lunes, 26 de octubre de 2009

10:13. La venganza de la naturaleza

(que no consistió en terremotos, huracanes ni maremotos. No.)

Por Gabriela Valdivieso

Tras una noche pícara perceptible a través de su luna en cuarto creciente, amaneció el mundo envuelto en purpúreas y densas nubes. La humanidad estaba preocupada. Toda clase de interpretaciones se dieron, mas ninguna se alzó tras el acontecimiento ocurrido a las 10:13 am. Desde esa exacta hora y durante un exacto minuto llovió con fuerza. Mas lo que derramaron las nubes no fueron gotas de agua, sino cuerdas de saltar, cremas desmaquillantes y lechugas.

Profunda conmoción. Las bocas permanecieron abiertas, pero sin el movimiento que implica el habla. La humanidad permaneció silenciosa aterrorizada esperando. Esperando algo.

Segundo día, 10:12, a un minuto del caos.
… 56, 57, 58, 59, ¡¡-----!!
Gritos frenéticos, bocas desencajadas, cejas exageradamente alzadas, manos obsesionadas por cubrir y tapar revelaron la acción: El poder de los cielos se pronunció sin piedad sobre quienes habían modificado sus cuerpos de modos no naturales.

Las bocas operadas se tornaron grotescas y pesadas, sostenidas tan sólo por brazos nerviosos. Las barrigas de quienes se habían sometido a liposucciones crecieron y se hicieron inmensas. Las narices quirúrgicamente perfiladas se explayaron por cachetes. Los implantes crecieron hasta invadir los espacios e inmovilizar a los dueños. Las pieles estiradas cayeron derretidas más allá de las barbillas.

Las axilas modificadas científicamente para no permitir la aparición de pelos ni olores alejaron a los circundantes con insoportables hedores y nauseabundas cabelleras. Los traseros agigantados se hincharon con helio. Los lunares removidos se expandieron y sobresalieron como las rodillas. Los cabellos pintados se blanquearon hasta la transparencia. Los delineadores, rubores, labiales, esmaltes y sombras desaparecieron de las caras y se multiplicaron las supuestas imperfecciones.

De las cuentas de cirujanos plásticos desaparecieron los millones de dólares ganados por el oficio. Las vallas publicitarias de bellezas imposibles se esparcieron sobre las vías.

Crisis, desesperación, gritos hasta el agotamiento. Una vez más, el miedo y el silencio cobijaron la noche. Todos esperaban la hora de los desastres.

Tercer día, 10:13.

Desaparecieron los efectos del día anterior, pero no volvió el mundo a la normalidad. Las bocas operadas no volvieron a su tamaño posterior a la operación, sino al previo. Bocas, barrigas, cabellos, todos ellos tornaron a sus estados naturales. Regresaron los lunares y las arrugas. Regresó la gravedad sobre los senos y los traseros, sobre las pieles y las barrigas.

El mundo no reaccionaba. Esperanzados y temerosos, los hombres esperaron una vez más las 10:13.

10:09… 10:10… 10:11… 10:12…

Nada.

El mundo, como la luna, sonrió.

Muchos criticaron al cielo la fealdad regada. Pero otros, tantos otros, tomaron las cuerdas de saltar y las usaron. Recogieron las lechugas y las consumieron. Levantaron las cremas desmaquillantes. Y las botaron.

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