viernes, 29 de abril de 2011

El espectáculo

Cientocincuenta son demasiadas palabras para narrar alguno de mis asesinatos. Escojo a la víctima; como a la última, joven que trabajaba cerca. La seleccioné para librarla de la condena de cruzarse conmigo y esquivar mi mirada todos los días. La amordazo, porque las mujeres no saben callarse, y ahí presencio el espectáculo:


Justo cuando mengua el horror, la piedad desciende hasta nuestro encuentro como una hoja recién desprendida del árbol. Se posa en los ojos de la chica esperando ganar. Lagrimea súplicas creyendo manipularme. Y yo disfruto sus intentos hasta que me aburro y la mato. Entonces la piedad se hace la horrorizada y huye, pero se va en realidad ofendida, molesta por no haberme conquistado. Ella se lo sigue tomando personal, ¡tonta! No es que no sea cautivante, es que el morbo y el olorcillo a sangre son invencibles. Y sin embargo, ella lo intentará nuevamente, la próxima vez.

jueves, 28 de abril de 2011

Todos conocemos el delirio


El delirio no conoce límites, todos somos igualmente susceptibles de caer en su travieso juego: en primer lugar, la visión de aquello que nos hace seres irracionales al instante, sea lo que sea, y luego la perdición total, la locura. Es como sentirse tentado por un precipicio, por asomarse al vacío, por saber qué sería lanzarse. Es delicioso, pero a la vez peligroso, ¿no es, acaso, uno de los más sutiles placeres de la vida? El delirio, visto por unos como una forma de alucinación, y por otros como una parte de la imaginación; al final no sabemos nada, sólo podemos disfrutar el momento en que llega a nosotros por el tiempo que dure. ¿Que cuál es mi delirio? La pregunta podría ser, más bien, acerca de quién es mi delirio. Tiene un nombre, un alma y un cuerpo. He llegado a pensar que muchos delirios son como el mío.

sábado, 16 de abril de 2011

Más allá de las palabras



Por Jessica Márquez Gaspar


Llega un momento en la vida de todo
escritor en que debe comprender
que las palabras no son suficientes 
para aprehender el mundo

¿Qué puedo decirte después de todo?
¿Qué queda aún por decir?
Si las palabras se las lleva el viento y he estado desnuda ante ti.
¿Qué queda por decir? Te pregunto
¿No hemos agotado ya las palabras?
Sabes lo que siento y, espero, sea para ti más que palabras.
Ha pasado el tiempo, es cierto.
Hemos pasado nosotros,
Pero aún quedan nuestros cuerpos,
Y también nuestra alma
Y aunque tengamos miedo al miedo mismo
Y aunque tengamos más que antes que temer
Aún queda este sentimiento
Aún quedamos en el hoy y en el ayer
Porque en las tardes robadas al destino
En las noches de insomnio y de deseo
Hemos detenido todo
Incluso el tiempo
Y hemos creado un espacio
Un complejo
Un momento donde estamos
Más allá de todo
Y para siempre
Amándonos
Como en aquel invierno
O en el verano dulce de tus labios
Porque más allá de todo
Y antes que nada
No existe el mundo sin ti
Y aunque pasen los años y las lágrimas
Seguirá siendo así
No me olvides entonces
No lo hagas
Porque yo no lo haré
En las mañanas de mañana
Siempre contigo estaré
Abre entonces tus ojos
Mi cielo
Observa el mundo a través de la ventana
Que las palabras ya no alcanzan
Que tal vez,
Ya no significan nada
Pero esta cercanía de nuestros cuerpos
Esta proximidad de nuestras almas
Significan todo hoy
Y tal vez otro día, tal vez mañana
Porque cuando el mundo gire
No sabremos si estaremos aquí
Pero en mi memoria viviremos siempre
Más allá de las palabras
Más allá de ti
Y de mi

jueves, 14 de abril de 2011

¡Salud por la artritis de mi vieja!

