martes, 7 de septiembre de 2010

El Tipo

Quiero hablarte de El Tipo.

El Tipo es un personaje bastante arquetípico. Una persona tan interesante como un par de medias metidas en un cajón. Lo conocí por esos azares de la vida; él tenía un poco de sobrepeso, su piel siempre parecía estar cubierta por una capa delgada de aceite, concordante con su aroma característico, una hórrida mezcla de colonia para bebés con perro atropellado. Nunca fuimos amigos, aunque creo que él lo intentó, no porque yo sea la verga de Triana que atrae a la gente, sino porque él no tenía muchos amigos. Era graduado de comunicación social en una popular universidad de la capital, pero eso era poco más que un adorno en su currículum: El Tipo ejercía labores de oficina en una empresa de computación. Trabajaba duramente para obtener un salario mediocre y, aunque era de los que se queja de las pocas oportunidades laborales que ofrece Venezuela, jamás lo vi hablando de autosuperación, o buscando un trabajo de acuerdo a sus capacidades.

El tipo del que hablo es mucho menos cool que El Tipo.

La palabra "capacidades," por supuesto, es un eufemismo; El Tipo tenía muchos defectos, pero creo que ninguno me molestaba más que su absoluta carencia de ambiciones. Para él, levantarse a las diez y media de la mañana, almorzar, dormir en la tarde y cenar, con períodos de televisión en los interines, era la definición de un día aprovechado. No deseaba aprender otro idioma, estudiar otra carrera, aprender a tocar un instrumento o entrar en un gimnasio. Cuando supo de mis inclinaciones literarias, se apuró en decirme que él también leía mucho, lo que, descubrí más tarde, significaba que tenía cinco meses leyendo un fake-ass bullshit book, tipo Lo Que Quieren Las Mujeres, o Por Qué Las Mujeres Los Prefieren Malos. Hasta donde tengo entendido, nunca lo terminó.

Pocos eventos describen mejor la personalidad de El Tipo que una situación en la que nos encontramos solos en una reunión, y la incómoda convención social dictaba que uno de los dos tenía que empezar una conversación.

"¿Qué más, marico?" dice. "Mira, ¿y tú juegas WoW?"

"No."

"Ah. Es bien arrecho. Tú creas un personaje y te juntas con panas así de Internet y matas monstruos."

"Yo sé de qué se trata, pero soy un jugador bastante casual, así que..."

"Ah... está bien... ¿y qué escuchas tú?"

La conversación ha descendido a sexto grado. Bebo un trago de mi cerveza.

"Rock, más que todo. Clásico y alternativo."

"Ya... yo oigo de todo un poco, pues, tú sabes que hay que ser variado."

"Claro."

"Por ejemplo, los mariachis. A mí me encantan los mariachis."

Trato de computar el hecho de que El Tipo juega World of Warcraft Y oye mariachis. Este carajo pertenece a una comedia de las que no dan risa, tipo Una Película Épica.

"Ya veo," digo y me empiezo a retirar.

"Marico, esta mañana me pasó una vaina rarísima."

Me detengo a escuchar con el mismo morbo que tengo cuando veo esos reality shows repugnantes que pasa Mtv.

"Estaba durmiendo esta mañana" continúa, "y me desperté con un bicho caminándome por el pecho. Era un bicho raro."

Hace una pausa, esperando a que el chiste se haga más evidente. Nunca sucede, porque no hay chiste.

"Un bicho raro" repito.

"Sí, era... tenía las alas así, para los lados, y caminaba... era un bicho raro, no sé, un bicho raro."

Se me hace un vacío en el estómago y literalmente siento el momento en que una pieza de mi alma se ha fragmentado y perdido para siempre.

"Tú te graduaste en comunicación social" he perdido la paciencia. "¿Crees que puedes explicarme mejor cómo era ese 'bicho raro' de esta mañana?"

Sonríe y mira para los lados. Repite "un bicho raro," mantra protector, y se retira con un mohín de la mano.

El Tipo es una de esas personas que cree que tú quieres enterarte de los detalles de su vida sexual, de modo que cada vez que tenía la oportunidad, se ponía a hablar de su ex novia, una carajita como siete u ocho años menor que él (El Tipo tiene 27), que le montó cachos en dos ocasiones. De acuerdo a su versión, su ex, una punky que sale en todas sus fotos como un cadáver verde e hinchado, se quedaba a dormir con él varios días a la semana —esto lo decía con una sonrisa que estremecía los fundamentos de tu pudor—, durante los tres o cuatro años que duraron juntos. La familia de ella lo había abrazado como miembro del clan y estaban formando planes para casarse en el futuro, una abominación contra El Señor que, demos las gracias, jamás sucedió. Te explico: en un evento que sólo puedo imaginar ocurrió en una prisión, ella se acostó con otro carajo. No sé cómo, El Tipo se enteró y "terminaron," but not really, porque siguieron viéndose y andando juntos —cosa que te da una idea del nivel de autoestima de nuestro improbable héroe. Unos meses después, lo predecible sucedió y la ex quedó embarazada. El Tipo se tomó su tiempo para recuperarse y no ha tenido novia desde entonces. ¿Conoces la teoría del mono infinito? Dice que si un mono teclea en una máquina de escribir (una pc, adaptándola a los nuevos tiempos) por una cantidad de tiempo infinita, terminará redactando las obras de Shakespeare. Guiándonos por ese teorema matemático, es posible que El Tipo vuelva a tener novia. Pero no esperes con los dedos cruzados.

Aparte de comer y dormir, una de las aficiones de El Tipo eran los dispositivos más superficiales de la tecnología. Tenía una pc y una laptop, las dos bastante enchuladas, pero, al igual que su sub-calificación personal, las dedica a jugar WoW o Gears of War o lo que sea que es popular en un momento determinado. Supongo que por observación, entendió que los teléfonos blackberry tienen un peso social en nuestra nación, y este bastardo, este pobre, infeliz hijo de puta, raspaba esa olla de su mísero sueldo para estar al día con el último aparatito, el teléfono que hiciera que cualquier persona, de cualquier sexo, le preguntara cuánto le costó y, así, enfrascarse en una conversación. Ten en cuenta que El Tipo nunca me hizo nada; nunca me ofendió, nunca me robó nada, nunca hizo un comentario indiscreto —al contrario, era muy respetuoso con aquello de los demás (todos tenemos rasgos redentores). El problema era su mera personalidad. Era una de esas personas cuya simple presencia (y aroma) era irritante. Para él, la película Requiem for a Dream es "existencialista." El Padrino es "existencialista." El Silencio de los Inocentes es "existencialista." Si no es una comedia, o una película romántica, o terror, o acción, o un género fácilmente clasificable, es "existencialista." Ese es el vocabulario de El Tipo, un licenciado en Comunicación Social que no sabe lo que fue el Muro de Berlín.

¿Es El Tipo una señal del fin de los tiempos, un avatar del Anticristo cuyo propósito es hacernos perder esperanza en la raza humana? Lamentablemente, no. Es una persona más, un pez en el gigantesco banco de la autocomplacencia moderna, un clon espiritual de cualquiera de los infelices que miras cuando te asomas por la ventana. ¿Siempre te preguntaste cuáles eran tus posibilidades de sobrevivir en medio de un apocalipsis zombi? Pues vete preparando: los zombis ya están allá afuera. No dejes que te conviertan, no vaya a ser que termines jodido. Jodido y sin saberlo, como El Tipo.



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