Once muchachos que quedaron picados porque el primer Rally Metropolitano de Escritores les pareció muy corto decidieron irse a los bares nocturnos caraqueños a beber birras y leer literatura. Cuando la cosa no dio para más crearon este blog porque las maravillas que estaban haciendo se estaban desbordando
viernes, 29 de abril de 2011
El espectáculo
jueves, 28 de abril de 2011
Todos conocemos el delirio

El delirio no conoce límites, todos somos igualmente susceptibles de caer en su travieso juego: en primer lugar, la visión de aquello que nos hace seres irracionales al instante, sea lo que sea, y luego la perdición total, la locura. Es como sentirse tentado por un precipicio, por asomarse al vacío, por saber qué sería lanzarse. Es delicioso, pero a la vez peligroso, ¿no es, acaso, uno de los más sutiles placeres de la vida? El delirio, visto por unos como una forma de alucinación, y por otros como una parte de la imaginación; al final no sabemos nada, sólo podemos disfrutar el momento en que llega a nosotros por el tiempo que dure. ¿Que cuál es mi delirio? La pregunta podría ser, más bien, acerca de quién es mi delirio. Tiene un nombre, un alma y un cuerpo. He llegado a pensar que muchos delirios son como el mío.
sábado, 16 de abril de 2011
Más allá de las palabras
Por Jessica Márquez Gaspar
Llega un momento en la vida de todo
escritor en que debe comprender
que las palabras no son suficientes
para aprehender el mundo
jueves, 14 de abril de 2011
¡Salud por la artritis de mi vieja!
miércoles, 13 de abril de 2011
Casi tan malo como oír “no eres tú, soy yo"
Perdí bastante tiempo buscando el lugar donde dejé mi sentido común, mi racionalidad y mi capacidad de análisis para ciertas situaciones afectivas y emocionales, aunque hacerse el desentendido es, además de una buena táctica, una terapia contra la locura. Que si el amor, que si los amigos, que si algún psicópata decidió perseguirme desde esta mañana… realmente es mejor borrar mi disco duro mental y pretender (por mi bien) que nada está sucediendo. Puede que siga haciendo eso y pasen dos cosas, o aprenda a vivir bien, o el psicópata me encuentre bajo mi cama y ya, pues. Ambas cosas son perfectamente posibles. Preferiría la primera, dentro de lo que cabe me gusta vivir.
Descubrí recientemente que uno de mis hobbies nocturnos es no hacer nada, o hacer demasiadas cosas al mismo tiempo. No se lo aconsejo a nadie, es peligroso y podría causar estrés por semanas, sedentarismo o nomadismo por tiempo indefinido y pérdida de la memoria. No, momento, yo tengo mala memoria. No aplica. Eso me hace recordar, irónicamente, que había olvidado algo. El algo no lo recuerdo.
Tiendo a creer que el fin y origen de todos los problemas es el dinero, pero muchas veces, para bien o para mal, aparece y desaparece como le viene en gana. Desvarío demasiado pero, ¿qué importa? Como si alguien en verdad prestara atención a lo que dice un loco, pero aún puede que me escuchen, e incluso me lean, así que no entro en la categoría. Se siente bastante bien saber que los que te rodean piensan que aún estás cuerdo, ¡si supieran! Puedo reír y reír por esto durante horas, pasando de la normal risa suspiro, hasta la risa maníaca-enferma que todos llevamos dentro. Todos.
Si pudiera cumplir un sueño, seguramente sería montar un stand-up comedy, y claro, amanecer de un día para el otro con el talento necesario, las cosas como son. Me gustaría también viajar mucho, aprender mucho y todo eso que la gente que dice ser normal quiere. Lo normal puede ser anormal también, aunque no tenga sentido. Y aclaro, no hay nada tan malo como esa frase infernal de “no eres tú, soy yo”; eso sería como decir que un pantalón de púas es una comodidad. Incoherente.