Por algunos minutos, todos los días detengo el trabajo por el que me pagan para jugar Tetris. Sí, Te-tris. Siempre distraído, suelo perder. Pero justo ese día gané. Dentro de mi ridícula rutina me alegré: oh, sí yo mismo, yo triunfé, ¡toma eso!

Escribí mi nombre para figurar arriba de mi récord anterior y ahí quedé registrado, 16.259 puntos al 16/06/11. Así me di cuenta. 16 de junio. Ya había pasado el 15. El día anterior había cumplido años y por la rechucha nadie se enteró. Nadie me lo dijo. Nadie me lo recordó con un mensajito. No digamos una torta con velas que no se apagan o si quiera con fósforos, coño.

Nadie, nada. Ni en redes sociales. El Facebook anuncia los cumpleaños del día, pero supongo que quienes lo vieron, pensaron que, entre la lista, soy en requete nulo por el que da weva escribir "pásala bien, besitos".

Así son las cosas. Ni mi perro, ni mi mamá, ni mi resuelve virtual en Estocolmo. Nadie se acordó. Y es que también hay que razonarlo, no es que cumplo un 2/2 que es fácil recordar. No, cumplo el 15 de junio, ¿cachan? en el medio de la mitad, en la nada menos nada. Es difícil.

Y si lo pienso, seguro que mi mamá anda complicada por la artritis y mi amiguita en Estocolmo debe andar estocolmeando. La vida pasa y tampoco es para andar con tantas susceptibilidades, ¿no?

Pero repasé el correo y de veras que nada de nada es que ni siquiera llegó alguna felicitación automática de un banco o portal web. Es anormal. Bueno, aunque tampoco tanto si nos damos cuenta que no soy Justin Bieber o algo así. Soy un tipo random, tampoco es que la gente deba hacer una fiesta por verme.

Pero igual pega. Una vez leí que felicitar a alguien por su cumpleaños equivale a decir "¡celebro tu existencia!" y creo que ese es el meollo. Nadie da cuenta de mi existencia. Nadie puede celebrar algo que no sólo no le importa, sino que desconoce. Nadie puede desear que la pase bien y tampoco mandarme un "besito" si no saben si me morí o si tengo coño cachetes para recibir un puto beso.

De modo que como mi cumpleaños me pasó por al lado -porque cumplo 365 días más de algo que no es vida-, salí ese 16 de junio, orgulloso por mi record en Tetris, a beberme una chela por mi insignificancia. ¡Salud por mi visible invisiblidad!

miércoles, 13 de abril de 2011

Casi tan malo como oír “no eres tú, soy yo"

Puedo llegar a creer que la vida no es tan terrible, siempre y cuando no salga de mi habitación y descubra que hay toda una jungla ahí fuera. Seamos realistas, podemos poner la mejor sonrisa del mundo y pensar que con eso logramos la paz mundial y un montón de cosas más, pero eso no es una garantía de felicidad. Es absurdo creer lo contrario.

Perdí bastante tiempo buscando el lugar donde dejé mi sentido común, mi racionalidad y mi capacidad de análisis para ciertas situaciones afectivas y emocionales, aunque hacerse el desentendido es, además de una buena táctica, una terapia contra la locura. Que si el amor, que si los amigos, que si algún psicópata decidió perseguirme desde esta mañana… realmente es mejor borrar mi disco duro mental y pretender (por mi bien) que nada está sucediendo. Puede que siga haciendo eso y pasen dos cosas, o aprenda a vivir bien, o el psicópata me encuentre bajo mi cama y ya, pues. Ambas cosas son perfectamente posibles. Preferiría la primera, dentro de lo que cabe me gusta vivir.

Descubrí recientemente que uno de mis hobbies nocturnos es no hacer nada, o hacer demasiadas cosas al mismo tiempo. No se lo aconsejo a nadie, es peligroso y podría causar estrés por semanas, sedentarismo o nomadismo por tiempo indefinido y pérdida de la memoria. No, momento, yo tengo mala memoria. No aplica. Eso me hace recordar, irónicamente, que había olvidado algo. El algo no lo recuerdo.

