martes, 14 de febrero de 2012

Hambre


Ella estaba sentada y él acostado. Él tenía hambre y ella sólo quería dormir.

-¿Sabes por qué estás aquí? ¿Ni te imaginas quién era antes de que tú vinieras?

-No me interesa quién eras. Sólo dame de comer. –Le dijo él. Ella no podía comprenderlo.

-Sé que no te interesa quién era. Estás ahí viéndome como un animal domesticado pidiéndome que te alimente. Antes no tenía que alimentar a nadie. Antes era yo: libre, viva, feliz.

-De nuevo. Sólo quiero comer.

-¿No te puedes callar?

-Me callo si me das comida, ¿no lo terminas de entender?

-Todo sucedió así. Un día venía del trabajo. Unos malandros se me acercaron y me pidieron mi cartera. Yo se las di inmediatamente sin pensar. Entonces uno me buceó y me dijo “mami, tú lo que estás es miamor con ailoviu, ¿por qué no te vienes con nosotros?”. Y yo le dije que no, que no me iba con ellos, que yo tenía mi novio, pues. Entonces ellos sacaron una pistola y me obligaron a ir con ellos. Hasta ahí recuerdo. Luego llegaste tú y me salvaste. Le diste un nuevo significado a mi vida, pero también me recuerdas a cada momento ese instante. Eres increíblemente hermoso, pero también desgraciadamente horrible y despreciable. Te amo y te odio, ambos a la vez.

-Ya he escuchado eso un montón de veces. Siempre lo mismo. Ya me ladilla. Me frikea. Me desespera. Me saca de mí. Puedes, por favor, alimentarme.

-¿Tú únicamente entiendes de comida, no? Sólo sabes responder a los instintos primarios. Como los animales primitivos. Dinosaurios; bestias que sólo sabían comer carne o monte y que vivían cagando y satisfaciéndose de sexo. Quizá más básico que eso son los cavernícolas. Hombres de la edad antigua, media, moderna y contemporánea que no saben sobreponer sus instintos a la realidad. Que hacen lo que les mande su miembro. Que sólo quieren tirar.

Ella no salió del cuarto. Lo estuvo mirando con desagrado, pero con ganas. Como un zamuro que se acerca a la carroña. Así, al quitarse la camisa, dejó descubiertos sus grandes y redondos senos que terminaban en unos hermosos pezones puntiagudos y rosados.

-¿Por qué lloras ahora?

-Quiero que me cambies la ropa.

2 comentarios:

Victor C. Drax dijo...

Noté un par de momentos redundantes (un personaje dice algo y luego lo repite pero con otras palabras); es más una cosa de estilo que un defecto -y además, la gente habla así de verdad.

Transmite melancolía el texto. Me llama la atención cómo las historias nuestras giran, o tienen un elemento referencial, en torno a las relaciones de pareja. No sé qué significa eso.

G. dijo...

Me quedé pensando en quién era el otro personaje, pero la parte del robo me dio muchísima risa. ¡Bien, Moi!