Por Moisés Lárez
São Paolo, 16 de octubre
Querida mía:
Con estas breves líneas sólo quiero que te des cuenta de que sí te quería. Sabía que ni una carta como ésta ni todos mis esfuerzos hubieran podido hacerte cambiar de opinión. Por eso tomé esa decisión, porque mi estadía en ese lugar ya no tenía ninguna razón. Quiero decirte que mi amor por ti fue real en primer momento, pero que después por mis necesidades fisiológicas empecé a utilizarte para satisfacerme. También a ti, porque yo sabía que te gustaba, pero cuando pasamos –o, en realidad, pasé– al siguiente nivel el placer para ti se acabó y yo sólo era como una bestia que se alimentaba con los más exquisitos manjares de tu cuerpo.
Lo siento.
El día que me di cuenta de mis errores fue cuando Jazmín empezó a decirme las mismas cosas que tú. En ese momento no la conocías, ni sabías que éramos amantes. Recuerdo con mucho placer cuando la conociste. Yo pensaba que te molestarías, que me dejarías para siempre, pero no fue así. Me sorprendiste. Resultaste ser una mujer demás valiosa, y así, sin más, yo seguí desaprovechándote. Me cegué más y empecé a saborearlas, sin darles cariño, ni amor. Sin saber que por dentro ustedes era lo que más quería: las amaba. Ahora llegan a mí flashes: recuerdo las noches en que las tres disfrutábamos el máximo placer, recuerdo cuando casi te mato y cuando ustedes intentaron asesinarme. Lo entiendo; yo también lo habría hecho. Ahora estoy viajando, conociendo otras mujeres para empezar un grupo como el de nosotras; para tratar de hacer las cosas bien.
Quizá jamás te olvide, como sé que quizá tú tampoco lo hagas.
Patricia
P.D.: Eras mi favorita. Por eso sólo te escribí a ti.
Querida mía:
Con estas breves líneas sólo quiero que te des cuenta de que sí te quería. Sabía que ni una carta como ésta ni todos mis esfuerzos hubieran podido hacerte cambiar de opinión. Por eso tomé esa decisión, porque mi estadía en ese lugar ya no tenía ninguna razón. Quiero decirte que mi amor por ti fue real en primer momento, pero que después por mis necesidades fisiológicas empecé a utilizarte para satisfacerme. También a ti, porque yo sabía que te gustaba, pero cuando pasamos –o, en realidad, pasé– al siguiente nivel el placer para ti se acabó y yo sólo era como una bestia que se alimentaba con los más exquisitos manjares de tu cuerpo.
Lo siento.
El día que me di cuenta de mis errores fue cuando Jazmín empezó a decirme las mismas cosas que tú. En ese momento no la conocías, ni sabías que éramos amantes. Recuerdo con mucho placer cuando la conociste. Yo pensaba que te molestarías, que me dejarías para siempre, pero no fue así. Me sorprendiste. Resultaste ser una mujer demás valiosa, y así, sin más, yo seguí desaprovechándote. Me cegué más y empecé a saborearlas, sin darles cariño, ni amor. Sin saber que por dentro ustedes era lo que más quería: las amaba. Ahora llegan a mí flashes: recuerdo las noches en que las tres disfrutábamos el máximo placer, recuerdo cuando casi te mato y cuando ustedes intentaron asesinarme. Lo entiendo; yo también lo habría hecho. Ahora estoy viajando, conociendo otras mujeres para empezar un grupo como el de nosotras; para tratar de hacer las cosas bien.
Quizá jamás te olvide, como sé que quizá tú tampoco lo hagas.
Patricia
P.D.: Eras mi favorita. Por eso sólo te escribí a ti.
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