lunes, 11 de enero de 2010

Quot Libros, Quam Breve Tempus.


Victor se acostó en la cama y, mientras el capitán le aplicaba primeros auxilios, él fue relatando su historia, un cuento de dolor, sufrimiento y la más oscura depresión que he leído alguna vez. El tocayo era Victor Frankenstein. Y ese era el inicio de un viaje sin fin, que no ha hecho sino traerme placeres.


Yo ya conocía los placeres de la lectura, claro. De niño, me habían regalado libros de Verne, de Mark Twain y yo me había infiltrado en los libros de bachillerato de mi madrina, donde podía leer a Quiroga y a Poe. En aquella época, leer “leyenda” era sinónimo de cuento de terror, de cosas que no podían ser, pero eran. Atraído como abeja a la miel.


Pero fue la señorita Shelley la que comenzó mi vida lectora, propiamente dicha. Influido por ella, escribí un relato (creo que fue en el sexto o el séptimo grado) de un guerrero feudal que vuelve de una guerra perdida en el exterior para conseguir a su pueblo destruido, su familia muerta y el futuro amenazado por un mal innominable. Sólo amigos cercanos la leyeron, una crónica gótica hasta las amígdalas, que se perdió cuando me formatearon el disco duro.


Después de mi primera misión junto al agente 007, en (para la época, 007 era El Hombre, gracias a ese juegazo de Nintendo 64), el status quo se mantuvo en paz, hasta que pasé una larga tarde encerrado en un Pinto, con un San Bernardo rabioso esperándome afuera. El libro era Cujo y el autor era Stephen King. Aunque no conocía nada de King, relacionaba su nombre con el terror (más que todo, gracias a la tele, que siempre que daba una película el domingo en la noche, decía “de la mente del maestro del terror: Stephen King…”) y no fui decepcionado. Personajes reales como la vida misma y una historia sobre los límites de la realidad. Era el inicio de algo que todavía hago (pero en mucha mayor medida): viajes a la librería a gastarme todo mi dinero en libros. Leí Misery, El Resplandor, Carrie y, para variar, Entrevista con el Vampiro, de Anne Rice (libro que leí unas cinco veces. Cuando lo abro ahora, las páginas son amarillas y tienen ese olor a libro viejo que amo). Conocí a La Hermandad de Grisham, al cementerio indio que está más allá de la casa del Cementerio de Animales (King, otra vez) y a la obsesión de un hombre encerrado en El Túnel.


Cíclicamente, llegué a otro punto de inflexión al entrar en la Católica y leer a un hombre que hoy por hoy influencia mis textos (lo considero mi padrino literario): el hombre de Providence, Howard Phillips Lovecraft. Después de él, los horrores se volvieron invencibles, indescriptibles, un equivalente mental al uranio: acércate demasiado y tu mente se marchita y se muere. ¿Cómo yo no iba a dejarme seducir por eso? Mi alianza espiritual quedó sellada cuando gracias a él gané mi primer premio en lo referente a cuentos, por un relate claramente inspirado en él, como hombre (no estoy enamorado de Lovecraft… bueno, sí, pero eso no viene al caso).


Ahí el camino se bifurca y las sendas se entrelazan. Nombres, historias, experiencias. Bret Easton Ellis, Hubert Selby Jr., Chuck Palahniuk, Mark Danielewski, Joyce Carol Oates, Ira Levin, Takashi Matsuoka, William Peter Blatty, William Faulkner, Fedor Dostoievsky, Cormac McCarthy, Richard Matheson, William Golding, Robert Kirkman, Garth Ennis,Truman Capote, Jorge Luis Borges, Neil Gaiman, Clive Barker, Robert Bloch… y el camino no deja de extenderse.


La culpa no es mía. Es de ellos. Estoy seguro de que ustedes, más que nadie, saben a qué me refiero. Quot libros, quam breve tempus.

2 comentarios:

G. dijo...

Qué bien estuvo eso, me encantó leerlo... pues... yo también amo "Entrevista con el vampiro". Tanto que lo coloqué arriba xD ¿Lovecraft estará bien para mí?

Victor C. Drax dijo...

Por supuesto que sí, a tí te gustaría mucho. El terror que usa Lovecraft no se basa en tripas y "buuuu, aquí sale el monstruo!!!", sino en cosas que notas si eres observador. De una, tiene ambientes macabros, pero es cuando paras de leer y unes todas las pistas que te quedas "...oh, por dios, las criaturas que Pickman pinta ¡son seres reales!"