martes, 3 de agosto de 2010

En ese instante



En ese instante

Por Jessica Márquez Gaspar

Inspirado en "Sanitarios" de Caramelos de Cianuro

Los segundos que se desmoronan a medida que avanza el reloj. Que corren a atropellarse unos a otros en su prisa por pasar. Y yo que quería que hoy fueran lentos, que hoy se deslizaran sin premura. Pero no fue posible. En aquella burbuja el tiempo determinaba todo, el final estaba previsto.

No supe nunca cómo terminamos allá. No sé que fortuitas circunstancias nos llevaron a encontrarnos en ese instante. En ese centímetro del segundero particular. Sólo sé que fui perdiendo consciencia de mis acciones para ganar conciencia de mi cuerpo. Sólo sé que en aquel instante que nos abrazamos perdí la voluntad que me había permitido mantener la compostura toda la noche. Sólo sé, aunque nada sé, que fue demasiado para mis sentidos, para mi cuerpo, para mi alma, sentir tus brazos, tu cuerpo vibrando tan cerca de mí, tu deliciosa proximidad, tu cariño y tu deseo, fue demasiado entender en ese abrazo lo que habíamos callado durante horas. Y perdí el control. Y encontré tus labios con los míos, y ya no fui yo, y no fuiste tú. Fuimos.

Después de unos tímidos minutos nos separamos. Mi corazón corría a la velocidad del deseo, mientras sentía mi cuerpo hormiguear y desesperarse ante las posibilidades maravillosas de lo que podía suceder a continuación. Maldito ese segundo exacto en que no me detuve a pensar que aquello tenía, desde un principio, final. Que aquello era una brecha en el tiempo, un pacto con el destino para jugar fuera de las reglas, para ignorar las reglas, y regresar más tarde al camino correcto.

Nos miramos en franca interrogación. O más bien te miré interrogante, porque sabías de sobra que siempre quise que aquello pasara. Que había esperado por aquel momento como se espera la salida del sol en una noche larga, desesperada y oscura. Te miré preguntándote si sentías lo mismo. Te miré preguntándote si te atreverías, si te dejarías llevar por aquellos mal controlados impulsos, que nos habían conducido a esa situación en primer lugar.

Tu respuesta tocó mis labios y me desarmó de todo miedo. Me encontré contigo y me perdí, completamente. Mientras pasaban los segundos, minutos, o alguna otra medida de tiempo, el tiempo mismo se iba. Y con él se acercaba esa terrible hora en que todo habría terminado, en que todo habría muerto.

A medida que perdíamos conciencia del espacio, fuimos acercándonos más y más. Desaparecida la distancia entre nuestros cuerpos, toda distancia, supe que había logrado mi destino. Qué había engañado las posibilidades e incluso su decisión para poseernos en aquellos fugaces instantes. Pronto mi cuerpo dejó de ser gobernado, de ser mío, para ser tuyo. Y recorrí tu abdomen, tu pecho. Hice fiesta en tus hombros, en tus brazos. En tu espalda. Te sentí alrededor de mi anatomía en una celebración de lo imposible, de lo que siempre quisimos pero estaba prohibido.

Quise llorar ante la posibilidad de estar ahí, contigo. Quise llorar ante la dualidad de aquel hermoso y terrible momento que amenazaba con culminar cuando debería ser tan sólo un comienzo. Pero el destino es cruel. E incluso se repone del engaño para señalarnos la realidad, el camino que nos ha tocado seguir, el que estaba predeterminado y aceptado.

En un tiempo que no fue tiempo, por lo menos no tiempo como lo conocemos, fuimos. Fuimos porque fuimos uno. Porque en aquel lugar y en aquel momento quisimos desafiarlos a todos, quisimos creer que era posible aquel universo paralelo, aquella historia alternativa que intentábamos crear. Pero poco a poco aquello que lo inició todo, fue pasando. Y quedamos en aquella no-distancia mirándonos a los ojos. Preguntándonos que vendría después. Disfrutando las últimas migajas de magia y los primeros instantes dulces de la efímera, pero aún así, felicidad. Acaricié tu cabello y luego tu cara. Besé tus labios una vez más, con más profundidad e intensidad que nunca, y que siempre.

Correspondiste mi beso, esta vez sin las urgencias del deseo, más para decir, para aclamar, para llorar, para despedirse, que para desatar un impulso largo tiempo reprimido. Esta vez era decir lo que latía debajo de aquel acto: lo que sentíamos. La conexión, la rabia y la impotencia, el dolor, la incertidumbre, el “quizás” y “el por qué”. El “tal vez”. Y otras tantas frases que sólo éramos capaces de expresar en aquel instante.

Te observé por última vez en tu desnudez y me miraste como siempre quisiste hacerlo. Mientras la burbuja se elevaba y se rompía con suave final, nos fuimos vistiendo sin dejar de mirarnos, hasta quedar frente a frente como estábamos cuando todo había empezado. Lejos, tan lejos. Incluso antes de separarnos y seguir nuestro camino, ya nos habíamos ido. Porque aquel encuentro era finito e irrepetible. Y cómo tal, alcanzado su final, se hizo inmediatamente recuerdo y concluyó, como el sol que se pone al atardecer. Inevitable.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Intenso, Jessi. Intenso.

Sentí como si realmente leyera una canción, y una que a pesar de tener un final poco feliz, no causa ninguna tristeza ni soledad.

Me gustó mucho, en serio. Casi parece que lo viviste, ¿No es extraño? (:

Gaby No-tan-Jr.

Jessisrules dijo...

Gracias Gaby, no lo viví (ojalá!) pero a veces construir la ficción es como vivir, así que tal vez si lo viví.

Me alegra que te gustara! un abrazo!

Jessi

Karim Taisham dijo...

ahhh y Jessi descubrio el sexo opuesto. jjejejeje me gusto.

Andre dijo...

Jajaja excelente Jess!

Jessisrules dijo...

Gracias Andre!! Gracias Noe! me alegro que les gustara

Unknown dijo...

Jess! excelente! maldición que escrito tan intenso! De verdad que quema... y enfria.
Muy bueno, girl... muy bueno... Mil felicitaciones!

Jessisrules dijo...

Gracias mi Gus! me alegra que te llegara, ese es todo el propósito de esta historia. Un abrazo!