Inquieto y sin sueño, le pidió a su padre que le contara un cuento.
-Pero uno especial, papá.
-¿Especial cómo?
-¡Un cuento de terror!
-Pero no vas a poder dormir, no no, ¿qué tal un cuento de vaqueros en el cercano este.
-No, ¡quiero uno de terror, pero ya sé! ¡uno sobre lo que te da terror a ti, no a mí, papá! Así podré dormir.
El hombre pensó, y astuto ingenió:
-¡Bueno!... Verás, muy muy lejos, arriba hacia las estrellas, entre la Urilex y la Rapacus, hay un lugar único: No es propiamente un planeta, es como una nebulosa que, sin forma y sin masa, no se ve, pero se oye y se siente. Este espacio peculiar es el lugar que habitan las hadas.
-¿Hadas, papá? ¡Hablamos de terror!
-¡A ver, debes esperar! Lo que pasa es que estas hadas son extrañas. Cuando hablamos de hadas nos elevamos y pensamos en magia y vida, pero no. Estas hadas son oscuras y solitarias, vagan sin norte y sin fin. Arrastraban sus amarguras entre las colinas galácticas invisibles. A veces, en los malos días no sólo se atravesaban entre sí sin voltear, sino que se peleaban y terminaban arañándose. ¡No querrás nunca que un hada se enfade contigo! Ves una cosa espeluznante: Se cruzan sonrisas falsas, miradas desteñidas, y chispazos negruzcos.
-¿Y por qué están así, por qué no revolotean por ahí torpes y alegres como se supone que son los espíritus del bosque y esas cosas?
-Aunque no lo creas, nadie lo sabía, hasta que uuuuna de las hadas se lo preguntó y buscó respuesta. Naina era su nombre. Naina se tropezaba como las demás, pero no era igual que ellas. Un buen día, cansada de tener tener las uñas sucias y el ánimo apagado, se animó por entender su presente y cambiarlo.
Leyó libros de las antiguas leyendas y no dio con la razón de la transición: ¿por qué antes dichosas y mágicas, estaban ahora ella y sus pares consumidas de desidia y nostalgia? Gracias a las pistas de su investigación, dio con una idea: la mayor hada conocida, la hada madrina, podría ayudarla a entender. Empeñosa, decidió ir al otro lado de la nebulosa infinita para verla y salvar su especie.
Pasó infiernos y mareas y dio con el risco más alto que puedas imaginar. Voló durante años hasta que sus alas casi se apagaron de agotamiento. Por fin llegada a la punta divisó a esta hada retirada, una vieja de carnes sueltas. Era casi imposible pensar que centurias atrás haya sido tan esbelta como contaban los vientos y las más dulces historias.
Aquella no tenía ninguna intención de soltar explicaciones, pero hubo algo en el alma de Naina que la impulsó. Las palabras salieron de su boca primero llenas de tedio, pero pronto se solapaban, se vertían apuradas unas sobre otras. Cuentan que lo que Naina escuchó fue similar a esto:
En el pasado las hadas eran felices, como felices eran los hombres que compartían sus historias. Ellas susurraban a los niños y humanos agradables anécdotas de dulces caballeros y princesas de almas y cabelleras hermosas. Sus alas fluorescentes movían hilos invisibles que daban un brillo especial a la luz solar, y daban una calidez impensable al viento terrestre. Revoloteaban y mejoraban el mundo. En sus narraciones los pastores y las ardillas, como los reyes y las mariposas, eran aliados de los humanos. Juntos construían palacios y vidas dichosos y soñadores.
¿Pero sabes qué pasó? Es complejo. Durante milenios las hadas impregnaron a los niños de flashes de colores, pero los niños fueron cambiando. Los que solían recibir con ilusión a las ninfas y las hadas, fueron perdiendo la esperanza. Dejaban de respetarlas gracias a nuevas prácticas: nuevos medios, juegos violentos, burlas entre compañeros. Los niños perdieron la capacidad de compartir sinceramente, de empatizar con los afligidos.
Así, los susurros de las hadas se hicieron mudos. Y las figuras aladas despertaban de pronto fastidio y hostilidad. Los niños las ignoraban, las alejaban. Aquellas parecían entorpecer sus disposiciones. Atravesadas frente a pantallas incesantes, recibían por miles dolorosos manotazos, cual fueran moscas e intrusas. Las hadas lucharon, pero fue muy difícil. Exhaustas, se replegaron y flotaron inmóviles, hasta alcanzar por azar la nebulosa que ahora las reunía.
Todo esto escuchó Naina con gran pesar. Profesaba, indigna, que no entendía cómo se rindieron sus antecesoras. Cómo no lucharon por el corazón de los niños, cómo escogieron retirarse.
El hada de antiguos tiempos replicó lentamente: ¿Acaso no te has rendido tú?, ¿cuántas lunas debieron pasar para que vinieras a verme? Los niños dejaron de creer en nosotras. Y nosotras también dejamos de creer: en ellos y en nosotras. Para criticar a tus pares, deberás lograr que un niño crea, tan sólo uno. Y con ese uno, luego sólo otro. Esa es la cruzada de quien osa cambiar el mundo. ¿Eres tú?
Esa es la historia de la que se tiene registro. No hay en lugar alguno continuación de esta historia, se desconoce qué sucedió. De modo queeeee... ¡a dormir!
-¿Quéeeeeeee? Espera, ¿qué pasó, lo logró, algún niño creyó en ella?
-A veces las historias se truncan, es tarde, trata de dormir. - y salió con premura de la habitación.
Nuestro niño quedó impactado. Sin respuestas, con una historia tan fantástica como terrible. Más inquieto aún que al inicio de esta historia se dio vueltas hasta que concibió la idea que sin querer pronunciaron sus labios:
-¿Soy yo?... ¿Naina? - y juraría por el resto de su vida, que una cosa rebotó en el techo y salió por la ventana dejando una estela rosada.
5 comentarios:
Te noté un poco dispersa, Gaby. Como que tuviste problemas con la estructura de la historia. Al principio flaquea un poco, luego arranca la historia dentro de la historia y mejora.
Cuéntame cómo fue el proceso para esta redacción.
La astucia del padre al final resultó. El que contaste es, quizá, el mayor cuento de terror de nuestra sociedad, de nuestro mundo. Cambiamos, pero no para algo que se pueda considerar bueno. Dejamos de creer. Muy buena historia, Gaby.
Víc: Las pautas pasadas no escribía por esto: porque no tenía el cuadro claro y me costaba hacerlo redondito. Acá lo logré pero con mucho esfuerzo, y de pronto con pocos resultados, parece. Bueno, poco a poco me reincorporo.
Gabi: Eso era clave para mí! Qué rico que lo destaques! Que la pérdida de ilusión del niño es la peor pesadilla del papá!
Alright, good! Yo sigo atento a ti.
Wao! A pesar de que no es mi estilo preferido, me gustó.
Considero, incluso, que este texto en concreto es Naina.
Nosotros, el niño.
Y yo, por mi parte, creí. Quedé atrapado aún sobre mi voluntad.
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