Monoloca: Mujer que no es así no es mujer
- ¡Ay no! Además es insoportable y estoy segura de que se quiere agarrar a su mamá, tal cual Freud, esa amistad con ella es muy rara. ¿Por qué coño ella lo llama cada dos horas? ¿Qué le importa a ella qué camisa tiene puesta? Esa vaina es rara…
-También el otro día cumplimos dos años, dos meses, dos semanas y dos días y al maldito se le olvido... ¿A quién se le olvida eso? Seguro tiene otra… Es que si tiene otra lo voy a matar a coñazos... Primero lo hago sufrir un rato y luego, luego lo mato.
*riiing, riing*
-¿Que hace este idiota llamándome? No le voy a atender, no se lo merece por infiel… que se joda, que me busque.
*riiing, riing*
-Coooño y sigue... ¡YA DEJAME EN PAZ! ¡Quédate con la otra que seguro a ella tu mamá si la quiere! Vieja pajuaa…
*bep*
-Ay si ahora cree que con un mensaje de texto todo se va a arreglar... ¡Ja, qué idiota!
(Lee el mensaje)
-Awww tan bello mi gordo me invito a cenar hoy... ¿Será que me estreno la camisa blanca?
sábado, 2 de abril de 2011
Impredecible
Esperando el café
—No llores, por favor, no aquí, te dije que no te iba a gustar. Te lo advertí, tú querías que te lo contara, por favor, Camila, no llores más, la gente nos está viendo—.
—Tú sólo piensas en ti, Juan, cómo quieres que procese todo eso en un avión —Ironizó Camila.
—No me vengas con esas, Camila, tú querías que te contara, me lo pediste —Dijo Juan sin darle importancia.
—Pero yo no sabía que era con Inés, pendejo, malpariiido, cómo quieres que pase todo el viaje contigo así, ¡sabiendo que me engañaste! —Dijo Camila, alzando la voz.
—Camila, tranquilízate, mi amor.
—No me llames mi amor, hijodelagrandísimaputa.
—Baja la voz, Camila, por Dios, estamos en un avión.
—Me voy a bajar de esta mierdaaa, ¡suéltame! ¿Qué haces, hijodeputa? ¡Suéltame!
—Cálmate, mujer, cálmate, es un viaje de 45 minutos, Margarita no queda en Europa.
—¿Está todo bien? —Dijo una aeromoza acercándose a la pareja.
—No, señorita, no lo está, necesito que me cambie de puesto.
—Lo siento señora.
—Señorita, por favor — Dijo Camila con mirada de odio.
—Lo siento, señorita, es temporada alta y todos los puestos están copados, ¿quiere que hable con algún pasajero que le interese estar en la ventana?
—No, señorita, mi esposa sólo está alterada…
—Quién dijo que hablaras, hijodeperra —Interrumpió Camila.
—…Tiene la regla—Terminó Juan.
—Señores, con esa actitud no puedo hacer nada por ustedes, el vuelo ya despegó. En 45 minutos estaremos en Margarita, estoy segura de que ahí solventarán sus problemas; Váyase a la mierda.
—No sabes lo fiel que te fui, Juan, ¡Qué pendeja fui!, no sé cómo acepté montarme en un avión contigo.
—Lo aceptaste porque me amas, Camila.
—Cállate, pendejo, cállate que tú no tienes ninguna moral para hablarme ahora mismo.
—Camila yo te amo, te confesé esto para que veas que soy sincero contigo, transparente, ¿recuerdas cómo nos enamoramos?
—Perdón.
—No, perdóname tú a mí, no me fijé, estaba pensando cosas y no te vi.
—No, de verdad, perdóname a mí, te llené de helado toda la camisa, por favor déjame darte algo limpio, mi apartamento está en la urbanización.
—No hace falta, ya iba a mi casa.
—Yo insisto, por favor.
—Sólo si aceptas tomarte un café conmigo esta tarde.
—Trato hecho.
—Recuerdo que te ensucié todo.
