martes, 10 de enero de 2012

Estranged

por Victor Drax.


El hombre conocido como Devil John despertó con el tan familiar sabor pastoso dentro de la boca. Llevaba las pestañas legañosas, barba de una semana, el cabello enmarañado. Parecía bien encaminado a volverse el hermano del Unabomber: un maniático que vive en los bosques fabricando explosivos. Qué modelo a seguir.


Extendió la mano a la mesita de noche y agarró el vaso. Reconfortante al toque, como la mano de una amante. Se sentó en el borde de la cama. Pasándose una mano por la húmeda frente, se llevó el vaso a los labios. Seguía frío, vodka con naranja.

Vio su reloj de pulsera, comprobando con un doloroso eructo que había dormido sólo cuatro horas. Esta vez no hubo terrible fiesta la noche anterior, no hubo colegas que estaban ahí para destruir la casa, nada de jovencitas buscando perderse entre sus sábanas, nada de simiescos traficantes de pecados. Se quedó solo, tomando en su casa frente a la tele. Y llevaba hora y media de retraso hoy.

Pues la reunión tendría que esperar, se dijo. Como seguía vestido con la ropa con la que se durmió (y que le daba una presentación más o menos pasable), se echó una chaqueta de jeans encima y unos lentes oscuros. Salió, todavía con el vaso en la mano, sintiendo a sus poderes debilitarse bajo la luz del sol. Era un crimen y un tremendo acto de desconsideración el que la discusión que decidiría el futuro se realizara de día. Si servía para algo, era para confirmar que lo que les había unido había dejado de existir.

Condujo al hotel, aparcó, se bajó y buscó el salón de conferencias. Ahí estaban reunidos: Gode Burton, Crowley y Robby Vance. Los que habían sido sus otras mitades en ese estilo de vida que se llamó Tangerine Dream.

“Devil, nos honra tu presencia” dijo la voz, violando la santidad de su turbulento silencio interno como un musculoso nazi le habría hecho a su recto en prisión.

Carlos Matlock, el mánager. Nunca puede faltar el mánager.

“Viene borracho” dijo Crowley. “Un gesto bonito, John”.

Devil le hizo la señal del dedo (no la del diablo,
la otra) y tomó asiento. Cruzó las piernas. Se llevó el borde del vaso a la boca y sintió una oleada de pesada decepción el descubrir que el vaso estaba vacío. Qué lindo. Se lo había bebido sin darse cuenta, seguía sediento y sacudía un pie violentamente.

“¿Qué están tomando ustedes?” preguntó. Esta sería una reunión muy larga si pensaban tenerla abstemios.

“Nada, John. No bebemos nada” Crowley al ataque otra vez. El líder de los hipócritas, el hijo de puta ese, porque bastaba sólo un tenue estudio a sus ojos inyectados de sangre y a su decadente nariz de reno mágico radiactivo para entender que había inhalado a la mitad de Bolivia hacía al menos una hora. Si Crowley seguía siendo la mitad del aspirante a cantante que Devil conoció doce años atrás, entonces el vocalista de Tangerine Dream acompañó esos pases con ginebra o ron.

“Puesto que todos estamos aquí (y podemos asumir que el señor Beauford no nos acompañará), demos inicio a la reunión” dijo Matlock, como un árbitro que da el permiso para una paliza disfrazada de boxeo.

“Muy bien” dijo Crowley. Señaló a Devil con el dedo. “Quiero que él abandone el grupo. Podemos conseguirnos otro bajista”.

Lo que es el estúpido de Christian “Crowley” Cheese ignoraba era que cuando la cocaína entra en el cuerpo y se mezcla con el alcohol, se convierte en un compuesto llamado “cocaetileno”, responsable de un descenso en la presión arterial y cerca de la mitad de las muertes relacionadas con el polvo de ángel, debido a falla cardíaca.

