Las armas no fueron suficientes
ó
Contar para dormir II
Jessica Márquez Gaspar
Hora 55
Durante un tiempo creía haber derrotado a mis monstruos ó, al menos,
haberlos dominado, que los tenía atados en un rincón como a mascotas regañadas,
reducidos a un perro que no seguía las reglas del lugar. Pero me equivoqué. Un
día desperté y el dinosaurio seguía ahí, pero sin las cadenas que lo mantenían
a raya. Descubrí que había sido una solución temporal porque los verdaderos
monstruos, como en toda película de terror, jamás mueren, siempre resucitan,
siempre regresan.
Me despertó el calor luego de tan sólo dos horas de sueño. Las
pesadillas me acosan. Debo huir, escapar, no hay dónde esconderse. No sé
quiénes me persiguen ni por qué, pero debo huir, subir escaleras, escapar por
puertas traseras, correr hasta quedarme sin aliento. Estoy acostada en mi cama
y no me he movido de ella en un rato pero estoy tan cansada como si hubiera
corrido a lo largo de diez, quince, cuadras, sin detenerme.
El insomnio empieza. Es la repetición del día. El tren de mis
pensamientos empieza a dar vueltas en círculos, o más bien describe una
trayectoria elíptica que llega siempre al mismo punto, que transita una serie de
temas que son las preocupaciones principales de mi mente y mi alma.
Tengo miedo de cerrar los ojos, como cuando era niña, porque no quiero
seguir soñando. Tengo miedo de tenerlos abiertos porque, en mi mente, el tren
está desbocado y consigue que se me acelere nerviosamente la respiración. Estoy
atrapada.
Hora 70, 71, 72, 73…
Han pasado dos días
(o quizás tres, no estoy segura), desde la última vez que pude dormir la noche
entera. Antes de las doce pm me desplomo, producto del agotamiento de seguir
viviendo con el peso enorme de los fantasmas, de ese monstruo que es un perrito
faldero que me acompaña a todas partes, que me pesa sobre los hombros y el
pecho como nunca antes. Una o dos horas después, sucede lo que hoy, lo que
ayer, lo que anteayer: me despierto. Me despierto sobresaltada, asustada,
angustiada. Mi primera reacción cuando sucedió hace varias noches fue voltear
al rincón y asegurarme que el monstruo seguía ahí, durmiendo enroscado sobre la
alfombrita que le coloqué para que se sintiera más cómodo en su cautiverio. Pero
entonces descubrí que había escapado y que ya era suya. Cuando desperté, el
dinosaurio había escapado, y ahora estaba a su merced.
Las siguientes
horas fueron de recuerdos, de frases, de flashbacks, de momentos que duelen
como agujas en el pecho, en las manos, en la piel. Intento protegerme de esos
fantasmas, intento alejar al monstruo, pero no puedo, sabe bien qué hacer para
herirme y, antes de darme cuenta, ha llegado la mañana y el sol entra por mi
ventana y yo estoy más cansada que cuando me acosté, con el cuerpo, la mente y
el alma agotados.
Hora -1
Esta vez no hay
hora cero. No hay forma de ganar, no hay forma. Las armas que usé antes, los
trucos, las estrategias, han perdido vigencia: estas cicatrices son más
profundas. Mientras la cortina se bate contra la ventana y ya no estoy segura
si es de día o de noche… mientras el teléfono de la oficina suena incesante, yo
me descubro como Tyler frente a la fotocopiadora: ojerosa, perdida, lejos de
aquel sitio, peleando la batalla de mi vida, intentando, esta vez, acabar para
siempre con el monstruo antes de convertirme en uno, aunque ya soy un Zombie.
3 comentarios:
Este cuento tiene lo que me gusta: es capaz de crear una imagen mental mientras uno lo lee. He de admitir mi favoritismo por las historias cortas. Buenísimo, Jessi!
Jess ha vuelto a crear sensaciones. Espero que encuentres también las soluciones!
Gracias Gaby Jr, me alegra que te llegara. Extrañaba mucho escribir. Gaby, están llegando las soluciones, y vendrán más!
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