lunes, 3 de agosto de 2009

CONOZCO A MUJERES



Conozco a mujeres

Por Noelia Depaoli

Sudor, pálpitos, su boca, mi boca, sus ojos, los míos, mi pecho, su pecho, los puños, mi puños, mi sexo, su sexo. Eva se llamaba, y esta noche le voy a caer a coñazos porque me pagarán 5.000 bolívares si la dejo nock-out en la lona. Estoy excitado, tengo miedo.

1er round

Se acerco a mí y me dijo: “tú eres tan macho, pero tan macho, que te mandaron a pelear contra mí, ¿verdad?”. No habían encontrado un contrincante tan ligero como ella entre las mujeres por eso me habían mandado a mí, a “el rayo Rafael Jiménez” . Luego Eva continuó: “a mí me dijeron que te llamaban “Rafael cuerpo’e jeva” y por eso te mandaron conmigo” y empezó a reírse, la maldita.

Me gustó verla antes de la pelea: será como cuando tiramos, “Rafael cuerpo’e jeva” pero ahora tú estarás abajo, me dijo. Me quedé callado, tenía miedo de realmente golpearla fuerte, pero me prometieron 5 palos y en verdad necesitaba la plata, se lo dije: “sabes que tengo 4 hijas, ¿verdad?, sabes que me pagaran mucho por joderte esta noche, ¿verdad?” (“Me perdonarás ¿verdad?”, pensé). Ella se quedó callada mientras se ataba los botines. En el pasillo alguien pasaba, era el negro, su entrenador. Me miró con cara de pocos amigos… creo que sospecha que hemos estado tirando. Ella seguía callada, ahora se estaba arreglando la franelilla, supe que no diría más nada y me fui.

2do round

El lunes la vi desnuda por primera vez: tenía las tetas como mis pectorales. Trató de comportarse lo más femenina que podía, incluso tuvo algo de vergüenza durante el espectáculo íntimo. Pero no me aguanté: “siento que tiro con un tipo”. Eva se compostura como un gato y bufa: “conozco a tipas con el huevo más grande que tú”.

1er asalto

Los gritos me animaban mientras la luz de la lona me enceguecía. Ella estaba furiosa, estaba sola, todos querían que la jodiera. Se puso el protector bucal, el negro le dijo alguna pendejada al oído. Yo me hice el loco mientras pensaba: “la plata, la plata, la plata, coño’e su madre Eva, la plata”… Nos acercamos uno al otro al medio de la lona, el réferi hizo el protocolo de rigor, la miró a ella, me miró a mí, entonces sospeché que también sabía que me la estaba cogiendo, aunque a veces fuera lo contrario. Chocamos los guantes, la multitud enloquecía. Recordé sus pechos cabalgando sobre mi cuerpo, “no eran de hombre sabes, Eva” alcance a decir, cuando ella me volteó la cara con un derechazo.





3cer round

Tardé poco en acostumbrarme. Ella me golpeaba rápida y fuertemente con toda la intención de romperme la quijada y yo la empujaba profundamente con el deseo de partirla por la mitad. No sabía si gemía o no. Solo me oía a mí mismo jadeando como si subiera una cumbre. Ella gritó y yo también. Nos quedamos dormidos, ella apoyó su cabeza en mi pecho, mi nariz sangraba y creo que su sexo también.

La noche se extiende como un espejo negro…

Tardé poco en recuperarme. Ella me miraba a los ojos, pero ahora yo sólo miraba la plata. Brincaba alrededor mío como un conejo. Yo buscaba su cara con mis puños, ella evadía rápidamente. Un gancho izquierdo suyo quedó en el aire y dejó libre un flanco derecho de su cuerpo. Le encajé un coñazo en la costilla y ella quedó sin aire. Entonces la pensé y le encajé otro gancho en el rostro. Volteó su cabeza completamente, la sangre me salpicaba, ahora estaba totalmente excitado. Ella cayó en el piso.

