domingo, 11 de abril de 2010

La historia de Santiago y otras cosas importantes

Por Gabriela Camacho

Santiago se miró en el espejo por última vez. La camisa cerrada, exceptuando tres botones, combinaba con su tono de piel; los meticulosamente elegidos jeans; y los cómodos pero elegantes zapatos, lo hacían verse como cada sábado por la noche: genial.

Antes de salir, se fijó en la pequeña nevera situada en el fondo del salón. Allí dentro había todo tipo de licor, notándose la preferencia por el vodka al haber enormes cantidades. Pensó en la fría botella, aguardando el momento de ser bebida, y se dijo que no; ya habría tiempo de eso esa noche.

Las llaves del carro en mano y un par de billetes grandes, eso era todo. Llegó al bar de costumbre y se sentó, pidió lo que solía pedir y miró distraídamente a su alrededor. Allí estaba ella, con su vestido ceñido al cuerpo y su frágil expresión: era la víctima perfecta de la noche. Se acercó con cuidado pero con paso firme, y tocó su hombro.

Ella se sobresaltó, ¿Para qué mentir? Pero rápidamente recobró la calma y sonrió con timidez. “Ya la tengo”, pensó Santiago. La noche siguió su rumbo como él tenía pensado, ella actuaba exactamente como debía, según el plan. Cuando el trago bastó y la conversación aún no había terminado, Santiago sugirió el camino más fácil: su carro. Ofreció llevarla a su casa y ¿Quién sabe qué más?

Ni siquiera sospechó del hecho de que la chica misteriosa viviera tan alto en una montaña, debía ser duro bajar de allí cada día, ¿No? Cuando hubieron llegado al primer claro entre árboles ella le pidió que la dejara, y él como fingido caballero puso su primera objeción; ese no era lugar para una señorita a tan avanzadas horas de la noche. Le prometió acompañarla hasta la puerta de su casa, ni más ni menos, aunque creo que nosotros sabemos que en realidad sí era más.

Habiendo caminado un par de minutos desde que él seestacionó en aquel claro, la chica que iba a su lado se detuvo. Él, instintivamente, hizo lo mismo. La oscuridad era casi total, así que no se dio cuenta del momento en que ella sacaba una filosa cuchilla oriental. En menos de cinco minutos, nuestro querido pero poco inteligente Santiago yacía en la hierba hecho pedazos. Lo raro era que, ¿Cómo podía estar contemplando esa escena, si obviamente estaba muerto?

Santiago despertó sudando en el sofá de su salón, eran aproximadamente las ocho de la noche, su hora predilecta para salir. Sintió un enorme alivio sabiéndose a salvo, ¡no había salido de casa! Cuando intentó levantarse se mareó y miró hacia la nevera, que tenía la puerta entreabierta, cuidada muy de cerca por diez botellas vacías de vodka...

Amigos míos, sobra decir que Santiago no salió esa noche, ni la del sábado siguiente, más o menos por un mes. La mejor compañía era su nevera de tragos, y supo que en ciertas ocasiones la soledad era preferible. Los sueños son invenciones, son maravillas y son pesadillas, pero ¿No debemos hacerles caso, tal y como hizo Santiago?

7 comentarios:

Victor C. Drax dijo...

Gaby.
Gaby.
Talento.
Lo tienes.
Tienes terminantemente prohibido dejar de escribir. En serio.

G. dijo...

Wah...! gracias Víc, eso es motivador ^^

Karim Taisham dijo...

ummmm..

el estilo me recuerda mucho a los escritos de principios de siglo. sobre todos los franceses y los textos con influencias del romanticismo tragico.
que tienen al final una suerte de ultimo parrafo que explica todo, mas o menos como el cuento del escarabajo dorado (o de oro?) de Poe y el almohadon de plumas de Quiroga. bueno recuerda tambien que el psicoanalisis estaba en moda en ese entonces jeje

bueno el texto Gaby. =)

G. dijo...

gracias Noe <3

Jessisrules dijo...

Gaby me gustó mucho. Me recuerda un poco a Quiroga con sus párrafos finales, y estoy de acuerdo con Noe, tiene ese aire del narrador que explica.

Me gusta mucho, además, impecablemente escrito (y sabes que yo con eso soy un fastidio!).

Rockeo!

G. dijo...

Graciasss Jessi <3333333

Gabriela Valdivieso dijo...

"nuestro querido pero poco inteligente Santiago"

Eso! Sentí lo mismo! Muy Quiroga! Es como Q con más intervenciones del del autor. Grande Gab, grande! Qué gran título, qué gran cierre! brav-o!