Tiendo a creer que el fin y origen de todos los problemas es el dinero, pero muchas veces, para bien o para mal, aparece y desaparece como le viene en gana. Desvarío demasiado pero, ¿qué importa? Como si alguien en verdad prestara atención a lo que dice un loco, pero aún puede que me escuchen, e incluso me lean, así que no entro en la categoría. Se siente bastante bien saber que los que te rodean piensan que aún estás cuerdo, ¡si supieran! Puedo reír y reír por esto durante horas, pasando de la normal risa suspiro, hasta la risa maníaca-enferma que todos llevamos dentro. Todos.

Si pudiera cumplir un sueño, seguramente sería montar un stand-up comedy, y claro, amanecer de un día para el otro con el talento necesario, las cosas como son. Me gustaría también viajar mucho, aprender mucho y todo eso que la gente que dice ser normal quiere. Lo normal puede ser anormal también, aunque no tenga sentido. Y aclaro, no hay nada tan malo como esa frase infernal de “no eres tú, soy yo”; eso sería como decir que un pantalón de púas es una comodidad. Incoherente.

Monoloca: Mujer que no es así no es mujer

-Tienes un cueeerpo brutaal oh oh oh… Aaaasco, ¿Qué hago yo cantando esa monería de canción? Aishh yo sabía que tenía que dejar de salir con ese imbécil... Eso de oír reggaetón en el carro es niche.

- ¡Ay no! Además es insoportable y estoy segura de que se quiere agarrar a su mamá, tal cual Freud, esa amistad con ella es muy rara. ¿Por qué coño ella lo llama cada dos horas? ¿Qué le importa a ella qué camisa tiene puesta? Esa vaina es rara…

-También el otro día cumplimos dos años, dos meses, dos semanas y dos días y al maldito se le olvido... ¿A quién se le olvida eso? Seguro tiene otra… Es que si tiene otra lo voy a matar a coñazos... Primero lo hago sufrir un rato y luego, luego lo mato.

*riiing, riing*

-¿Que hace este idiota llamándome? No le voy a atender, no se lo merece por infiel… que se joda, que me busque.

*riiing, riing*

-Coooño y sigue... ¡YA DEJAME EN PAZ! ¡Quédate con la otra que seguro a ella tu mamá si la quiere! Vieja pajuaa…

*bep*

-Ay si ahora cree que con un mensaje de texto todo se va a arreglar... ¡Ja, qué idiota!

(Lee el mensaje)

-Awww tan bello mi gordo me invito a cenar hoy... ¿Será que me estreno la camisa blanca?

sábado, 2 de abril de 2011

Impredecible


Jessica Márquez Gaspar

-Tú

-Yo

-¿Cuándo?

-Hace unos meses

-Pero…pero…¿Y todo lo que sucedió antes? ¿Dónde queda eso?

-No lo sé, pero sé que fue real

-No te creo

-Lo digo en serio, sabes que no te mentiría

-Pero lo hiciste

-No fue apropósito, ¡Por Dios! ¡No lo sabía!, ojalá lo hubiera sabido siempre o jamás me hubiera enterado. Pero en ese momento, te lo juro por todo lo que es sagrado, ¡No lo sabía!

-Quisiera de verdad que las cosas no fueran así, pero no hay nada que pueda hacer al respecto

-¿Por qué? Claro que puedes hacer algo, puedes cambiar las cosas, ¡Yo sé que puedes!

-Pero no puedo. Lo cierto es que no puedo. Lo que me da más rabia es que no puedo. Tengo meses intentando cambiarlo ¡PERO NO PUEDO COÑO!

