domingo, 29 de noviembre de 2009

Nuez de Fuego


No sintió dolor inmediatamente, sino un poderosísimo impacto. Como todos los asiduos a este blog, él también lo había visto en miles de películas. Actores fingiendo dolor, caen al suelo, dicen una línea épica y desaparecen del film. En la vida real, no hubo momento de intensa retrospección ni la vida pasó corriendo frente a sus ojos. Estaba concentrado en la cara del hijo de puta que le estaba apuntando, perdido en una súplica que ya no recordaba. Escuchó la explosión del arma y ahí las cosas se volvieron confusas.

Ese trueno que oyes cuando se dispara una pistola no es causado por la explosión de la pólvora. De hecho, eso sólo añade una pequeña fracción al ruido. El proyectil es disparado y alcanza tal velocidad que rompe la barrera del sonido. Ergo, bang. Ahora, esta explicación científica no significa nada para nuestro protagonista. No tardó un segundo desde el momento que oyó el disparo al momento que sintió el martillazo de dios en el pecho. Sus piernas cedieron y, aunque cayó en el mismo lugar donde estaba parado, se sintió como si hubiese sido disparado por lo menos metro y medio. “Disparado.” Mala elección de palabras para un momento como este.

Oyó al hijo de la gran puta yéndose a toda marcha, sin siquiera tener la decencia de quitarle el puto maldito Blackberry que ocasionó toda esta mierda, un maldito teléfono celular que, ahora entendía, significaba una división entre cero para su existencia. Comprendió sus errores con asombrosa claridad: no debía ir a El Valle a esa hora, no debía sacar el celular como lo hizo, no tenía por qué ser un extraño en una tierra extraña. Pero lo fue. Rompió el código de conducta de la Gran Caracas e iba a pagarlo con la vida.

Había pasado un minuto, quizá dos. De repente sólo habían transcurrido segundos; nunca lo sabría a ciencia cierta. Desde que se inició el atraco, su cuerpo segregó tal avalancha de adrenalina que el mundo estaba corriendo en cámara lenta. Dentro de su cerebro, las neuronas hacían sinapsis tres veces más rápido que la velocidad que alcanzó el bocadito de muerte que tenía alojado ahora en alguna parte del tórax. Entonces sintió el dolor.
Un aullido ahogado emergió de entre sus dientes y esta vez sí se agarró la herida con las dos manos. Empezó a respirar por la boca y tuvo la extraña sensación (desde nuestro punto de vista, claro) de que algo no había entrado en su cuerpo, sino salido de él. Lógicamente, sabía que el tiro había entrado, pero su cerebro en medio de aquellas circunstancias lo estaba agarrando por el cuello de la camisa, diciéndole “No, no, escucha. Yo sé qué es lo que siento y es una nuez de fuego que nos salió del pecho. Por eso te quema. No era una bala, papá, era una nuez de fuego.”

Trató de ponerse de lado, pero no tenía sensación en el cuerpo. Su anatomía, completa, había tomado una larga siesta, dejando sólo la parte nerviosa haciendo guardia y una angustiosa frase estalló entre sus ojos. “LA BALA TE ROMPIÓ LA MÉDULA ESPINAL.”

Por supuesto. No es anormal que las balas reboten dentro del cuerpo. Entran, chocan con un hueso, pegan en una costilla, pasan por tus pulmones, pegan con otra costilla, rompen un par de vértebras y terminan arropadas en tu estómago, ladilladas de tanto correr.

“No, eso no es así” se dijo. “¿Por qué siento dolor, entonces?”

Pensó en levantar una pierna, pero no lo hizo. En verdad, fue el dolor incandescente lo que se lo impidió, pero aún si este no hubiese existido, la posibilidad de ser parapléjico bastaba para disuadirlo.

Eres parte de la estadística ahora, chamo. Cuando se sacan los índices de un tipo determinado de delito, no es inusual el estudio de las víctimas. Tienen entre tal y tal edad. Pertenecen a este grupo socio-económico. Físicamente, son así. Explicaciones que quedan reducidas a garabatos griegos cuando todo se reduce a una simple premisa: eras la persona equivocada, en el momento y lugar equivocado. Punto final.

Si no supiese que estaba solo, habría podido jurar que le estaban apuñalando cada vez que inhalaba. Sus respiros se habían vuelto cortos, rápidos y dolorosos y la sangre que no podía ver, pero que se acumulaba entre sus puños, no dejaba de fluir.

Una capa blanca empezó a posarse sobre sus ojos. Parpadeó con fuerza y la visión volvió a él por unos buenos cinco segundos, antes de empezar su retirada otra vez. “Listo” pensó. “Este es el momento. Qué cagada.” Imagina cómo es sumergirte en una piscina lentamente y así fue lo que sintió él cuando su audición lo abandonó. Quiso dejar la vida con la imagen de su mamá en la mente. De la primera chica de la que se enamoró. De su primer logro en la vida. Nada de eso se presentó en el teatro de su imaginación. Sólo pensaba en que le ardía la garganta y se sorprendió tratando de determinar si se había hecho pipí en los pantalones. Él creía que sí.


Dos años después, conversando con unos amigos tras un partido de fútbol (metió dos goles, pa’ que sean serios), le preguntaron si el dolor era la vaina más intensa que había sentido.
“No” contestó. “No es el dolor, por sí solo lo que te jode. Es el todo, una agonía arrechísima. Ni siquiera te retuerces ni tienes fuerzas para gritar así, como en las películas. Los doctores dicen que es por el shock. Simplemente quedas ahí, incapaz de hacer mucho.”
Hubo un momento de silencio.
El amigo que le preguntó se puso de pie y lo abrazó.
“Gracias a dios que estás vivo, marico” dijo, con voz quebrantada.


2 comentarios:

Gabriela Valdivieso dijo...

Amigo, me mató, buenísimo. Encontré demasiados elementos inteligentes que me atraparon!

- Las intromisiones del autor, ja, los creemos, los tú sabes (aunque estos a veces no me gustan), lo del bang (de-ma-sia-do), lo de disparado, etc.
- Dar por razón del problema el infringimiento de una regla caraqueña tácita, loved it.
- Que no se llevar el blackb y q eso lo frustrara
- Que el personaje razone que será parte de las estadísticas
- Que el personaje esperara imagniaciones y en cambio pensara en si se había o no hecho pipí, WOW
- Lo de los puñales como inhalaciones!

Súper!!! única cosa: el cierre, me gusta la idea, pero no sé, creo que le faltó algo.
duda; por qué dios en minúscula, eso que aparece twice!

Victor C. Drax dijo...

Me costó mucho escribir esta pauta, así que decidí llevarlo a un lugar psicológico inusual; rara vez leemos relatos de cómo se siente cuando te disparan con un arma de fuego. Investigué, le agregué cosas mías (los rasgos psicológicos del personaje) y helo ahí. Lo de los puñales es una señal de que se te ha perforado un pulmón y, según, así es como se siente.

Realmente tuve dificultad terminando el texto. No me había fijado en lo de "dios" en minúscula. Quizá nuestro héroe no cree que Dios deba verse con mayúscula :P