lunes, 14 de junio de 2010

Comprensión inusual

En honor a Noelia De Paoli, a Moisés Lárez y a la palm de Moisés Lárez
De la selección enviados al Rally Metropolitano de Escritores

Clara 'Clarita' López trabaja en bienes y raíces. Para las tres de la tarde de un siete de marzo, Clara espera a Luisa Pereira, una de sus clientes, por lo que deja la puerta abierta. Cerca de la hora su hija ve televisión, su madre reposa en su cuarto y López alista los documentos. Entonces se escucha la reja cerrándose. "¡Pasa, Luisa!", celebra Clara. Termina de acomodar sus papeles cuando unos grandes zapatos marrones entran en el encuadre de su mirada. Nerviosa, mira a la izquierda y lo contempla. Un hombre alto, trigueño pronuncia una a una las palabras: "Lo siento, mami, nada de Luisa, esto es un atraco, y si colaboras me voy rápido y tranquilo".

Clara nunca fue valiente. En situaciones de peligro había reaccionado mal. Pero nunca había estado amenazada más que ella misma. La presencia de su familia motivaría sus acciones, las más concienzudas que realizaría en vida. Responde con una calma inesperada: "Bien, no te preocupes, yo te daré cuanto necesites, pero permíteme por favor meter a mi hija y a mi madre en un cuarto." Inicialmente el hombre rechaza su petición. "No vine a hacer caridad", diría. Sin embargo, Clarita lo convence con la promesa de que colaboraría, daría sus pertenencias sin objeciones.

El hombre la acompaña. La sigue rumbo al cuarto, oye la nerviosa petición y ve a la niña, curiosa, obedecer sin cuestionar la orden. Una vez cerrada la puerta, Clara prevé la impaciencia del hombre, por lo que inicia:

"No soy rica, pero cuanto he comprado es ahora tuyo. Tengo unas cadenas, algunos zarcillos de oro blanco, algo de dinero, una laptop, una computadora, dos DVDs, un perfume nuevo. Espera y te lo traigo todo."

Confundido, el hombre la sigue y la observa paso a paso mientras recoge sus pertenencias y las mete en un bolso de playa.

"No te preocupes, entiendo perfectamente, todos tenemos problemas", diría Clara.

El hombre desconfía, quiere irse, pero no encuentra qué decir.

La mujer simpatiza con su silencio apremiante, y continúa:

"Seguramente tienes problemas y situaciones que solventar –echa sus zarcillos y sus pulseras al bolso–. Si es que ya la vida normal de por sí es tan difícil –deposita con cuidado los perfumes envueltos en camisas–. Un mercado, un cine, todo tan caro –vacía la cartera y libera sus billetes–. No me imagino cosas realmente importantes y difíciles –guarda las botas francesas que le regalara su hermana–. Cómo hace la gente con familiares con enfermedades de esas caras. Por eso sí doy yo gracias a Dios…"
Va de lado a lado, llenando ya el segundo bolso mientras habla de la tasa de desempleo y la inflación que “nos consume a todos”. Tras unos minutos de movimiento, lleva los bolsos a la puerta, se voltea y da con sus ojos. "Hemos terminado –y las siguientes palabras no las olvidaría nunca el hombre:– Gracias. Gracias por permitirme proteger a mi familia."

El hombre sorprendido, alcanza a pronunciar nervioso: "Gracias a usted, realmente". Toma las maletas, se despide apenado y cierra la puerta.

No ve necesario amenazar para que no llame a la policía. Y ve bien. Clara se toma unos segundos antes de seguir actuando. Se sienta en el sillón y piensa en modificaciones vitales cuando suena el celular. Exhausta, lo deja sonar. Luego de tranquilizar a su madre y a su hija, escucharía a Luisa Pereira excusarse. Ella fue la última cliente a la que Clara esperó con la puerta abierta, pero no la última persona a la que entendería y perdonaría sin razón.

2 comentarios:

Karim Taisham dijo...

ay chama, inquietante. De verdad.
es como, like..wow
de esos q uno lee en todo en domingo o te lo envian por correo electronico.
bravo chama, ovacion.

Karim Taisham dijo...

ay chama, inquietante. De verdad.
es como, like..wow
de esos q uno lee en todo en domingo o te lo envian por correo electronico.
bravo chama, ovacion.