jueves, 13 de septiembre de 2012


Las armas no fueron suficientes

ó

Contar para dormir II

Jessica Márquez Gaspar


Hora 55

Durante un tiempo creía haber derrotado a mis monstruos ó, al menos, haberlos dominado, que los tenía atados en un rincón como a mascotas regañadas, reducidos a un perro que no seguía las reglas del lugar. Pero me equivoqué. Un día desperté y el dinosaurio seguía ahí, pero sin las cadenas que lo mantenían a raya. Descubrí que había sido una solución temporal porque los verdaderos monstruos, como en toda película de terror, jamás mueren, siempre resucitan, siempre regresan.

Me despertó el calor luego de tan sólo dos horas de sueño. Las pesadillas me acosan. Debo huir, escapar, no hay dónde esconderse. No sé quiénes me persiguen ni por qué, pero debo huir, subir escaleras, escapar por puertas traseras, correr hasta quedarme sin aliento. Estoy acostada en mi cama y no me he movido de ella en un rato pero estoy tan cansada como si hubiera corrido a lo largo de diez, quince, cuadras, sin detenerme.

El insomnio empieza. Es la repetición del día. El tren de mis pensamientos empieza a dar vueltas en círculos, o más bien describe una trayectoria elíptica que llega siempre al mismo punto, que transita una serie de temas que son las preocupaciones principales de mi mente y mi alma.

Tengo miedo de cerrar los ojos, como cuando era niña, porque no quiero seguir soñando. Tengo miedo de tenerlos abiertos porque, en mi mente, el tren está desbocado y consigue que se me acelere nerviosamente la respiración. Estoy atrapada.


Hora 70, 71, 72, 73…

Han pasado dos días (o quizás tres, no estoy segura), desde la última vez que pude dormir la noche entera. Antes de las doce pm me desplomo, producto del agotamiento de seguir viviendo con el peso enorme de los fantasmas, de ese monstruo que es un perrito faldero que me acompaña a todas partes, que me pesa sobre los hombros y el pecho como nunca antes. Una o dos horas después, sucede lo que hoy, lo que ayer, lo que anteayer: me despierto. Me despierto sobresaltada, asustada, angustiada. Mi primera reacción cuando sucedió hace varias noches fue voltear al rincón y asegurarme que el monstruo seguía ahí, durmiendo enroscado sobre la alfombrita que le coloqué para que se sintiera más cómodo en su cautiverio. Pero entonces descubrí que había escapado y que ya era suya. Cuando desperté, el dinosaurio había escapado, y ahora estaba a su merced.
Las siguientes horas fueron de recuerdos, de frases, de flashbacks, de momentos que duelen como agujas en el pecho, en las manos, en la piel. Intento protegerme de esos fantasmas, intento alejar al monstruo, pero no puedo, sabe bien qué hacer para herirme y, antes de darme cuenta, ha llegado la mañana y el sol entra por mi ventana y yo estoy más cansada que cuando me acosté, con el cuerpo, la mente y el alma agotados.

Hora -1

Esta vez no hay hora cero. No hay forma de ganar, no hay forma. Las armas que usé antes, los trucos, las estrategias, han perdido vigencia: estas cicatrices son más profundas. Mientras la cortina se bate contra la ventana y ya no estoy segura si es de día o de noche… mientras el teléfono de la oficina suena incesante, yo me descubro como Tyler frente a la fotocopiadora: ojerosa, perdida, lejos de aquel sitio, peleando la batalla de mi vida, intentando, esta vez, acabar para siempre con el monstruo antes de convertirme en uno, aunque ya soy un Zombie.


3 comentarios:

G. dijo...

Este cuento tiene lo que me gusta: es capaz de crear una imagen mental mientras uno lo lee. He de admitir mi favoritismo por las historias cortas. Buenísimo, Jessi!

Gabriela Valdivieso dijo...

Jess ha vuelto a crear sensaciones. Espero que encuentres también las soluciones!

Jessisrules dijo...

Gracias Gaby Jr, me alegra que te llegara. Extrañaba mucho escribir. Gaby, están llegando las soluciones, y vendrán más!