

Querida Saerileth:
Muchas lunas han transcurrido desde la última vez que acaricié tu suave rostro, en las montañas de Los Bosques Dracónicos. Recuerdo tus palabras y me aferro a ellas con toda la intensidad que mi corazón me permite. Verás, cuando te dejé para unirme a la armada del Rey Hrothgar, era un elfo intelectual. Ahora… mucho ha pasado.

Los pielesverde, pues esos sí son unos animales. Bestias. Llegan a enclaves de los Reinos Sagrados a violar y matar, no necesariamente en ese orden. Y lo que

Mira lo que te estoy contando. Cuando empecé esta carta, la idea era hablarte de los lugares que he visitado, los hermosos amaneceres en las costas de Goldenridge. Tampoco te he hablado de las recompensas que he recibido; hace dos días, Sir Dazzinger me volvió almirante. No tiene demasiado significado, si te soy sincero, pero pensé que te alegraría, saber que te vas a casar con un mago de guerra almirante.
Hace dos meses llegó este muchacho, Kirsky. Músico de profesión, servía ahora con los jinetes de reconocimiento. Cantaba horrible. Me explico: no tenía mala voz, pero las tonadas que componía parecían copiadas de un gato en celo moribundo. Él se tomaba las críticas muy bien, siempre con algún comentario en el que él mismo era el objetivo del chiste. No me gustan demasiado los humanos, pero ese tipo tenía la actitud correcta. Hoy en la mañana, los pielesverde capturaron a los jinetes y les rebanaron la garganta. No hemos conseguido a Kirsky aún, pero no tengo muchas esperanzas.

Mañana vamos a atacar la fortaleza de SangreNegra, el comandante troll. Mis órdenes son distraer la artillería enemiga con un ataque frontal a las puertas del recinto, lo que se traduce en “ataque suicida que con suerte durará lo suficiente como para que los otros regimientos se infiltren”. Este trabajo de verdad tiene sus momentos.
Te amo, Saerileth. No sé cuando volveré a casa. No sé cuándo podré cumplirte esa promesa de Los Bosques Dracónicos. No sé qué clase de elfo verás en mí cuando por fin regrese. Pero pienso en ti a cada instante y creo que eso es lo único que me ha mantenido cuerdo en esas largas noches de vigilancia. Porque cada niño pielverde que mato, muere para que tú y yo tengamos un mejor mañana.
Añorando tu sonrisa,
Alberich Winteraven
Almirante de Los Reinos Sagrados
Comandante de Los Flechas Negras
Consejero del Sil’Arenathar

3 comentarios:
Freaking love it. Gran carta de ciencia ficción.
Pude imaginar TODO, siempre me gusta esa parte de tus textos. ¿En qué te inspiraste? Genial, tú sabes.
Eso es culpa de un puñal de literatura fantástica que me estoy clavando. Todos esos orcos y elfos y magia chorrea a mi texto. Sumé eso a historias de guerra, le añadí un poquito de realismo y helo ahí. Me contenta que te haya gustado :D
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