lunes, 31 de agosto de 2009

Bailando tras cortinas

Por Guillermo Geraldo

Fue un día ajetreado, de esos de oficina en los que comes un sándwich de almuerzo frente al monitor, con un stress casi fulminante, entre gritos y papeles.

Había llegado el fin de semana y me encontraba boca arriba. Preferí cerrar los ojos antes de seguir mirando el techo que hacía de cielo (bastante atípico y opaco), entonces empezó a sonar una melodía a alto volumen. Sonaba una composición llamada El lago de los cisnes. Mi oído aún podía reconocer aquellas notas incluso luego de la muerte de mi madre, profesora de ballet desde que tengo uso de razón. Conociendo las inclinaciones de los muchachos apasionados por este arte, mi madre prefirió alejarme de él y dejarme antes de cada lección en un campo de fútbol muy cercano a su academia.

Sin embargo, mis oídos estaban hinchados por los gritos de mi jefa. No soportaba el más mínimo ruido, las notas retumbaban en mi tímpano como golpes de un boxeador. Sin duda alguna había sido el día perfecto (lo manifiesto de forma sarcástica); de un lado a otro en la oficina, tráfico infernal y, además de esto, a pesar de ser fin de semana no me dejarían dormir. Decidí asomar mi mirada por la ventana, buscando el origen del sonido. Quien fuese debía bajar la música luego de mis gritos irritados que estaban a punto de ser escuchados en todas las residencias debido a mi mal humor. El silencio fue seguido por un fuerte suspiro, esto motivó mi recorrido en el camino al buen humor y la impresión de lo que vi: parecía un teatro de sombras, su cabello hacía como tentáculos de medusa en conjunto con el compás de su ritmo vertical. De puntillas se podía apreciar que bailaba. Llevaba un tutú, al menos a eso conllevó mi intuición al observar el faralao que se trasladaba a sombras. Estuve aproximadamente media hora observando la silueta de lo que sin duda alguna era una orquídea ilustrada en persona.

El teatro de cine se convirtió en espectáculo nocturno. Al empezar El lago de los cisnes, Cascanueces o incluso alguna composición de Yann Tiersen, mi cuello volvía a asomarse por la ventana a verla. Eso fue el principio, luego la observaba obsesionado. Su sombra delataba cuándo se quitaba la ropa. No tenía el mínimo conocimiento de mi existencia, infinidad de veces pensé bajar con el pretexto de azúcar o con algunos discos musicales de mi madre, pero siempre fui introvertido y el miedo superaba mis deseos.

Estaba absolutamente enamorado de ella, su danza y el vaivén de su cabello. Empecé a ir a hechiceros y ese tipo de personas, videntes o cómo se les quiera llamar que quizás puedan ver un poco más allá del presente. Hice rituales con baños de rosa y perfumes exóticos, pero jamás en el té, café o bola de cristal salió la mujer de las sombras.

Pronto habían pasado meses desde aquella noche de humor bipolar. Sabía a las horas que salía y a las que llegaba. Anhelando el día en que su cortina estuviera abierta de par en par, en el que dejaría de lado las sombras. Quería ver su piel, el color de sus ojos y su cabello, sin embargo mi mayor anhelo era encontrarla en los pasillos, cosa que no sucedió. Es algo absurdo pero así fue durante meses, quería dejar de preguntarme su nombre, quería olerla, rozar su mejilla con un beso al presentarnos.

Un día vencí el miedo. Era un sábado y en el siempre pleno atardecer cuando prendía luz en su habitación y se empezaba a notar su sombra. Hacía una pequeña maleta; medias, tutú y zapatillas no faltaban en ésta. Supongo que cada sábado tenía alguna presentación. Ese día salí de mi casa. Apenas me dio chance de rociar algo de agua de colonia en mí, esperé el ascensor, pero tardó demasiado en llegar. Bajé por las escaleras corriendo como alma que lleva el diablo, pero era demasiado tarde, ya se había ido. Esa fue la única vez que desafié el temor y la muralla de mi timidez.
Pero sin duda alguna, ningún miedo fue peor que cuando me asignaron salir del país por negocios. Eran apenas unos días, pero la frustración de no verla por esos días me inundaba. Mis manos sudaban en el avión imaginando que al regresar no estaría, que la mujer de la sombra se esfumaría de mi vista.

Llegué de viajes y aquella noche no sonó nada similar a una nota musical, ahora lo único que aturdía a mis oídos eran el infame silencio de una noche pacífica. Pasaron los días, pensé que podía estar de viaje como yo, pero no fue así. Me di cuenta de que el destino no es el que lo quiso así, fui yo. Soy yo quien por miedo no me arriesgo por grandes cosas. Sentía una punzada fuerte en mi pecho, mi corazón estaba hecho pedazos por la ausencia de El lago de los cisnes en mis oídos, y del teatro, el tutú y la mujer de las sombras para mis ojos.

Jamás volví a mirar silueta alguna como aquella.

6 comentarios:

Karim Taisham dijo...

wow!! super hermoso Guille, de hecho trabajas con un giro inesperado (cuando al protagonista se va de viaje al exterior) y eso de verdad me atrajo aun mas a la obra.

me hubiera gustado un final menos "moralista" si se quiere, no importa la extension que hubiera tomado el texto, me hubiera gustado que el tipo finalmente la conociera o la confundiera con otra, que la tipa halla sido solo una fantasia o descubrir q no era como el pensaba.

pero igual este recopado el cuento Guille!! te felicito, estas mejorando mucho y me gusta ver como pasa eso frente a mis ojos =)
(ayy sii ya hablo como profesora jajajja) ;) un beso!!!

Gabriela dijo...

=) Coincido contigoo! Este cuentito es hermoso y está bien narrado!!

José Leonardo Riera Bravo dijo...

Jejeje ese es lo que me gusta! es una narración! narra algo! cuenta una historia!! me fascinan las historias que tienen un inicio, desarrollo y un desenlace!!

De verdad que está genial. Felicitaciones! ^_^!

Guillermo Geraldo dijo...

¡Gracias! (: Profesora Noe <3 hahaha.

No en serio, capaz si he intentado concentrarme más. thanks again.

Samar Yasmin dijo...

Que triste final jeje pero me gustó mucho! :)

Karim Taisham dijo...

hey, como q profesora Noe?? jajajajajaj espera a que me graude, por lo menos ;)