jueves, 16 de diciembre de 2010

Despedida. Y nada más

José Leonardo Riera

Primer contraletras del primer match. JL Riera vs. Moisés:

La Reconstrucción de la vida de una persona

simbolizada en un viaje a través del mar.

Homenaje a Armando Reverón, pintor venezolano.




"Te vi cabizbaja,
mirando la playa
y quise saber en
lo que pensabas,
te besé en los ojos
y había lágrimas,
te quise decir que yo te adoraba,
te quise gritar que me perdonaras..."

Alí Primera



- ¿Por qué estás llorando?
- Por nada –dijo la mujer en tierra-. Me pasó la vida por el ojo.

Maldita sea, pensó Leonardo. Su familia se estaba destruyendo. La casa que tanto le costó construir se convirtió en choza. El barco que soñó, tantas veces era solo una chalana. La alegre mujer que fue su compañera ya ni podía acompañarlo, y aquel niño, su descendencia, estaba descendiendo más de lo genéticamente aceptado.

Maldita sea, susurró, mientras caminaba a la orilla. Maldijo el mar que alguna vez fue el testigo de noches en donde el amor no era una escena, era una verdad. También a las olas que en sus divagadas poesías nunca hicieron entender sus gritos de advertencia. Era tal su ímpetu que, comparado con lo que creyeron amor, Leonardo no pudo dudar su vida. Era ese mar, esas olas, las que le hicieron saber que siempre se llega con fuerza, pero se regresa, poco a poco, sin potencia.

Leo pensó en su vida. En su familia, en la choza que alguna vez lo crió, en la choza que él tuvo que criar, en sus aspiraciones de ser el hombre que, al darle una buena historia a su esposa y a su hijo, complementaría su ciclo de vida. Pero no. Vivió lo mismo que su padre; y que el padre de su padre, y que el padre de este último.

Paragüaná se volvió para Leonardo un puerto libre de sueños, de esperanzas, de ternura.

Estuvo tan libre de estos aspectos, que día a día se hizo preso.

¡Maldita sea!, gritó, mientras empujaba su chalana. Ya no bastaba para su familia su presencia, ya no bastaban sus sentimientos, ya no bastaba la comida diaria. Ya no bastaba Leonardo. Y cuando uno no basta para su familia, ya no basta para sí. Su tristeza resultó suficiente para, a orillas de la playa, montar la chalana en busca del éxito que, como ser humano, no pudo obtener.

Y así transformó carencias en búsquedas. El mar, inmenso, inexplorable, algo había de darle. Para encontrarse sólo hace falta perderse. Y, en esa pérdida, Leonardo buscaba transformar tristezas, hundiéndolas al mar.

Mar adentro, sufrió tempestades; sufrió soledades. Pero nunca dejó de pescar. El viento, la lluvia, el frío; ni el mar y su olear bravío detuvieron a Leo, quien quiso convertir su pesca en su siembra humana.

Empezó a pescar atún, que era lo que encontraba. Ni camarones ni costras, ni alegrías ni esperanzas. Y a fuerza de tanto pescar le pesó en grande la alegría, cada pesca lograda se hacía una elegía. El mar, la chalana y el hombre no son amigos de la algarabía.

Pero Leo no estaba allí para alegrarse, estaba porque no tenía otra opción que estar. Más allá de las ganas de hacerse mar. Allí se hizo un viajante, un pasajero más. La pesca tendría que transformarse en esperanza, en futuro, en amor y familia.

Cada atún era una noche en la que podía decirle a su hijo, te amo; y a su esposa, te quiero.

Pues él bien sabía que el hecho de querer es una apuesta en la que puedes obtener una desilusión; o la razón de vivir, de ser. Y Leonardo, ante todo, quería vivir. Más allá de su intento de morir ahogado, más allá del hecho de pensar la muerte, y más allá del vicio de vivir muriendo.

El “te quiero” de su esposa era la excusa perfecta para un día más de vida.

Y pescó indudablemente en busca del bienestar. Estuvo bien, sin embargo, nunca lo supo apreciar.


Pescó, día tras día. Hora con hora, además.

Era, y es, tanta la pesca, que nunca pudo ser más.

Pero cuando no te quieren siempre te buscas querer, Leonardo entonces hizo de un atún su mujer. Fue tanta la pesca permanentemente que en algún lugar se lanzó de anzuelo. No se pudo él pescar.


Pero de peces, y basura, está lleno el mar.


Se llenó la chalana de peces (sólo la mitad), y la otra parte de mierdas que siempre esconde el mar.

Así, hubo un día que no cupo más un Leonardo solo, con atún y el mar. Puedes de nada sirve la chalana, el mar y un hombre triste. Todo está de más.

Entonces Leonardo se lanzó hacia el mar. ¡Ya basta de atún, muy maldita sea! ¡Maldita seas tú, toda la marea y mi juventud ( si acaso existiera)!

Era tanto el atún, tanta basura (y la mierda) que Leonardo no cabía entre un sueño y entre la pena. No regresó del viaje, pues se puso en sacrificio. Sacrificó su esperanza, sus amores y su oficio. Su esposa vivió muriendo… maldito sea ese vicio.


Sin embargo, por su hijo, ahora me lanzo al mar. Así como muchos otros una lancha he de buscar, mas siempre consigo mierda… sólo mierda, nada más.

6 comentarios:

Gabriela Valdivieso dijo...

Qué requete buenas frases "vivir muriendo, qué mal vicio", "Para encontrarse sólo hace falta perderse." Qué buena mezcla de poesía y prosa. Sentí un flirteo de ambos estilos.
A ratos me atrajo y a ratos me apartó el ritmo y el uso de las "y".
Reflexivo, denso, este primer contraletras.

Jessisrules dijo...

De verdad que sí, un contraletras profundo, intenso. Me gustó

Unknown dijo...

Te felicito mi hermano. lo lei y me parecio especatcular. me gusto fu

Moises Larez dijo...

Querido Leo, ¡cómo te ha cambiado la carrera! Estuve a punto de sacar un cuatro y ponerme a cantar tu historia.
tu historia me recuerda muchas canciones que escuchaba en Margarita. Un abrazo.

Gabriela Valdivieso dijo...

Verdad que es musical el cuento? Entre poema y prosa. Qué bello comentario, Moi. Me puso muy contenta =)

Karim Taisham dijo...

chamo, de verdad este es uno de tus textos mas logrados, de pana.

no divorciaste la prosa de la poesia, es muy musical como lo dijeron por ahi.

muy bueno. me gusto =D