………

-Di algo por favor

-Ahora soy yo quien no puede

-Te lo suplico

-Esto es demasiado para mí

-Por favor, trata de entender, aunque sea porque ambos somos humanos y pasan cosas que no deberían suceder

-Es que es demasiado. Demasiado.

-Por favor, no te vayas, no me abandones

-¿Por qué habría de quedarme?

-Porque te necesito. Ahora más que nunca.

-Eso no se suficiente

-Al menos no salgas de mi vida

-Tampoco puedo hacer eso

-¿Por qué? Siempre hemos estado apoyándonos, siempre juntos

-Porque no se suponía que las cosas fueran así, que sucediera todo esto

-Lo sé, ¡LO SÉ! Pero la vida es así: impredecible

-Pero yo necesito certezas y tú no me las das

-Me voy y no voy a regresar. Suerte y Éxito

-No por favor, ¡Te lo suplico! ¡No me hagas esto!

-Esto te lo hiciste tu, no yo. Adiós.

-Y respeta mi silencio, no me llames

-¿Por qué? Tengo que poder llamarte, escuchar tu voz, sentir que aún existes

-Porque no te atenderé. Yo necesito no contestarte, no escuchar tu voz, y olvidarme de que existes

-Hasta nunca


Esperando el café

—No llores, por favor, no aquí, te dije que no te iba a gustar. Te lo advertí, tú querías que te lo contara, por favor, Camila, no llores más, la gente nos está viendo—.

—Tú sólo piensas en ti, Juan, cómo quieres que procese todo eso en un avión —Ironizó Camila.

—No me vengas con esas, Camila, tú querías que te contara, me lo pediste —Dijo Juan sin darle importancia.

—Pero yo no sabía que era con Inés, pendejo, malpariiido, cómo quieres que pase todo el viaje contigo así, ¡sabiendo que me engañaste! —Dijo Camila, alzando la voz.

—Camila, tranquilízate, mi amor.

—No me llames mi amor, hijodelagrandísimaputa.

—Baja la voz, Camila, por Dios, estamos en un avión.

—Me voy a bajar de esta mierdaaa, ¡suéltame! ¿Qué haces, hijodeputa? ¡Suéltame!

—Cálmate, mujer, cálmate, es un viaje de 45 minutos, Margarita no queda en Europa.

—¿Está todo bien? —Dijo una aeromoza acercándose a la pareja.

—No, señorita, no lo está, necesito que me cambie de puesto.

—Lo siento señora.

—Señorita, por favor — Dijo Camila con mirada de odio.

—Lo siento, señorita, es temporada alta y todos los puestos están copados, ¿quiere que hable con algún pasajero que le interese estar en la ventana?

—No, señorita, mi esposa sólo está alterada…

—Quién dijo que hablaras, hijodeperra —Interrumpió Camila.

—…Tiene la regla—Terminó Juan.

—Señores, con esa actitud no puedo hacer nada por ustedes, el vuelo ya despegó. En 45 minutos estaremos en Margarita, estoy segura de que ahí solventarán sus problemas; Váyase a la mierda.

—No sabes lo fiel que te fui, Juan, ¡Qué pendeja fui!, no sé cómo acepté montarme en un avión contigo.

—Lo aceptaste porque me amas, Camila.

—Cállate, pendejo, cállate que tú no tienes ninguna moral para hablarme ahora mismo.

—Camila yo te amo, te confesé esto para que veas que soy sincero contigo, transparente, ¿recuerdas cómo nos enamoramos?

—Perdón.

—No, perdóname tú a mí, no me fijé, estaba pensando cosas y no te vi.

—No, de verdad, perdóname a mí, te llené de helado toda la camisa, por favor déjame darte algo limpio, mi apartamento está en la urbanización.

—No hace falta, ya iba a mi casa.

—Yo insisto, por favor.

—Sólo si aceptas tomarte un café conmigo esta tarde.

—Trato hecho.

—Recuerdo que te ensucié todo.

