sábado, 24 de mayo de 2014

“Nunca” existe

Una vez más, Julia había trabajado. Se devolvía a su hogar con vecinos de traslado con los que tiene familiaridad porque comparten la misma ruta día a día. Se dirigía a su casa, al encuentro con su esposo y amor.

Lo veía y lo besaba como siempre, porque el “como siempre” viene y vuelve a venir, con sus momentos repetidos, que se dan naturalmente. Julia sabe que esta rutina no es aburrida o pesada necesariamente. Para ella el momento recurrente de estar con su amor es parecido al éxtasis de alcanzar una meta o se siente como pedalear mil bicicletas en un instante. Pero Julia también sabe de otro tipo de momentos, otros que parecen escaparse del nunca, que no te deberían tocar, pero que de alguna manera viviste.

Esto pensaba Julia gracias a su momento "nunca" recién vivido: Había decidido ir más allá de su día a día cuando se unió a un grupo de personas que se reúnen una vez a la semana a practicar el inglés. La primera sesión había sido maravillosa por su tempo, ritmo y risa. Se había conectado con una "sí misma" cómoda con el inglés y graciosa y extrovertida.

Fue a la segunda sesión con las expectativas altas. Pero fue relativamente lenta y larga, sin las inagotables risas de siete días antes. Ya al final hablaban de la tercera sesión, próxima semana. Ya estas sesiones se empezaban a hacer parte del "como siempre", cuando sucedió una de esas cosas que no "tenían que pasar". El grupo se despide y se divide, unos van por un lado, otros por otro y Julia y otros por su lado, caminan al metro.

En un instante se despliega lo inesperado: Van caminando cuando uno comenta que la próxima vez sí o sí pide una chela. Otro comenta que en realidad le hizo falta una cerveza, que por qué no tomar una ahora. Todos coinciden. Y en un hollywoodense "next thing you know" están los tres parcialmente desconocidos tomando cerveza, dejando atrás el inglés y poniendo adelante un momento nuevo.

Julia sonríe recordando que ella tuvo que ver, que ella hizo posible este momento cuando entre risa y risa por la cerveza no tomada, ella lanza al destino una oportunidad: "Si esto de la cerveza es en serio, este es un buen lugar, no sé qué otro sitio haya por acá". Y sí fue, unos instantes después hacían brindaban por lo inesperado.

Esa improvisada reunión fue descubriéndose como una especie de couching para uno de los chicos de la mesa, que tenía complejos como que se aburre de las chicas rápidamente, o que siente que las novias le quitan la productividad y el empuje para trabajar o impulsar sus emprendimientos.

Julia sintoniza con el otro chico, que tiene una bonita relación de tres años. Se pingponean en un contrapunteo de refuerzos de lo maravilloso que es tener una relación. Se escuchan frases al lote, pero entonces delicadamente conectadas, como: "lucha contra tu instinto", "movimientos internos y decisiones", "una buena relación más bien impulsa tus proyectos".

De pronto el couching deja su parte lúdica y simpática, entra a espacios más intensos y luminosos cuando el soltero derrama, entre risa y risa, la confesión de que pucha, conoció a su viejo en febrero. Sí, habló por primera vez con su papá hace tres meses. Cuenta su familiaridad física y de personalidad con ese hombre. Su emoción, su sensación de rareza e incomodidad, pero también de complicidad y empatía. Dice que para él fue un closure del tema. Clousure, en inglés, porque veníamos de ese idioma y porque "cierre" en español no tiene la misma potencia.

Y continúa el baile de frases y contrapunteos. Julia recuerda retazos del feedback: "a veces hay que alimentar las relaciones", "vivir el momento y aprovechar los giros", "cuidarse a uno mismo, cuidar las energías y las expectativas".

Julia da el fin de la sesión cervecera porque debe regresar a casa. La cuenta se apresura, las conversaciones quedan entre abiertas. Pero queda sellado en los tres un buen momento. Un reencuentro con la emoción exótica de esos momentos que nunca se dan.

Porque están en la misma página, emocionados de lo mismo, conversan sobre lo increíble de esa noche peculiar. "Y pensar que casi no vengo a esta reunión", dice el que tiene la novia de tres años. "Muy loco", cierra el coucheado. Se despiden bajo una llovizna donde cada uno parte a su lado, vuelve a su casa, la vida regresa al "como siempre".

7 comentarios:

Gabriela Valdivieso dijo...

Nota a mis amigos litrómanos: Ustedes son en mi memoria uno de mis mejores “nuncas”. Letras a litros es una droga que no nos tocaba vivir. Por un concurso, ahora contamos cuentos, como amigos y estrellas. Los quiero mucho.

Moises Larez dijo...

Queridísima Gabriela. Qué bueno volver a leerte. Qué grato encontrarme otra vez con tu ritmo, tus letras, tu armonía. Quisiera reencontrarnos con unas cervezas como en los viejos tiempos.

Ojalá alguna vez.

Mucho cariño.

Victor Drax dijo...

Lo mejor es el manejo del lenguaje, con el que definitivamente me conecto.

Me trajo a la memoria nuestras reuniones. Hacen falta.

Andrea dijo...

Gaaby! Eres una belleza, leerte me alegra mucho! Espero que algún día nos reencontremos todos!

Victor Drax dijo...

Un buen inicio a lo que, espero, sea un nuevo ciclo en Letras :D

Unknown dijo...

Waoh, qué potencia. Sin duda, creo que podría leerte ignorando el tiempo. Resulta muy armónico el transcurrir de tus letras. También mi sitúo en nuestra reuniones, me causó una grata nostalgia.

G. dijo...

¡Hermosa Gaby! Buen retrato de que el "como siempre" tiene y debe tener un escape, al menos por momentos. En soledad está bien, pero con compañía (sea vieja o sea improvisada) surgen los mejores recuerdos. Nos extraño, sé que habrá oportunidad de volvernos a encontrar ;)