—No sé porqué no acepté tu invitación de ir a la casa en primer lugar, no sé qué sería de mí si no te hubiera conocido.
—Yo no tuviera el corazón roto.
—Camila tú me conoces, tenemos 6 años juntos, tú sabes que yo no haría algo como eso.
—Es por Inés, no tenías que haberte acostado con ella. Pero aún así te perdono —dijo bajándose del avión. —Yo también te he engañado.
Juan se quedó sin habla. Fue como si le hubieran dado una patada en sus bolas. Todo lo que había planificado ahora le estaba saliendo mal.
—¿Puedo saber con quién lo hiciste?
—Con Gustavo, tu hermano.
Bajaron del avión y caminaron sin decirse nada hasta la correa de los equipajes. Luego alquilaron un carro en el Aeropuerto y dieron marcha a Porlamar.
—Camila, tengo algo que confesarte. Yo no te engañé con Inés. Todo era una farsa. Lo inventé para probarte. Puedes llamar a Inés y preguntárselo. A tu mamá, incluso se lo dije a ella. A ella no le gustó al principio, pero yo quería darte una sorpresa. En realidad no veníamos a Margarita, ahora estoy manejando al puerto de crucero. No veníamos a pasar un fin de semana sino quince días enteros solos en el Caribe, pero ahora no sé si pueda pasar tanto tiempo contigo.
Camila no dijo nada.
—Pero porqué me voy a molestar. Si tú misma me has perdonado inmediatamente. No pasaron 45 minutos cuando ya habías vuelto a confiar en mí. Yo también confío en ti, mi amor. Sólo que ahora estoy confundido. Debes entenderme.
Camila se mantuvo callada.
—No manejes al puerto. Hemos llegado temprano. El barco debe salir en dos horas. Podemos ir a un centro comercial. Tomemos un café. Hablemos. Te contaré todo, por favor. Luego te dejaré decidir si ir al viaje o te daré espacio para pensar.
Fueron a un café en La Vela. Camila dio las indicaciones. Al instante llegaron, se sentaron y ella empezó a hablar.
—Juan, acaba de empezar el último minuto de tu vida. 1234 en realidad no es la clave más segura para proteger una computadora, es la más obvia. Lo oí cuando se lo decías a Gustavo. Mucho menos si sabes que tu esposa es espía igual que tú. Como sabrás tampoco me acosté con Gustavo, yo sé que tú tampoco con Inés. Morirás porque el café te lo sirvió mi jefe, que desde hace seis años me indica qué pasos tomar en esta relación.
—Camila, tu jefe, de hecho, es mi jefe, en este caso no moriré yo, sino tú. Como sabes, no hay pasajes, no hay Inés, no hay cachos. Este es el último minuto de tu vida. Siempre estuve un paso más adelante que tú. Dejabas muchas huellas. Si tuvieras más tiempo te nombraría tus errores. Sólo quiero decirte que sí llegué a amarte, me acostumbré a vivir contigo y a tus caricias. Hubieras sido una excelente madre.
Camila tembló. Se sentía descubierta. Sin embargo ella creía tener la razón.
—Juan, mi jefe es mi jefe. No tuyo. Esto será lo último que oigas de mí. Estoy embarazada.
Juan tembló. Su jefe quien lo llamaba y le daba órdenes sí había sido el tipo del café. ¿Pero a quién engañaría? Él no le dijo que su mujer había sido embarazada.
—Camila, el café los matará. En breve hará su efecto.
—Lo hará en ti.
—Te amo, lo siento.
—Te amo más. Espero que nos vayamos juntos.
—Mi hijo no hubiera sido espía.
—Mi hijo hubiera sido doctor.
—O literato.
—O Cantante.
—¿Cantante?
—Sí, hacen mucho dinero con poco esfuerzo.
—¿Y si fuera niña?
—Bailarina.
—¿Dices puta?
—No de Ballet.
—¿Camila?
—Sí, Juan.
—Ya pasaron dos minutos.