—No sé porqué no acepté tu invitación de ir a la casa en primer lugar, no sé qué sería de mí si no te hubiera conocido.

—Yo no tuviera el corazón roto.

—Camila tú me conoces, tenemos 6 años juntos, tú sabes que yo no haría algo como eso.

—Es por Inés, no tenías que haberte acostado con ella. Pero aún así te perdono —dijo bajándose del avión. —Yo también te he engañado.

Juan se quedó sin habla. Fue como si le hubieran dado una patada en sus bolas. Todo lo que había planificado ahora le estaba saliendo mal.

—¿Puedo saber con quién lo hiciste?

—Con Gustavo, tu hermano.

Bajaron del avión y caminaron sin decirse nada hasta la correa de los equipajes. Luego alquilaron un carro en el Aeropuerto y dieron marcha a Porlamar.

—Camila, tengo algo que confesarte. Yo no te engañé con Inés. Todo era una farsa. Lo inventé para probarte. Puedes llamar a Inés y preguntárselo. A tu mamá, incluso se lo dije a ella. A ella no le gustó al principio, pero yo quería darte una sorpresa. En realidad no veníamos a Margarita, ahora estoy manejando al puerto de crucero. No veníamos a pasar un fin de semana sino quince días enteros solos en el Caribe, pero ahora no sé si pueda pasar tanto tiempo contigo.

Camila no dijo nada.

—Pero porqué me voy a molestar. Si tú misma me has perdonado inmediatamente. No pasaron 45 minutos cuando ya habías vuelto a confiar en mí. Yo también confío en ti, mi amor. Sólo que ahora estoy confundido. Debes entenderme.

Camila se mantuvo callada.

—No manejes al puerto. Hemos llegado temprano. El barco debe salir en dos horas. Podemos ir a un centro comercial. Tomemos un café. Hablemos. Te contaré todo, por favor. Luego te dejaré decidir si ir al viaje o te daré espacio para pensar.

Fueron a un café en La Vela. Camila dio las indicaciones. Al instante llegaron, se sentaron y ella empezó a hablar.

—Juan, acaba de empezar el último minuto de tu vida. 1234 en realidad no es la clave más segura para proteger una computadora, es la más obvia. Lo oí cuando se lo decías a Gustavo. Mucho menos si sabes que tu esposa es espía igual que tú. Como sabrás tampoco me acosté con Gustavo, yo sé que tú tampoco con Inés. Morirás porque el café te lo sirvió mi jefe, que desde hace seis años me indica qué pasos tomar en esta relación.

—Camila, tu jefe, de hecho, es mi jefe, en este caso no moriré yo, sino tú. Como sabes, no hay pasajes, no hay Inés, no hay cachos. Este es el último minuto de tu vida. Siempre estuve un paso más adelante que tú. Dejabas muchas huellas. Si tuvieras más tiempo te nombraría tus errores. Sólo quiero decirte que sí llegué a amarte, me acostumbré a vivir contigo y a tus caricias. Hubieras sido una excelente madre.

Camila tembló. Se sentía descubierta. Sin embargo ella creía tener la razón.

—Juan, mi jefe es mi jefe. No tuyo. Esto será lo último que oigas de mí. Estoy embarazada.

Juan tembló. Su jefe quien lo llamaba y le daba órdenes sí había sido el tipo del café. ¿Pero a quién engañaría? Él no le dijo que su mujer había sido embarazada.

—Camila, el café los matará. En breve hará su efecto.

—Lo hará en ti.

—Te amo, lo siento.

—Te amo más. Espero que nos vayamos juntos.

—Mi hijo no hubiera sido espía.

—Mi hijo hubiera sido doctor.

—O literato.

—O Cantante.

—¿Cantante?

—Sí, hacen mucho dinero con poco esfuerzo.

—¿Y si fuera niña?

—Bailarina.

—¿Dices puta?

—No de Ballet.

—¿Camila?

—Sí, Juan.

—Ya pasaron dos minutos.