“Porque tú sabes que sin ti la vida es nada para mí”, cantaban y a ratos tarareaban sus labios mientras extraía con tijeras dos figurillas de la tela blanca.
“Tú bien lo sabes, capullito de alelí”. Cosía alegremente los bordes de las siluetas humanas con hilo violeta.
“No hay en el mundo para mí otro capullo de alelí”. Rellenaba el muñeco de algodón amarillo y metía cuidadosamente los cabellos que había tomado.
“Que yo le brinde mi pasión”. A la altura de la cabeza de tela, introdujo semillas de castaña ‘un toque extra de frenesí’ y algunas contadas de naranjo ‘¡para que piense un poco más en la boda!’.
“Y que le dé mi corazón”. Sellaba la cabeza y procedía a decorarlo. Un punto en el cuello por el lunar de sus sueños. Lana oscura por sus cabellos negros como la noche. Una línea libre en su espalda por aquella cicatriz de sus aventuras. Botones de azul mar por esos ojos suyos.
Construyó su capullito y pronunció la sentencia: “Innani vudu osallito rooha Alejandro ila hazihilloba”.
Confiada de su eficacia, levantó al muñeco y lo tomó por su enamorado. Procedió entonces a darle cobijo y amor. A besarlo, a abrazarlo, a acariciarlo, a tocarlo todo.
Alejandro caminaba rumbo a casa cuando sintió la lluvia de amor y delirio. Perdió el control de sus extremidades y su mente y cayó en un banco solidario.
En él se explayó y sintió locura y deseo. Se contorneaba. Extendía su cuello a los lamidos celestiales. Sentía el mordisqueo infinito sobre su lunar, vivía aquel mágico toqueteo sobre sus cabellos. El placer máximo sobre sus más íntimas partes.
Pensó en bodas. Pensó en ella. Éxtasis de amor. Mil gotas de pasión. Sonreía al sol. Lo consumía la más grande dicha, sin saber sobre sí la más grande dominación.
Gemía de placer sin sospechar que estaba a una discusión de distancia de una explosión de dolor. Lo esperaba, inevitablemente, una torrencial lluvia de alfileres.
Once muchachos que quedaron picados porque el primer Rally Metropolitano de Escritores les pareció muy corto decidieron irse a los bares nocturnos caraqueños a beber birras y leer literatura. Cuando la cosa no dio para más crearon este blog porque las maravillas que estaban haciendo se estaban desbordando
martes, 25 de agosto de 2009
Capullito de Alejandro
Por Gabriela Valdivieso
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*Gabriela Valdivieso,
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Pauta 6,
Terror
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3 comentarios:
ahh no me dio miedito Gaby. mas bien me invadio una ternura inmensa, me gusto mucho, parece un cuento de amor.
un abrazo.
Ja ja ja! A mí tampoco. Parecía más creepy en mi cabeza.
Vamos, es un muñeco vudú siendo dominado por una niña obsesiva y enamorada. Podría fluir indistintamente el amor y el dolor más agudo...
Ja ja, bueno, sin duda ha podido ser mucho más escalofriante!!
en realidad, me gusto jajajaa...no hace falta que expliques tus encantos.
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