domingo, 25 de abril de 2010

Mi curiosa plática con un amigo al que no conocía

La pauta de Andre me recordó una historia que escribí para el Rally, y es mi historia favorita de todas las que he escrito. Espero que les guste y me perdonen la trampa, es sólo que encaja con el momento. Disfruten :D

Por Gabriela Camacho

“Son las cuatro de la tarde”, me dije mientras caminaba sobre el pasto del Cementerio del Este, que amortiguaba mis pasos. No tenía sentido seguir, así que me senté. Una tristeza tan grande como el océano se hacía parte de mí, y se instalaba cómodamente dentro de mis pensamientos, haciéndolos suyos.

Su muerte tan repentina me había tomado por sorpresa, sin darme tiempo siquiera de asimilarlo, de entenderlo, de aceptarlo. “Simplemente se fue, dejó de existir y me trajo aquí”, pensé con ironía.

Cuando me di cuenta estaba sola, no había nadie a mi alrededor que disipara mi sensación de abandono. Miré distraídamente hacia la franja de luz que proyectaba el sol sobre una montaña y algo por fin captó mi atención: un hombre venía hacia mí, caminando pausadamente, como si no necesitara llegar con prisa a ninguna parte.

No me di cuenta de cómo, ni de cuándo, pero se sentó a mi lado. Pude ver en ese momento cómo era: su ropa estaba impecablemente limpia, vestía con un sobretodo negro que hacía juego con el pantalón, una camisa blanca, zapatos negros y brillantes y una bellísima corbata roja. En cuanto a su rostro, era el más perfecto que alguien podría ver, con facciones distinguidas y ojos de un azul oscuro. Su cabello era castaño y parecía tener unos veinte años.

Al principio no dijo nada, sólo se limitó a ver lo que yo veía. Cuando pensé en levantarme pareció leer mi mente, pues me preguntó “¿Por qué deseas irte? ¿Te molesta mi compañía?”. Yo le respondí que no y seguí mirando hacia un lugar indefinido. Quería levantarme pero al mismo tiempo deseaba quedarme allí.

Luego de un minuto volvió a hablar, y me dijo que él era lo que yo más detestaba en ese momento. Miré hacia sus ojos azules con cara de sorpresa y eso lo hizo sonreír. “Soy... La muerte” y sonrió de nuevo. Pensé en que cada día habías más locos en el mundo y decidí hacer lo que quería hace unos momentos: levantarme. Algo me lo impidió, pero no era mi compañero, sino mi cerebro; había algo mal conmigo. Fijó su vista en mí y oí su voz en mi cabeza diciendo “No te irás hasta que me escuches”. Por primera vez junto a él tuve miedo; “¡habló directamente a mis pensamientos!”.

Me dijo que no debía temer y comenzó a hablar calmadamente. Recuerdo cada una de sus palabras, no creo poder olvidarlas nunca: “¿Sabes por qué hago lo que hago? No lo creo. Yo los llevo a todos a otro lugar, al lugar que merecen. Cuando ellos cumplen su trabajo en la Tierra yo hago el mío, es simple. No me mires así, no me gusta tener que causarlo todo: accidentes, robos, enfermedades, pero eso es algo que alguien tiene que hacer. El equilibrio es lo que mantiene al mundo y las personas también deben ser niveladas.”

Me sorprendió ver que lloraba y supe que no mentía; estaba hablando con la Muerte. Se secó las lágrimas y volvió a mirarme con los ojos enrojecidos.

“Si deseas saber por qué vine aquí, deberías mirar lo que yo veo. Si, eres tú. Me estabas llamando, preguntándome qué razón tuve para hacer lo que hice, y por primera vez me sentí obligado a responder. Las personas que se han ido son privilegiadas, pues el sufrimiento terrenal ya no forma parte de sus vidas. Mi trabajo no es tan honorable al principio pero los resultados son increíbles. Nadie quiere regresar nunca, y a quienes has perdido no son la excepción. Debes simplemente dejarlos ir”

Vi que se levantaba y que el sol se ponía en el horizonte, pintando el cielo de tonos naranja. Sentí la necesidad de darle las gracias y lo hice. “No debes agradecerme aún -dijo-, sino cuando volvamos a vernos. Hasta pronto”. Caminó despacio hacia el lugar de donde vino y desapareció. Yo me levante también y avancé por el camino opuesto al que él había tomado. No sabía cuándo volvería a verlo, pero sí sabía que tendría que hacerlo algún día. “¡Qué amigo tan extraño!” pensé riendo.

3 comentarios:

Karim Taisham dijo...

es un cuento raro. De verdad. Claro no le resta meritos, solo es, raro.

debe ser que no estoy aconstumbrada. oie, no encierres los dialogos entre comillas, le resta fluidez al cuento, ademas para eso estan las cursivas.
otro consejo, usa los dialogos SOLO cuando sean necesarios para la trama. De otra forma el cuento se torna aburrido.
eso ultimo lo aprendi en un taller literario =)

lo demas, esta fino =D

G. dijo...

Gracias por los consejos, Noe ^^ los tomaré en cuenta para la próxima :D

Unknown dijo...

Estoy cruzando los dedos para que Noelia no pase por mi blog, ja ja ja ... si no leo lo que ella comentó, ni me doy cuenta de las comillas. (aprendí algo)

Me encantó el cuento y no me pareció raro sino divertido. Me gustan las maneras que buscamos los humanos de dar respuesta a lo que no tiene. Eso es muy divertido.