martes, 1 de diciembre de 2009

De vuelta al centro


Un día señalaron el perro a Marcial.
—¡Guau, guau! —dijo.
Hablaba su propio idioma. Había logrado la suprema libertad. Ya quería alcanzar, con sus manos objetos que estaban fuera del alcance de sus manos
Alejo Carpentier.

La perra se enroscó sobre sí misma y empezo a mecerse tibiamente sobre su panza. Al principio sólo era pelo blanco y ensortijado cayendo desordenadamente sobre la tierra, las patas culminaban en unas garras largas y sucias que resbalaban sobre el piso de ceramica, sus ojos se abrían y cerraban lenta y tristemente: fuego, agua, soledad, dolor. Todo se cerraba finalmente, con el candado de su corazón. La acompañamos hasta donde nos dejaba entrever la puerta de su soledad. Estaba muriendo.
Paso lento y quejido. Boca que grita, sangre que relampaguea sobre la atmosfera encendida y esférica, la tomamos de la mano y la perra gime.
- Te esperó hasta que llegaras, dijo madre.
Le tomé la pata derecha y le di un beso en la nariz seca y caliente. Entonces le empezo a faltar el aire y lloramos todos juntos, en un estrecho círculo de despedida húmeda.

Me miraste, muy ciega, lo hiciste.
adivinaste el último tramo del viaje al centro.
me pediste que fuera contigo
y sólo te acompañé hasta la puerta,
te tocaba sola cruzar el puente,
y el estrecho dolor no me dejaba
ver más allá de la orilla oscura
donde todos se preguntaban
qué había.

Tu corazón todavía latía, pero de tu vida sólo rastro perdido. Papá (papá nuestro) fumaba en el pasillo y el humo te rodeaba la cara y despegaba los fantasmas de la humaredita.
-Listo, se fue, dijo Sonia.
Y replicó en mí la campana de niñez última. El tren que se aleja y el humo de papá que se acerca a mi cara y me grita que todos envejecemos, que eras y eres el ultimo recuerdo de cuando todavia la muerte era algo que le pasaba a otros.
Estarás ¿estarás? Ahí, acompañandome al retorno de donde vinimos, el eterno círculo que dibujan los cigarros, las humareditas y los puentes. Vida líquida que cruza debajo de una palma y sus hojas.


4 comentarios:

G. dijo...

Noe! eso m dio mucho sentimiento... pro ella va a star ahi siempre, mientras tu la recuerds... ^^ espero que ya t sientas mjor...

José Leonardo Riera Bravo dijo...

"y replicó en mí la campana de niñez última".

Nunca he tenido una mascota, y nunca he querido tenerla.

Sin embargo, a veces, ante mi pensamiento de incredulidad, quisiera sentir lo mismo que sienten mis amigos viudos de mascotas.

Y aunque al mirarlos sólo puedo pensar en insultos a tales conductas, creo que una vez más he podido compartir el sentimiento que, supongo, han de tener los viudos de mascotas.

(¿Estás editando tus textos?)

Gabriela Valdivieso dijo...

Noe, lo revisé un poquito en ortografía no más.

Amiga, no puedes pasar más nunca tanto tiempo sin escribir acá. Qué agradable, de verdad, fue leerte. Me hacía mucha mucha falta.

Creo que esta vez nos obsequiaste un texto muy hermoso y personal, gracias!!

Karim Taisham dijo...

=¨) pues si, en realidad tenia muchas ganas de escribirlo, porque a la larga tambien fue un viaje para ella en la que me toco acompañarla.
pero ya me siento mejor.
y no, no estoy editando mis textos porque los hago con premura.
nota para mi...
DARSELOS A MI GABª!