Aquí estaba. Tanto que se vanaglorió de ser el hombre culto del rock, cuando le valía de nada. Porque existe una palabra para los hombres que deben echarse un trago tan pronto se despiertan.

Antes de afrontarlo, Devil posó su vaso en el suelo y entrecruzó los dedos.

“Para mí, esto es una formalidad” dijo. “Como un funeral. Hagan lo que quieran, decidan lo que les dé la gana. Yo ya sé cuál es el resultado”.

Y se desconectó, dejándose caer en el fondo onírico de ese sillón.

“Bien, muy bien, qué bueno que podemos contar con Devil John” dijo Crowley.

Estaba de pie, entre los colegas e interesados que reposaban en muebles, sacudía los brazos, abría bien los ojos, gotas de saliva salpicaban de su boca cuando pronunciaba palabras con erre, ese y te.

“Yo no voy a permitir, no sé qué pensarán ustedes, pero no voy a permitir que ni el marica de Kelly, ni este inepto” señaló otra vez a John, “ni ningún productor derribe a esta banda. Es mi banda. Son mis letras las que la gente reconoce. Y de verdad, sin que me quede nada por dentro, todos los que quieran romper este grupo me saben. Que se vayan al carajo. Ultimadamente, yo no necesito a Tangerine Dream, puedo seguir por mi parte, hacer una banda nueva, seguir una carrera en solitario. ¿Ustedes creen que son mi única opción? Ustedes no son mi única opción. Si la gente va a los conciertos es para verme a mí. Nadie le ha entregado a este proyecto más de lo que le he entregado yo y he visto como cada uno de ustedes se ha ido desligando, que si yéndose de vacaciones por ahí, o con proyectos paralelos, o tocando para otra gente, haciendo soundtracks, eso lo que da es vergüenza. ¿Gode y el otro no quieren seguir? Gran cosota. Sigo yo solo. Me quedo como miembro original de Tangerine Dream. Hago como Axl. No es mi problema lo que el cabecilla de una disquera piense, ya nadie compra discos, todo es mp3 esto o aquello. Que se joda ese negro puto”.

“No puedes ser el único miembro de Tangerine Dream y conservar el nombre sin que los muchachos firmen un documento” dijo Matlock. “Y, uh, Crowley. Creo que el término étnico correcto es ‘afroamericano’”.

“¿Qué?”

“Creo que el término étnico co…”

“¿A MÍ QUÉ COÑO ME IMPORTA EL TÉRMINO MALDITO DE LOS COJONES?” Crowley le dio una patada a un enorme jarrón azul con blanco, a lo dinástico asiático, y el envase de porcelana giró sobre su propio eje, se tambaleó de acá para allá y Crowley había salido de la habitación dando gritos y escupiendo, cuando por fin cayó, separándose en pedacitos que ya no podrían volverse a unir. Matlock miró, con el rostro asomándose entre sus dedos.

Gode bostezó. Nada de esto era inesperado, desde la pasividad de Devil hasta la rabia de Christian. Las cosas habían dejado de funcionar mucho antes de que sus coetáneos se dieran cuenta y desde la noche en la que se dio cuenta de que su banda sólo se hablaba para sacarse temas de dinero, él se fue preparando mentalmente para lo que sería el golpe final. Sí, él se fue de vacaciones, a las playas de Yucatán. A caminar con el agua del mar acariciándole los tobillos. A bucear, a recolectar caracoles. Tenía cuatro años que no probaba una gota de alcohol y mucho más que no se echaba un tabaco. Veía al mundo con distintos ojos. A los amores (y vaya que Tangerine Dream fue su gran amor) debe abandonárseles como a la vida misma: con más gratitud que pesar. Friedrich Nietzsche.

“Podemos resolverlo” dijo Robby. “No tenemos que separarnos”.

