martes, 27 de octubre de 2009

Triste final

Por Samar Hokche

Entre la avenida principal “Misterios”, en la calle “Absurdos”, cuentan sus habitantes que en aquella desolada torre de ladrillos morados, en el apartamento 401, pasan cosas un poco distintas a lo que llamamos normal. Bueno eso dicen, sin embargo, queda al criterio de ustedes decidirlo.

Cuenta la historia que en noches estrelladas, a muy tempranas horas de la madrugada, puede llegarse a escuchar, si prestas mucha atención, el constante sonido de varias cuerdas de saltar -como en un recreo de niños de primaria, pero sin las risas y alegrías de los jóvenes-. Al cabo de unos minutos, el silencio se apodera de los pasillos y se siente ese desagradable e indescriptible olor a putrefacción, que traspasa los muros y llega a tus sensibles narices. Coloquialmente han descrito este hedor como de “axilas mutantes”.

¿Explicación lógica para esto? No lo creo. Sólo una teoría, que a mi parecer es la más acertada. Hace muchos años, cuando la torre de ladrillos morados era uno de los edificios más modernos y de moda, ese pequeño apartamento fue el hogar de un ser muy particular, del cual no se conocía mucho, pero del cual sólo una cosa se podía decir con certeza: saltar la cuerda era la razón de su existencia, su único placer, su única satisfacción. Pero a nuestro pobre amigo una tragedia lo sucumbiría; lastimarse la rodilla fue el final de su destino. Afligido y solitario quedó sin ninguna otra pasión por la cual seguir. Sin sueños, sin vida, triste y melancólico. Ante las miradas apenadas y de lástima de sus vecinos se escondió para no volver más. Han pasado años desde su último salto y sonrisa.

2 comentarios:

José Leonardo Riera Bravo dijo...

Y cómo se explica lo de las axilas mutantes? Sudor por saltar??

Moises Larez dijo...

Yo creo que el niño es un fantasma. Me recuerda a una serie que veía cuando era muy chamo, se llamaba escalofríos y contaban historias como estas. Sobre la pregunta de Leo de las axilas mutantes, yo tampoco sé =S