viernes, 18 de marzo de 2011

Pedaleó, aceleró y voló.

Por Guillermo Geraldo

Me recogió cerca de casa de la señora Di Giacomo. La neblina profunda de donde emergen los muertos de los cuentos del Nonno, estaba a favor de nosotros aquella vez, escondiéndonos. No importaba el frío durante el camino de tierra, tampoco ese brinca brinca en la bicicleta al pisar las piedras que hace doler el coxis y los riñones. Llegamos a su casa y por primera vez la madre de Fabio no estaba en la entrada mandando saludos al General, si no durmiendo. Las llaves pasaron suavemente a través de la cerraduras y éstas giraron al son de un segundero. Entramos a hurtadillas, me había quedado en medias para hacer el mínimo ruido al entrar. No cabía la posibilidad de dejarnos ver por sus padres, que no lo dejaban llevar a casa a ninguna muchacha hija de militar. Fabio encendió una vela y pasamos. La luz temblorosa y tenue, me dejaba ver en la entrada de su cuarto algunos afiches propagandística de Garibaldi y Mussolini. El fuego se esfumó de un soplido y con ello un torpe beso llegó a mis labios. Los besos siguientes se fueron amoldando hasta el punto de mezclarse con los nervios y mi respiración agitada. Mis pechos avergonzados, a pesar de ser vistos únicamente por la plena oscuridad. Pechos, asechados por el martilleo de mi corazón que desesperado gritaba y golpeaba por salir. Finalmente poco a poco se hincó de rodillas resignado a la calma después del rato posterior a un orgasmo.

Pasó por mí en aquel Fiat rojo, haciendo el mismo recorrido que en la bicicleta. Ya había abandonado su sueño por ganar il Giro di Italia. La neblina, había pasado al bando enemigo y sólo era un estorbo y un obstáculo más para esquivar los ovejos a veces en mitad de carretera. En su casa ya no era necesario esconderse (a menos para entrar), para su familia era todo un privilegio tener a la hija del General Nicoliello en casa, por los tiempos de fascismo que imperaban, además que Fabio estaba inserto en la disciplina militar para ya entonces. Los resortes de su cama y la oscuridad de su cuarto los reemplazó por el brillar de las estrellas y los amortiguadores del carro.

Y pasé por casa de Silvia Fortunato, quien había comprado la casa a la señora Di Giacomo antes de que ésta muriera. Llevaba una bolsa de pan, que abrazaba para calentar mi cuerpo, en la ausencia de sus brazos, de su calor. Sólo temía que los cuentos del Nonno fueran verdades y que de las neblinas de la muerte saliera su rostro (el de Fabio). Su casa que había sido pintada de azabache como un símbolo a los camisas negras, no había sido pisada por mí bajo su nueva fachada. No estaba el motivo que me inspiraba a entrar dentro de aquel techo, éste sólo estaba presente día a día entre las paredes de mi mente, de mi anhelo por tenerlo. Los orgasmos eran productos de la imaginación y de recuerdos. El éxtasis que derivaba al acabar se había esfumado, y encontraba suplente en las lágrimas sobre mi rostro y el miedo porque muriera.

Escuché ese gruñido que emana del roce entre las llantas y la tierra, cuando se levanta el polvo. Ni me molesté en acercarme a la ventana. A los segundos un temerario golpeteo en mi puerta se escuchó. Me cogí una cola en el cabello y abrí. Un hombre quien fácilmente entraba en un vestido mío y de cara demacrada me sonrío, Estaba ahí, para morir haciendo el amor, para desnudarme por cada estrella existente, para no marcharse jamás. Pasaron los días. Entre la caída de las dictaduras, así quedó atrás la Belle Epoque, pero el calor de Fabio persistió, hasta el punto de arrugarnos y usar la cama para dormir abrazados con ropa.

El pan ya no es el mismo, recuerdo cuando los hornos eran de leña; la casa de la esquina no es ya ni de la señora Di Giacomo, ni de la Fortunato, si no parte de un Centro Comercial. Y nuestra casa; bueno, la de Fabio, ya no es negra, la pintura se ha desgarrado con el correr de los años y los inviernos. El frío es perverso. Ahora sólo deseo que los cuentos del Nonno sean verdad y en las noches entre neblinas salga Fabio para fundirme en un último beso.

3 comentarios:

Gabriela Valdivieso dijo...

Muy bueno!! Sentí susto al inicio, bien narrado. Me gustaron mucho algunas imágenes, especialmente "el desgarre de la pintura". Lo sentí muy visual, imaginé colores y centros comerciales.

Victor C. Drax dijo...

Te sentí un pelo disperso, aunque me gustó la estructura y la voz narrativa, como para ver qué pasa si la explotas más.

Jessisrules dijo...

Me gustó Guille, me encanta esta versión de tu narrativa. Muy interesante.