miércoles, 8 de febrero de 2012

Viaje soledad


 Jessica Márquez Gaspar

Subimos al autobús, como tantas veces. No sentamos hacia el fondo, nos gustaba la privacidad. Dos asientos, uno junto a otro. Para ti la ventana y para mí el pasillo. Pronto te apoyaste sobre mi hombro, sobre mi pecho, buscando ese rincón que siempre ha sido tuyo y siempre lo será, mientras te abrazaba contra mí y sentía tu respiración y los latidos de tu corazón junto al mío. La felicidad podía caber en un viaje.

Cuando eres feliz, te olvidas de la primera y más importante regla: la felicidad es efímera. Por eso, aquellas tantas veces que recorríamos la ciudad a ritmo de bachata, salsa, merengue, o de la música de tu celular, que era siempre el soundtrack perfecto para una cercanía que nos era robada tantas veces, y que podíamos permitirnos en aquel momento. Donde estábamos quedábamos ocultos en aquella esquina final del vehículo detrás de los altos asientos. Aproveché la privacidad momentánea para besarte, tomándote por sorpresa. Mis labios sintieron los tuyos, durazno, suavidad perfecta, oxígeno, vida. El beso se prolongó más de lo que debería, porque cuando tienes que negarlo tanto y entonces sucede, se siente como si el mundo tuviera de nuevo sentido. Así te he amado.

Empezaba entonces la suspensión del tiempo. Mientras Caracas se deslizaba fuera de la ventana, mientras llovía a cántaros afuera sobre los carros, los edificios, los fiscales, los transeúntes, los buhoneros, las estatuas, los faroles, yo sólo podía sentir la proximidad de tu cuerpo, tu calor, tu presencia. Conversábamos de a poco, porque el momento era tan perfecto que sobraban las palabras, había tanto que decíamos en silencio en aquella cercanía que más que del cuerpo era del alma. Teníamos unos minutos que deshojábamos como margaritas, poco a poco y con sutileza, para tomar tu mano entre la mía, para dejar caer el miedo y simplemente disfrutar de la compañía del otro. Y así se fue pasando el tiempo, pero ya no importaba. Ya no sabíamos siquiera a donde nos dirigíamos. Encontramos paz, o al menos eso creo. Nos fuimos perdiendo, nos hicimos uno con el autobús en un viaje que no importaba hacia donde fuera, cuyo destino había dejado de tener importancia alguna, porque el destino era simplemente suspender nuestras vidas para compartirlas aunque fuera una tregua pasajera con el mundo, con la velocidad del día a día, con las dificultades, los miedos, las medias palabras, el hoy y el ayer.

Nos dormimos. La paz que sentíamos porque ahí estaba el otro, a nuestro lado, a tu lado y a mi lado, era tal que fuimos capaces de bajar las defensas y dejarnos llevar, acompasar mi respiración con la tuya, la tuya con la mía y con el vaivén del autobús, con su baile sobre el asfalto, a través de las avenidas, entre los carros. No sé cuánto tiempo dormimos. La lluvia resbalaba por la ventana, sentía tu cuerpo temblar ligeramente contra el mío, no sé si por el frío o por la intensidad misma del momento. Sabía que dormías porque de tu boca se escapaban pequeños murmullos. Yo dormía también, pero de tanto en tanto me despertaba para comprobar que estabas ahí, aunque incluso estando totalmente en los brazos de Morfeo nunca solté tu mano. Nunca.

En el momento en que dormía más plácidamente, desperté. Miré entonces por la ventana y un sol pálido se escapaba por entre las nubes que empezaban a disiparse, pero una gota cayó. Se me escapó una lágrima que bajó por mi mejilla, traviesa. Me bajé sola del autobús, sabiendo que aquel viaje había concluido hacia ya un tiempo. Nos fuimos. De nuevo sobre la calle, sobre el cemento, arranqué a caminar, aunque sé que no puedo huir de ti, aunque tu fantasma camine a mi lado, y tome mi mano, y me mire con tus ojos castaños antes de irse una vez más. Recuerdo que no habrá de permanecer. Labios que no habré de besar. Viajes solitarios, una vez más. 

4 comentarios:

Gabriela Valdivieso dijo...

Me gustó: "La felicidad podía caber en un viaje"

jess, algo me confundió: Al fondo del autobus oyen bachata por su celular? Pensé que era una pequeña parodia de los jóvenes que hacen eso, realmente no me cuadró con el resto de tu voz!

Victor C. Drax dijo...

Melancólico y personal, Jess. Expones mucho de ti, tienes ese aspecto autobiográfico en tus historias.

Me ha dejado pensativo, esta historia.

G. dijo...

Intenso, Jess. Es cierto que, al ver la felicidad, olvidamos que algún día conocimos la tristeza... Un error más que humano. La historia me tocó.

Jessisrules dijo...

Me alegra que les llegara muchachos. No Gaby, escuchan música en el celular, pero a veces es la bachata del autobús.