sollozar en las noches.

Estas típicas señales de angustia hacen poco por indicarnos la verdadera causa de semejante final. Carlos Moreno (38) fue la única persona con la que el señor Costas se comunicó, tres horas antes de ponerle fin a su vida. Si hemos de creer al señor Moreno, Alfonso estaba claramente delirando:

“Hoy Carola estaba saltando la cuerda, en el patio. Él la quiere, Carlos. Me dijo que iba a comérsela, con cuerda y todo. Porque los niños saben a inocencia. E iba a comérsela poco a poco, tragándosela como una boa, completa. A mi Carola…”

¿A quién se refería Alfonso? Tal declaración haría pensar que alguien le chantajeaba, pero siendo un hombre tan recto, ¿por qué no acudió a la policía? ¿Por qué no se lo confió a sus parientes cercanos? La investigación policial descartó conexiones delictivas, así que volvemos al punto cero: ¿delirios o existía un tercero?

Una hora después de la extraña confesión, Costas emprendió camino a la tienda Taurus, ubicada en el CCCT. Compró un revólver calibre .38 (que pidió, por alguna razón, envuelta para regalo). En minutos estaba arrebatándole la vida a sus únicos hijos, previo ataque a su esposa (que salvó la vida pretendiendo estar muerta). Marielena Costas dice que su esposo hizo todo esto llorando.
Pero es el final de su vida, de acuerdo a la única testigo, lo que ha disparado toda la controversia sobre el caso.

Marielena Costas dice, en récords oficiales, que permaneció inmóvil hasta que escuchó a otra persona en la sala. Al abrir los ojos, vio a si marido discutir con otro hombre, al que no alcanzó a ver. Costas, que ya había rociado al inmueble con gasolina (y éste empezaba a arder), repetía que prefería morir, entre que el desconocido (un anciano, a juzgar por la voz) reía y decía que nada de esto significaba diferencia. Segundos antes de dispararse en la boca, Alfonso convulsionó de dolor y se arrancó la camisa. Es parte de los récords oficiales la descripción del “tumor” que Alfonso costas tenía bajo el brazo (siendo lo más llamativo los detalles sobre los ojos, los vellos y la boca lenguada).fue mirando a la malformación que Alfonso Costas se quitó la vida, cayendo al suelo y sangrando a grifo abierto por las fosas nasales.

Es aquí cuando la única superviviente relata cómo se levantó y permaneció entre las llamas, confundida y aterrada. Mientras los doctores insisten en que las condiciones de stress estaban dadas para delirar y perder la conciencia, ella alega que fue lo que vio a continuación lo que la hizo desfallecer (para sufrir extensas quemaduras en el rostro y las extremidades). Sólo se atreve a decir que “fue el tumor en la axila.” Lo que esta frase signifique está abierto a especulación. Nuestra investigación no arroja conclusiones; ¿qué lleva a un hombre recto a traspasar el umbral de la locura? Nunca lo sabremos.

3 comentarios:

Gabriela Valdivieso dijo...

SUPER!!! Se lee muy rápido, tiene tremendo ritmo y tremenda lógica! Está genial, felicidades!!

Una sola cosita: estuvo un poco confuso (a nivel de redacción) lo de que A miró a la malformación cuando se quitó la vida. Me costó entenderlo :)

De resto, nada, bravo!

Jessisrules dijo...

Dios mio victor, que intenso este cuento. Me encanta como disertas sobre el umbral entre la cordura y la locura. Muy tu la verdad. Lo amé!

Victor C. Drax dijo...

Sí, lo estaba releyendo y esa parte se presta a confusiones.

Influencia de Lovecraft al ataque.