lunes, 9 de enero de 2012

Chicle pegado

Gabriela parte

En algunos años desgarrará hambriento un slice de pizza en el mismo lugar donde hoy pasa discos entre los dedos. De Queen a Rush transitaba sin fijarse especialmente, pues su mirada caía al otro lado del vidrio, hacia la placita del encuentro, donde ella aún no llegaba.

Era una chica normal, pero tenía algo. Miraba como distraída, hablaba como apuntando a la nada. Era como dicen apática. Y él no era para ser escuchado a medias. Él era de opiniones claras y fuertes. O lo contradecían o lo apoyaban abiertamente, pero no merecía respuestas flojas. Tanta flexibilidad era lo mismo que la indiferencia. Y todos saben que la indiferencia agota a cualquiera.

La vio entonces llegar, mirando apenas a un lado, y nada al otro. Eso no era buscarlo. Eso no era querer verlo. Eso no era forcejear entre obstáculos visuales para dar con él. La hizo esperar los cinco minutos que se prometió y, pasados, dejó el CD de Gun's, se metió un chicle a la boca y salió a su encuentro, desde atrás.

-¿Qué onda?, ¿mucho rato esperando? - sonó chicloso.
-Creo que no - respondió relajada.
-Ah, ya.
-Seh, no te urjai.
-Ya... - Y le dijo de un tirón que hasta ahí no más, que le deseaba lo mejor, aunque en realidad no tanto, y que le había agarrado cariño, aunque tampoco nada, pero que a veces las cosas deben terminarse y que el destino hace lo suyo con todos nosotros, pobres marionetas engañadas.

Fue rápido. No disertó sobre el maltrato de su jefe y la difícil relación con su madre, ni si quiera inventó sobre la añoranza que tendría que superar, pero lo del destino lo delató, ahí se le salió su manía de hablar de más. Por alguna razón condensó su verborrea en algo útil y cerrado. Si tan sólo hubiera sabido que para poder soportarlo debía lograr que le cortara todos los días. Santo remedio.

Con aquel mensaje de texto de "Tenemos que hablar, en la vida hay que evaluar algunas cosas", le había dado más señales de las que cualquier mortal necesitaba. Sabía que acabaría el show. Sin embargo, en realidad no pensaba que iba a ser tan rápido. Ahora le tocaba hacer tiempo para el encuentro con Mario que, aunque no era la gran cosa, por Dios que sabía controlar un poco la manía masculina de llenar el silencio con chácharas.

2 comentarios:

Victor C. Drax dijo...

Hubo una parte en la que me perdí, cerca del final. Hubo varías imágenes que me gustaron, bien pintadas.

Identifiqué algunas sensaciones vividas (por mí) por ahí. Trato de decidir qué sensación me causa eso.

G. dijo...

Por un momento fui el chico, y me cayó hasta mal la pesada indiferente. Porque a alguien así no lo aguanta nadie. También quedé medio perdida al final, pero me gustó el texto y me hicieron reír varias frases. Buena idea de pauta, Gaby!