Por Gabriela Valdivieso
Como todas las mañanas, despertó apurada por anotar su sueño: En Roma, minutos antes del evento más esperado de su vida, su hermana le entregaba en préstamo un prendedor azul cielo. Ella se lo ponía apurada porque desesperadamente necesitaba cantar al unísono con su amor: ¡Acepto!
Pero había despertado, y con el despertar, la había empapado la conciencia de que su futuro esposo es por ahora su ex. Cerró su libreta y abrió en cambio su notebook. El sitio web Losarcanos.com arrojaba su designio del día: " Debes aprovechar el solsticio para tomar la rienda y asumir acciones productivas en tu vida interpersonal. Los miedos han de cerrarse sobre sí, la peligrosidad ha quedado atrás. Pasiones al rojo vivo encienden el terreno amoroso".
Boquiabierta chequeó el horóscopo de su Leo: "La influencia de Venus favorece el plano sentimental, entras en un ciclo de madurez emocional. Viejas historias del pasado resurgen con fuerza, atento que estás vulnerable. Cuida tu garganta".
Eran demasiadas más señales de las que necesitaba. Incluso, era lunes primero, fecha de inicio y aventura. Manejaba su agenda al derecho y al revés y lo sabía libre, librísimo para ella. Envalentonada por las promesas astrales, discó "Leo" largamente hasta que apareció al otro lado de los cables mundiales la voz que algún día gritaría "Acepto", pero que esta vez decía "Aló".
-¿Como que aló?, ¡soy yo!
-Hola, Mariela.
-Hola, Sebas, ¿cómo vas, qué haces, qué vas a hacer?
-Eh, voy a visitar a mi tía.
-Ah, Carlita, sí, qué pena, ¿cómo sigue?
-Bien, pero quiero verla.
-Claro, pero más tarde, si vas ahora te dirán que las visitas son a partir de las doce.
-Sí, es que antes iré a buscarla moto.
-¿Se te olvidó que Juan Pablo no va al taller los lunes?, ¡qué memoria, Sebas!
-Sí, se me olvidó, entonces aprovecharé de pagar VTR, que ya tengo cargos.
-Sebas, ya tienes la tarjeta de códigos verificadores, puedes pagar por Internet, es refácil, te metes en...
-Sí, ya, es verdad, se hace rápido.
-¿Entonces estás libre? Porque sabes que tenía en mente que nos tomáramos un helado de pistacho con chocolate que tanto te gusta.
-Es que quería terminar de estudiar para mañana.
-Cualquiera cree que tú estudias en las mañanas. Anda, vamos por un helado.
-Ya.
-Ah, sí, ¿ya? Al tiro me arreglo, ¿nos vemos en Fragola en quince minutos entonces? Ay, perdona, no te pregunté si te desperté, sé que los domingos carreteas, ¿te desperté?
-Ya estoy despierto.
-Uff, qué suerte, bueno, no te hago esperar, me alisto, nos vemos al tiro. Ah, apúrate para que te dé tiempo de pagar VTR.
Colgó sonriente, pero no podía celebrar, ¡apenas si le alcanzaban los minutos! Se alisó un poco el pelo para estar flexible y manejable para un leo dominante. Se maquilló sus pecas colorinches, se puso aquel vestido naranja renacer y se puso los aros que él le había regalado. Se dirigió a la computadora de nuevo y en dos minutos repasó lo que sabía: Sebas es independiente, egocéntrico, nostálgico y sensual. Ya. Se puso zapatos bajos para no intimidar a su amado y apuró su paso hacia el encuentro dulce y fresco en Fragola.
Lo vio sentado en una mesa, alzó el brazo para que la viera, pero justo volteó a otro lado. Se sentó en frente y lo saludó radiante, "Hola, tú".
-Hey –contestaba su leo.
-¿Qué tal, cómo te ha ido?
-Bien.
-A mí también, por suerte -empezaba a jugar con sus cabellos-. ¡Ay, no sabes lo que me encontré el otro día!
La mesera interrumpió. Él se pidió al fin un helado con tiramisú y manjar. "¡Todo menos predecible!" y ella acertó por tentarlo con Pistacho y Tres leches.
-Ya pues, te digo que me conseguí el llavero de Pucca, ¿te acuerdas?
-Sí.
