Cualquiera se habría preguntado por qué esa agencia de Audi le pagaba a un psicólogo, si ni siquiera los empleados podían acudir a él. La respuesta, aunque sencilla, no era corriente: este hombre, metido todo el día en su oficina con sofás de cuero y whisky costoso, no se encargaba del experto en motores al que su esposa le había pedido el divorcio, ni tampoco del gerente que no podía dejar atrás su vieja manía de combinar los calcetines con el cinturón. No. Este psicólogo era un tanto más selectivo con sus pacientes.
Una aburrida mañana de octubre tuvo un caso bastante particular: un Audi R8, plateado, de esos que hasta un ciego querría tener, le fue entregado por múltiples defectos.
-Ya no quiere andar, ni siquiera pasa de los 80 por hora, ¿qué hago?- preguntó desesperado el dueño del vehículo.
-Veo, veo. Dos días, solamente, y será suyo de nuevo- el psicólogo era muy serio en su trabajo.
Le dio un par de vueltas al carro, miró debajo del capó, abrió la maleta. Nada realmente preocupante, al menos en el exterior. Llegaba el momento de la plática, así que buscó su libreta de anotaciones (porque sí, tenía una) y se sentó a hacer las típicas preguntas. De alguna forma, aunque el carro no contestara a ninguna, él sabía exactamente lo que estaba sucediendo.
El dueño actual no era el primero, ahí va un problema. El dueño anterior, otro problema, era un mafioso. El auto, tercer problema, estaba cansado de ver y ser parte activa de los delitos que su cuidador anterior llevaba a cabo. Se entendía perfectamente que no quisiera andar, ahora todo tenía sentido para el psicólogo. Éste le recetó cambio de aceite por uno con mejor aroma, para relajarlo; un paseo largo por una carretera con vista a la costa o al campo, y una temporada libre de cualquier emisora de radio que hablara de noticias, especialmente las de criminales. Seguramente con eso mejoraría.
Como acordaron, en dos días el auto estaba como nuevo. El dueño firmó un cheque de gran valor, por una cantidad de euros con la que ni siquiera soñaríamos, y salió del concesionario sin mirar atrás. Todo parece terminar feliz, tanto para el auto y su dueño, como para el psicólogo, que por fin pasaría unas vacaciones de ensueño en la Côte d'Azur francesa. Lo único que no puede negarse en esta historia, es que el auto no dejaría atrás los remordimientos de ser –o haber sido- un automóvil criminal.
4 comentarios:
Me gustó Gaby! Muy simpático :)
Se nota la influencia de King. Por supuesto, es un cumplido.
Me gusta cómo ha ido creciendo tu prosa.
Gabi, qué creativo, me encantó. Me sorprendí en varias geniales ideas-frases. Felicitaciones.
Como dicen por ahí, qué simpático, me cayó como bien el cuento jaja como una persona!!
Quiero más =)=) más autos y locuras de Gabi Jr!
Chicos, gracias! :D
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