miércoles, 27 de enero de 2010

“¡Yo siempre había creído que las niñas eran unos

“¡Yo siempre había creído que las niñas eran unos
monstruos fabulosos!- dijo el Unicornio”
A través del espejo y lo que Alicia encontró ahí
Lewis Carroll

Por Paula Ortiz

Tras el telón hay un universo de deseos encontrados. Nervios e incertidumbre se desatan en el backstage de un concurso de belleza. Al salir, los reflectores iluminan rostros recién maquillados, imperfecciones ocultas tras kilos de polvos y rubor. Los uniformes sensuales, que muestran pero esconden y al mismo tiempo disimulan, exhiben un cuerpo esbelto, con estigmas de sufrimiento y sacrificios. Un opening en el que las estrechas cinturas se contornean al compás de la música marca el inicio del certamen. Amistad y rivalidad se enfrentan en la tarima y sonrisas dibujadas con escalpelos y colágeno muestran su brillo más radiante.

Una presentación de ensueño. Un traje de brillantes y escotes pronunciados. Una seductora actitud de femme fatale que soborna los más oscuros deseos de un jurado expectante. La receta perfecta para conseguir un voto de grandeza que te acerque más a la corona, que te permita palparla mientras una compañera te abraza con sutil envidia.

La noche más linda del año trascurre con altos y bajos, errores y éxitos, bandas y reconocimientos. Uno que otro tropiezo arruina el maquillaje, lágrimas nerviosas y risas exaltadas entre hipocresías cubiertas de sedas y orfebrerías ostentosas. Miss simpatía ya tiene nombre y apellido. La reluciente escarcha de su banda ensucia las intenciones de quienes se acercan a felicitarla.

El certamen continúa virgen de reina. Tacones que realzan las ganas de destacarse entre las demás hacen mover las siliconas de un lado al otro entre pasos firmes sobre la pasarela. Siempre seguras, siempre atentas. Los asesores corren de un lado al otro lejos de las cámaras, allá donde los detalles hacen la noche y los imprevistos se remiendan con retazos de lo que se pueda.

Los retoques en el ego no se hacen esperar en los intermedios. Cada vez quedan menos candidatas a la corona. Lindos cuerpos y rostros angelicales son opacados con ingenuas respuestas y absurdas verborragias. Un frasco de cristal frente a sus narices contiene el último escalón, el último riesgo de un paso en falso, la exposición a la humillación. No todo es belleza, les dicen. ¿Existe otro evento tan majestuoso y pretencioso?

Finalmente el momento cumbre ha llegado. La tercera finalista recibe su ramo de flores y su banda de perdedora con belleza notable. La segunda finalista, más linda o menos fea que las demás que se quedaron atrás, sonríe con conformismo insatisfecho. Dos chicas esperan que su nombre sea el último en pronunciarse. El vestido parece ya no ser lo único que les corta la respiración.

Tras estruendosos aplausos, y con la misma cara que tantas veces ensayó frente al espejo, una llora de emoción y siente la corona posándose sobre su incómodo pero tolerable peinado. La otra, la abraza sollozando de una tristeza que, maquillada con L’Oréal, ha de disimular. La noche se acaba entre grandes alborotos y críticas, basura donde antes había Scuttaros, consuelos obligados y colillas de cigarros.

No hay comentarios.: