La silla que elegiste para mí
Y me quedé sentada ahí, en la silla que elegiste para mí. Evitando tu mirada cómo hago cada vez que no tengo el valor de encontrarme con tus ojos transparentes y expresivos para no sentir una vez más que te amo. Porque es más sencillo pensar y organizar las palabras cuando no entablamos esta conexión que hemos tenido siempre, que comienza tan sólo con recorrer tus manos, luego tu camisa, más tarde tus hombros, y terminar delineando nuevamente los contornos tan conocidos por mi memoria, mis manos y mi alma, de tu rostro. Un rostro que llevo siempre conmigo. Y entonces tendemos un puente y caen las máscaras y se abre el telón, pero termina el teatro. Y ya no hay forma de seguir mintiendo, de seguir actuando. Por eso tengo que mirar fijamente la mesa, un retazo al azar del piso que asoma a tu derecha o simplemente no mirar a ningún lado.
Pero lo cierto es que debo ordenar lo que siento y lo que pienso para responder a lo que acabas de decir. Que hemos dicho tantas y tantas veces que parece un guión ya aprendido, que repetimos hasta el infinito, por miedo a salirnos de los parlamentos y equivocarnos. Pero el libreto es ya insuficiente, entonces digo lo que no había dicho y tú respondes como no habías respondido y ahí, ahí si te miro a los ojos y tu mantienes mi mirada y de tus labios brotan palabras que son colores, para una existencia que ha sido siempre una paleta de grises, y brotan también de tu piel, de tu ropa, del olor de tu cuerpo, y lo que parecía un boceto al carbón se transforma en un cuadro de Miró de brillantes colores. Y la vida tiene entonces sentido.
Te levantes y caminas hacia mí, haces ese gesto que conozco casi tanto como los rincones de tus manos y la forma de tu pecho, mi lugar secreto para huir del mundo, y me invitas a esconderme ahí. Y me abrazas y nuevamente dices tesoros que guardo primorosamente, como una flor dentro de un libro. Y entonces no sé si llorar o reír, de felicidad o de tristeza. Y vuelvo a sentarme. Y ahí seguimos hablando por horas mientras agarras mi mano con fuerza y repites que estaremos bien. Y te creo. Pero ya no soy la misma. Ahora te amo más y tengo más valor. Ahora me inclino a besarte, como tantas veces para detener el mundo, para borrarlo hasta que parezca un sueño y el sueño sea real. Y aunque regreso y me siento de nuevo todo es distinto ahora y no importa que permanezca en aquel espacio que elegiste para mí, en la misma silla.
3 comentarios:
Me hizo recordar tanto la canción de Alejandro Sanz: "Regalame la silla donde te esperé". Hay un error pequeño en el comienzo del tercer párrafo, pero obviando eso, está muy, pero muy bueno. Encantado de leerte.
-Saludos.
Amiga, me trasladó, sentí que leía algo grande. Era como la voz en off de un personaje en una película, no sé, pero me pasé imágenes y sonidos, sensaciones y olores. Me gustó mucho, mucho!!
Gracias Jalfredo! Me alegra que te gustara. Gaby, ese era todo el propósito!
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