martes, 27 de mayo de 2014

Rumbo desconocido


Le dedico esta historia a la señora que la vivió.
Lamentablemente no me acuerdo de su nombre pero nunca olvidé su historia.  
                                                                    Andrea Gómez


La guerra no le trae bien a nadie, todos los días eran iguales… igual de malos. Lamentablemente no sabía que esa noche iba a ser la peor. Siendo Alemana de raza aria uno pensaría que la guerra no me afectaba tanto, pero no era así.

Mi familia moría de hambre, en mi pueblo no había comida y en las noches calentábamos la nieve para sentir que tomábamos sopa. El frío de ese invierno no se podía comparar con algún otro, a la edad de 12 años ya pensaba que había vivido todo.

Mis padres daban la vida por mi y mi hermanito, ellos estaban flacos y demacrados para que nosotros pudiéramos alimentarnos.
Para la suerte o desgracia de mi pueblo teníamos una estación de tren, allí los militares nazis pasaban con su cargamento de judíos, comida o carbón cada cierto tiempo.

La mala suerte de nosotros, los 500 habitantes, era que los guardias venían molestos, con lujuria y ganas de matar. La buena.. de vez en cuando podíamos conseguir comida.

Esa noche llegó un tren repleto de carbón necesario para calentarnos en el invierno. Afortunadamente yo era una de las más alimentadas del pueblo, todavía mantenía una figura “atlética” y era de las pocas con fuerza para treparse al tren.

Ya era una cuestión de rutina, esperaba hasta la madrugada para investigar qué había en los vagones, mi hermano y mi padre me esperaban abajo para agarrar las cosas que lograba robarme.

Mientras estaba lanzando los carbones a mi padre oí unos perros acercarse, gritos y vi linternas alumbrando mi vagón. Escuché los gritos de mi padre diciéndole a mi hermano que huyera y después oí unos disparos.

Los ladridos cada vez estaban más cerca, los guardias seguían disparando y entendí que papá estaba muerto. Me sumergí entre los carbones para ocultar mi llanto y esperar el momento para salir.
Para mi mala suerte, al paso de una hora el tren comenzó a moverse y el pito fue como una sentencia de muerte.

No sabía hacia donde me dirigía, rezaba por mi papá con la esperanza de que estuviera vivo, pensaba en mi hermanito y en mi madre.

Horas que parecían años, frío que congelaba mi cuerpo y ganas de morir era lo único que sentía.

El tren comenzó a detenerse cuando ya era de día, un pueblo nuevo que debe vivir las mismas desgracias que el mío.

Apenas se detuvo salté del vagón y corrí hacia las casas, una familia desgastada y hambrienta como la mía me abrió sus puertas. Me alimentó con una papa y me sentaron junto al fuego.

Mientras les contaba mi historia e iba asimilando lo que había sucedido decidí salvarme. Yo era la encargada de mi casa ahora y no podía morir, debía regresar.

El padre de esa familia, un ángel, se identificó con mi padre, sólo los padres entienden esta situación de supervivencia, en la que los hijos son lo más importante. Me regaló su abrigo, un mapa y dinero. Me explicó el camino. “Es un día entero a pie, quizás más con el frío, el dinero te ayudará a conseguir resguardo cuando sea necesario”.

Y así fue, agradecida y decidida me fui caminando hasta mi casa. El trayecto más duro y largo de mi vida. Muchas veces sentí que me perdía pero era imposible, caminaba junto a las vías de tren.
Mientras caminaba mis pies se congelaban, la brisa me quemaba el rostro y sólo quería morir

Cuando vi la estación de mi pueblo empecé a correr, de la emoción sentí la sangre llegar otra vez a mis dedos. Rápidamente llegue hasta mi casa, toqué la puerta y ahí estaba mi madre y mi hermano, devastados.

La alegría de sus ojos al verme con vida es uno de los recuerdos más bonitos que tengo. La cara de sorpresa por tan anhelado reencuentro me puso una gigante sonrisa, aunque claro, todos los días siguieron igual de malos.

6 comentarios:

Victor Drax dijo...

El final. Es una de las normas más importantes de la vida: Disfruta los pequeños momentos.

Describes nítidamente. A veces hay expresiones que se repiten o resuenan, no sé si fue adrede. Pero las descripciones te llegan claramente a la imaginación. Y es un buen final. I liked :)

Moises Larez dijo...

¡Wooooooow! Qué experiencia más brutal. ¿Cómo se escapó esta doña de Alemania?

Gabriela Valdivieso dijo...

Wow me parecio ante nada demasiado cinematografico, vivi cada palabra con una imagen asociada. El ritmo es tremendo, pasan y pasan cosas, pura narracion. Interesante la historia, fuerte, quiero saber mas y mas sobre sus pensamientos sobre los judios y sus emociones sobre el regimen nazi.

Victor Drax dijo...

Jajajaja, creo que queremos una secuela :D

Unknown dijo...

Si, te traslada a escena. Qué dura esa doña, aún no asimilo que es una historia real. Sádica, sádica

G. dijo...

Fuerte. Cuando leemos este tipo de historias dudamos de que algún día pasaron realmente, por lo cruel, lo duro de los tiempos. Me gusta muchísimo que nos hayas traído esta. Cada minuto de conversación con esa señora debe valer oro.