El guitarrista suspiró. No abrió la boca. Cerró los ojos. Inhaló y exhaló en grandes tragos. Crowley andaba fúrico porque Kelly los dejó y ahora tenían que conseguirse otro guitarra de acompañamiento. Devil veía la marcha de Kelly como a todo este proceso: con decepción. Pero fue Gode, su hermano de las cuerdas, el que más lo entendía, pues porque se lo consiguió tres semanas después de su renuncia, en las oficinas de uno de los patrocinantes. Iba a devolver unas caras botas de cuero que le regalaron.

“Kelly” llamó Gode. “Kelly Beauford”.

Kelly lo miró, girándose con parsimonia. Se había cortado el pelo. Se había dejado la barba.

“Gode, amigo”.

“Tienes que volver al grupo. La banda se cae a pedazos”.

“Lo sé. No sé cómo decirte esto, gigante. Trascendí, ya no me importa esa vida. Mi camino pertenece a otros besos ya”.

Gode calló. Titubeó, a punto de contestar. Pero no pasó de eso, la tentativa. Kelly le posó una mano en el hombro.

“Algún día lo verás como yo” dijo. “Tangerine Dream fue mi vida, me le entregué en cuerpo y alma. Fue mi primer y único amor. Pero a veces no se supone que compartamos nuestra vida con esa primera llama. No quiere decir que dejemos de querer, porque no creo que llegue a dejar de amar a esa banda y a ustedes como personas, nunca. Pero sí es un amor que se transforma. Y he entendido que mi futuro yace en otras relaciones, otros proyectos, otro horizonte. Me contenta haber vivido lo que viví con ustedes. Pero es hora de marcharme, Gode. Estoy ansioso, de hecho, de ver lo que el futuro tiene que ofrecerme”.

“Y… ¿y si nunca grabas otro disco?”

“¿Quién dijo que yo quería volver a grabar?”

Kelly cogió su morral, desparramado en el suelo, y fue a la puerta giratoria del recinto.

“’El dolor del hombre que fui me impide convertirme en el hombre que puedo ser’. Lao Tse. Adiós, Goodie” dijo. Y se fue de su vida.

Gode se pasó el resto de la semana leyendo de filosofía, del futuro, del pasado. Kelly tenía razón.

“Ojalá y no tuviéramos que pasar por esto” dijo al fin, con su ronca voz de dios nórdico. “Pero ya que estamos acá, asumámoslo no como la muerte de algo, sino como el nacimiento de otra cosa. Todo parto es doloroso”.

“Okey, ¿Gode? Estás pasándotela mucho con los tipos de TooL” dijo Robby. “¿Acaso soy el único que no quiere que las cosas se acaben?”

La respuesta vino en la forma de callada indiferencia.

“Saben que vamos a volver, ¿no?” insistió el batería, “Como Van Halen. En diez años, estaremos otra vez de gira”.

“No conmigo” dijo Devil, mirando al techo con sus bifocales tintados. “Una vez esto acabe, para mí, es para siempre”

“Devil… tienes que darnos una oportunidad, se lo debemos a los fans, al futuro”.

Callaron.

“No. Me niego. No”.

Robby Vance se levantó del sillón.

"Nada puede separarnos, este es nuestro destino".

"Lo que tú digas"

Vance salió de la recámara con los párpados cansados, con vapor saliéndole de la garganta, con la visión arenosa. El futuro siempre había sido este proyecto y ahora que no estaba ahí, no sabía cómo era que se vivía. ¿Cómo podían tomar ellos la decisión de romper la banda y forzarlo a él a aceptarlo?

Necesitaba un trago. Y por ahora, necesitaba alejarse. De la banda, de la prensa, del dinero, de todo.

Es el fin de la historia. Acéptalo con las botas puestas.

El rock está muerto.

2 comentarios:

G. dijo...

La técnica, el lenguaje que nos pone directo en el ambiente de banda, la tensión. Excelente. Me gustó el personaje de Devil, por alguna razón. That was good, my friend.

Victor C. Drax dijo...

Thanks, Gaby, much obliged.

Estuvo basado, parcialmente, en cómo rompió Guns N' Roses, so... yeah.