Primero que nada debería explicarles quiénes son Daniel y Marie, ¿cierto? Son hermanos, cristianos, de buena familia y grandes amigos, caritativos, sus vidas limpias y claras como el agua… o al menos eso daban las apariencias. Marie asistía a la secundaria de la vecindad, y Daniel apenas cursaba el quinto grado, ambos con muy buenas calificaciones.
Un día de primavera, Marie huyó de casa, o eso se creyó. Durante horas la buscaron en todos lados, incluso en la iglesia, donde decía que amaba estar. Nada. La policía no tenía pistas que seguir, ni siquiera los mejores detectives lograron dar con ella. Interrogaron a muchos, y de nadie consiguieron alguna confesión realmente valiosa. La niña no estaba, se fue sin dejar rastro. Daniel comenzó a tener problemas a las pocas semanas, estaba inquieto, nervioso, a tal punto que sus padres lo internaron en una clínica para poder controlar su estado mental.
Los doctores no conseguían que dijera una sola palabra, nadie en realidad podía lograr tal cosa. Daniel pasaba día y noche mirando la ventana de la habitación de paredes blancas, como esperando a que alguien viniera. Había dejado de ser el niño risueño y alegre que era para convertirse en un manojo de miedos. Y es justo en esta parte en donde comenzaba la historia que yo quería contarles: él sabía lo que pasaba con Marie.
La mañana del día en que su hermana desapareció, Daniel había descubierto un paquete bajo la cama de sábanas tiernas y rosadas. No pudo con la curiosidad y sacó el contenido del bulto ya abierto, pero cuando iba a echarle una ojeada, escuchó sonidos en el piso de arriba, correspondiente al ático de la casa. Era la voz de su hermana con otras voces nada agradables, parecidas al chillido que hacen las uñas contra una pizarra. Subió despacio mientras los sonidos se hacían más fuertes, escalofriantes. Abrió la puerta y se encontró con muchas motas de luz blanca que salieron disparadas hacia la ventana.
Antes de que todas huyeran, divisó dos cosas: el cuerpo de su hermana tirado en el suelo, y la última de las luces blancas que no había notado su presencia. Era un hada: pequeña y delgada, más bien raquítica, con algo parecido a piel pero más gastada y marchita, de ojos negros como el azabache, expresión fiera y colmillos filosos cual agujas. Daniel no dijo nada, no hizo falta. El hada salió despedida como las demás y todo fue silencio. En unos instantes lo que quedaba de Marie tampoco estaba, y Daniel supo que lo siguiente no sería nada bueno.
En su estado de miedo y aversión combinados, bajó de nuevo al cuarto de su hermana y buscó el paquete. Jamás sabría lo que había en él, porque también había desaparecido, pero en su lugar había una nota que rezaba:
Marie pensó que su historia podría tener un final feliz. Se equivocó, ¿cierto?
Daniel tomó el papel y lo guardó, estaría seguro con él. Salió de la habitación y cerró la puerta, dejando todo intacto. Sus padres no tardarían mucho en darse cuenta de que su querida hija no estaba, y la policía voltearía la casa una y otra vez buscando respuestas. No las encontrarían.
Marie creía en las hadas y ellas vinieron a llevársela. ¿Que por qué? Nadie lo sabe. Pero una cosa sí está clara: si crees en los cuentos de hadas, algún día descubrirás lo que son en realidad. Daniel lo sabrá por siempre, y me parece que Marie, en donde esté, lo sabe también.
4 comentarios:
FUCK. YES.
Me encantó, el final es perfecto. Te conseguí algunos detallitos que se solucionan con edición (una palabra de sobra aquí, otra por allá).
Pero la historia rockea. Me recuerda que lo que conocemos como cuentos de hadas hoy, realmente eran historias de terror al momento de su aparición. Y si uno las disecciona (Hansel y Gretel, por ejemplo), descubres que no parten de núcleos bonitos. Parten de oscuridad.
Loved it.
Gracias :DD... sí, las historias más bonitas siempre tienen un lado oscuro.
Ufff, Gabi se lució. Si me preguntas, 20 chocolates, Gabi. Muy bueno, muy creativo y muy bien presentado. Aplausos. Te felicito por el flash back y el buen ritmo!
Gracias Gaby!!!
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