A Daniela y Daniel que revolotean en mi memoria
Hay un mar de secretos en cada corazón, quiso decir Rose casi al final de la película. Más allá hay cientos de conexiones absurdas que surgen a través de los años. Olvidos, mudanzas, viejas amistades: todo un sistema de defensa que vive en el cerebro que nos permite vivir sólo el presente.
Saber una canción de Mulato, tener el pelo un poco largo, los zapatos Skechers, como los de Santiago, el argentino, y decir que mamá había ido a la descarga Belmont era lo que mandaba. Igual todo se derrumbaba cuando Katherine (¿o era Kimberley o era Ekaterine?) decía que el pan con queso y salsa de tomate no era una buena combinación para el desayuno.
Aquella era una época onírica. Las conversaciones no profundizaban más allá de por qué Zulay pestañeaba tanto o de lo bueno que había sido el capítulo de Baywatch o el de De Sol a Sol.
Oriana está en una relación con alguien. Un chamo con tres amigos en común en Facebook. Alguien que no conozco, sin embargo siento alegría por ella. Tengo años que no sé nada de su vida. Quizá la última vez que la traté fue en segundo grado. Ella era novia de Ángel, un chamo simpático con orejas largas. Luego fui a la graduación de mi mejor amigo. Ella estaba ahí.
A mí me gustaba sentarme al lado de Daniela e Irene. También cerca de Daniel. Daniel y yo queríamos dirigir un periódico. En una clase, el profesor dijo que escribiéramos un cuento. Yo conté la historia de varios Santas de planetas. El salón entero río. Daniela río, Irene también lo hizo.
El profesor dijo que yo tenía madera para ser escritor. Ahí me llenó la cabeza de ideas salidas de un manual de psicopedagogía para estudiantes de 4to grado. Muchos niños se creen todas las mentiras que les dicen. Otros se tatúan marcas con palabras aleatorias, escuchan consejos que los definen que se vuelven irreversibles.
Dos años antes vi a Irene en una discoteca. Era 28 de diciembre. Tenía mucho tiempo sin verla. Estaba igual. Más grande: universitaria. Cambiamos teléfonos y con un “estamos en contacto” terminó la conversación que desembocó en una silenciada amistad por Facebook de compartimos tales amigos en común.
Irene me hizo la primera pregunta incómoda de mi vida: “¿quién te gusta?”. De niño a uno siempre le gusta alguien. Revelarlo no siempre era lo más adecuado. “Dime, no le digo a nadie”, dijo Irene, “por favor”.
La infancia era como jugar “el amigo secreto” eternamente. Una especie de misterio por descubrir un regalo que llega en la adultez. ¿Quién seré? ¿Obtendré lo que quiero? ¿Tendré lo que anoté en el papel? Decepciones y felicidades eran repartidas aleatoriamente entre los alumnos de cuarto grado al azar de la responsabilidad de otros.
Oriana Fermín era amiga de Lía, que vive en Paraguachí, cerca de mi casa. Pero también era la mejor amiga de Ixchel, que alguna vez fue mi mejor amiga; por lo que el “Oriana está en una relación con…” me recordó a mucha gente. Ése era el núcleo de la conexión que se esparció como un líquido que recorre la forma de una neurona por toda mi memoria.
Así apareció Paula Ortíz, María Morao, Hassan, Arianna Dagna, Pablo —Pachito–, Rubén —a quien saludé a los 11 años en los carnavales de Juan Griego y ya no se acordaba de mí—, Ariana, Mariana, Jens —el hijo del alemán y Juana, la cubana—, Roxana, Devananda —que era bueno en fútbol y a quién llamábamos "banana" por ser unos carajitos—, Martín, Mario —que no recordaba bien el español—.