-Que me la regalaste en el evento de Animé, ¿te recuerdas? Que debíamos ir disfrazados. Tú ibas de Naruto, así que, ni modo, me tocó ir de...
-Sakura, sí –se aclaró la garganta.
-Sí, cómo nos tomaban fotos, ¿te acuerdas? Y nos pasaron apenas una, tu amiga Luisa, tan bonita.
-Sí, es verdad.
-Y dime, ¿te acuerdas de lo que hicimos después?
-Sí, Mariela.
-Sí que sí, que fuimos a La Maison, a la habitación 88. 88 infinito, dije.
-Dijiste.
-Y reíste.
-Reí.
-Y nos besamos, ¿te acuerdas que nos besamos?
-Sí, pero Mariela.
-Nos besamos y más.
-Sí.
-Y luego nos abrazamos.
-Mariela.
-Y viste televisión, te gustaba ver tele después, qué loco.
-Mariela… - se aclaró la garganta otra vez.
-Pero a mí no me importaba porque un león debe siempre moverse a sus anchas.
-¡Mariela!
-¿Qué? ¿Recuerdas todo esto?, yo a veces recuerdo muchas cosas.
-Recuerda que se acabó.
-Pero la muerte es el único final irremediable.
-No todo debe reanimarse.
-Los mejores finales son abiertos. Como en las películas, ¿recuerdas cuando vimos...
-Mariela. No quiero saber nada de películas. No quiero comer dos sabores de helados solo porque todo debe ser par, no me quiero sentar siempre de cara al sol aunque sea mejor para el no sé qué, no soporto ese brazalete rojo contra la envidia, me da nervio el cuarzo en tu refrigerador. No quiero saber más mi número del día, ni mejorar la energía que proyecto. Te quiero, pero no quiero llevar dólares en la cartera ni regar la mata de la suerte que me plantaste en la terraza. No quiero más, perdóname.
Se fue y dejó su helado derritiéndose. Ahí en el calor sofocante.
Miró alrededor y se sintió tan estúpida. ¡Ciega, mil veces ciega! Cómo había dejado de percibir al pájaro negro sobre el toldo, a la mesera pelirroja e incendiaria, o a su punzante dolor de garganta. Debía haber echado atrás sus intenciones. No siempre se gana y mil veces las señales se contradicen entre sí. No aprovechar cada señal es lo mismo que desatenderlas todas. Había fracaso por su ímpetu insaciable.
Recogió sus energías. Apretó adentro sus frustraciones y se mimetizó con la cordura. No tenía sentido procurar retomar el agua derramada. La bruja le había dicho que Sebas iba a ser suyo. Debe dejarlo tranquilo. A un leo no se le puede cercar, debe respirar su espacio y su tiempo. Ella debe dominar sus impulsos arianos y darle tiempo al tiempo. Hay que confiar, carnero, confía.
Respiró profundo y canalizó sus energías. En lo inmediato, debía ocuparse mentalmente de algo más urgente que su boda: mañana tendrá una entrevista de trabajo. Ya tenía preparado el cristal del collar para infundir confianza, ya tenía tres copias del currículo, tres de tensión iniciadora. Por Facebook y Linkedin sabía que su entrevistador era capricorniano, gracias a Dios. Todo saldría perfecto, siempre y cuando su ascendente no fuera libra. La vida no podía hacerle eso, ¿verdad? No en el día de Marte, su planeta...
2 comentarios:
Gaby. Muy, muy bueno, de verdad.
Me encanta cómo, con el pensamiento mágico, Mariela racionaliza las cosas, ajusta la realidad a lo que ella quiere creer, que es algo que muchisísima gente hace después de una ruptura: se alimentan con ideas prácticamente mágicas de cómo será el futuro (aún cuando todas las pruebas demuestran que no será como esperan).
Antológica historia, muy buena prosa. Si acaso de tocaría algún detalle, pero más por vaina mía que por error real, en realidad no le tocaría nada -dejaría tu estilo como está.
Grosso los diálogos. Me sorprendió gratamente esto.
¡Concuerdo con Víc! Es una historia buenísima. Una amiga mía es la mata de la superstición, y conoce todo lo que dicen sobre los signos. Me reí muchísimo con esto por esa razón. ¡Un éxito, Gaby!
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