Diez, nueve, ocho, siete, seis. A la quinta, se levantó vuelta una fiera. Pasaron los 2 minutos. Se sentó en una esquina de la lona mientras mi entrenador me recordaba lo “marico” que era por pegarle así a una mujer. Yo pensaba: “la plata, la plata, la plata, me importa un carajo Eva, la plata”.

2do asalto

La campana suena. “conozco mujeres que tienen el huevo más grande que tú”. Su voz recorría mi cuerpo como una corriente eléctrica. Sentí una leve erección mientras ella trataba de encajarme los puños en la cara. Recordé lo duro que era su vientre y lo inútil que sería si le pegaba ahí, entonces yo también buscaba su cara, especialmente su boca: “para que más nunca nadie te bese”. Estaba furiosa, me encajó dos o tres golpes en la cara. No recuerdo bien, sólo sentía cómo mi sangre se metía por mi boca entreabierta. Mi entrenador paró la pelea al minuto y medio.

–Se te nota cansado, Rafael, ¿qué coño te pasa, vale?
–Tienes que verla en la cama, viejo. Es como una tigra.

El timbre sonó. Este asalto lo gana ella.

–A la próxima jódela, Rafael, jódela como si te la estuvieras cogiendo, me decía.

3 asaltos, 4 asaltos, 5 asaltos, 6 asaltos

Son largas ciertas agonías del corazón

7mo asalto

Su boca sangraba lenta y estúpidamente. Un largo y delgado hilo de baba roja colgaba de su labio inferior mientras sus ojos deformados me miraban extraviadamente. Mis cejas estaban destrozadas al igual que mi nariz. De mis dientes brotaban otros dientes rotos, me había mordido yo mismo la lengua. Estaba distraído. Un sólo coñazo más y uno de los dos perdía o ganaba la pelea. Era seguro que después de ésta, no podíamos sino casarnos o dejarnos de ver por siempre. Ya no pensaba en la plata, sino en mi cuerpo sobre Eva, estaba harto distraído. Pero Eva encajaba en cada puño el corazón. Estaba destrozada.

Un gancho derecho débil y mal parado encajó sobre su nariz. Ella se recuperó rápidamente del golpe mientras me seguía mirando a los ojos. Me metió un golpe en la sien, pero nada, luego otro en la ceja, pero nada. Entonces me encontré en ventaja y en su mirada vi su derrota. En ese momento sentí algo como un golpe muy fuerte y hondo, luego un vaho negro y espeso.

***

Cuando me desperté, estaba en el hospital. A mi lado había flores. Mi entrenador se alegró de verme con “tan buena cara”. En mi interior sabía que estaba vuelto mierda, pero aún así, y recordando un poco la pelea, que al final y cuentas ya no importaba si yo hubiera ganado o perdido, sólo quería saber que hacía acostado viendo cómo mi entrenador y otros pugilistas me veían con lastima y con sorna.

–¿Qué carajo pasó? ¿y la pelea? ¿Yo gané la pelea? ¿Qué hago aquí, vale?

Mi entrenador se acercó y con la mirada gacha me dijo en tono solemne: “Eva te explotó las bolas viejo. Fue tremendo derechazo. Parece que te sacó sangre y todo. Tú no gritaste ni nada, sólo te desmayaste. La descalificaron de inmediato y por ende ninguno de los dos ganó la pelea, pero los organizadores igual te dieron los cinco mil bolívares porque con eso tú podrías… tú sabes, viejo.” Y se quedó callado.

No quise preguntar por Eva, no quise saber nada de la plata, fue mi error no haberla matado antes cuando su frágil cuerpo cabalgaba sobre el mío o cuando estábamos en los primeros asaltos. Estaba callado. No atinaba a decir nada, sólo su voz diciéndome “conozco a mujeres que tienen el huevo más grande que tú” me recorría el cuerpo como una serpiente eléctrica.

1 comentario:

Jessisrules dijo...

Noe sabes que me encantó!!! me encanta la propuesta Big SisXD En el amor y en la guerra todo se vale, o no?? ;) att. Pequeño Saltamontes