“Me gusta Daniela”, le dije a Irene. Inmediatamente supe que había cometido un error. Me paré y me fui. Irene le dijo a Daniela. Al día siguiente Daniel sabía. Yo se lo confesé en el transporte. Me había dicho que era un error. Yo asentí. Me había quedado sin secretos. Caminé, al otro día, en el recreo del colegio y la encontré. Irene no quería hablarme. Le dije que se había equivocado de Daniela. Que no me gustaba Daniela Méndez, mi amiga, la chama que me había invitado a su fiesta: la única a la que había ido desde que en 2do grado fui a la de Jessica, la hija de los franceses de El Tirano. Que me gustaba era Daniela, la del transporte, la de quinto grado, la única chama de quinto que me hablaba. Que era igual de bonita, simpática, pero que no cantaba la canción de Titanic en perfecto inglés como su mamá le había enseñado.
Fue un fracaso. Nunca aprendí a mentir.
“Daniela Méndez” escribí en Facebook. 4 amigos en común. Una foto de perfil que insinuaba que no había cambiado en nada y lo demás privado. Yo hubiera hecho lo mismo. Alejandra Raga me dijo que se había ido a Suiza, se lo pregunté por el chat de Facebook a la vez que exhumamos historias que parecían que no iban a salir hasta el día del juicio final: clases de computación, el manduco, Titanic.
Manuela, la novia que tenía en esa época, 12 años después (y no 20 como dijo Alejandra) intercalaba canales mientras el juego de la vinotinto no terminaba de empezar. Ahí Jack le decía a Rose qué debía hacer si se salvaba. Céline Dion aprovechó el instante y sacó un montón de cosas llenas de polvo.
En la hora de almuerzo del trabajo, me provocó decirle a Alejandra vayamos y tomémonos un té. Vamos a contarnos historias de hace 20 años o 12 años. Busquemos a Santiago, Javiera, Joselvis, a Luisalba Gamboa, Leomar, Adriana, Marcos, Omar, el hermano de Shaquim, la otra Alejandra: Alejandra Albornoz, a Daniel. ¿Y Daniel?, ¿Cuál era su apellido?, ¿lo recuerdas? Pero no salió nada de mis dedos.
Al año siguiente, el nuevo director abrió la puerta. “Este es el nuevo”, dijo. Y dos chamas al fondo dijeron “Moisés”. Más nunca pregunté por nadie hasta que vi el estatus de Oriana Fermín.
Ahora sólo quedan recuerdos, ganas de saber qué pasó contigo. ¿Cuántos hijos tienes? o ¿Sigues viviendo con tu mamá? Vamos a tomar un té, vamos a dar una vuelta. Salgamos de esto y volvamos a vernos en 20 años cuando el estado de Facebook de otra persona cambie. ¿De verdad no quieres averiguarlo?
Moisés Lárez
7 comentarios:
Hermoso. Muy tierno y sincero. Ademas usas referencias muy actuales como la relacion 2.0 y la virtualidad.
excelente.
Noelia :3
Me encantó Moi!
¡Fascinante, asombroso! Siempre con el condimento Paraguachí, lo menciones o no, ahí está. Nostálgico y sabroso, como siempre son los recuerdos combinados con el presente
Qué tierno, en serio. Me gustó como le diste la vuelta al tema de los secretos: "Me quedé sin secretos." También me gustó que sentí que era verdadero un mix de tiempos (sueños y recuerdos), y que quería leerte en 20 años más, jaja ojalá entonces tengas más respuestas que preguntas.
Una ejecución perfecta.
"Irene me hizo la primera pregunta incómoda de mi vida: “¿quién te gusta?”. De niño a uno siempre le gusta alguien".
"La infancia era como jugar “el amigo secreto” eternamente".
Me gustó mucho.
Excelente Mo. Me dio nostalgia leyéndolo. Excelente escritura.
Para leer tu parte 2, volvi a la parte 1 y la redescubrí. Demasiado genial, qué curioso sacar a la luz todos esos pequeños secretos y deseos juveniles. Eramos un mar de hormonas, pasaban demasiadas cosas, me identifiqué mil veces con todos!!
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