martes, 4 de agosto de 2009

Creep.



Recuerdo que la canción era Creep, de Radiohead. Recuerdo que calenté la voz por unas excesivas dos horas antes y recuerdo que cuando por fin fue mi momento de entrar al stage los nervios me jodieron la primera estrofa.

Pero así no es como comienza la historia.

Rewind. Estamos sentados en la acera, tomando, y surge el tema. Alexis ha estado balanceando la idea de una banda de acá para allá y aunque todavía no se han repartido claramente los papeles de la obra, ha dejado establecido que quiere que yo cante. La sugerencia no nace del azar. Durante meses, cada vez que salimos de la universidad nos vamos de insurrección urbana; provocamos a emos a pelear, pedimos direcciones de cosas que quedan en la vía de donde venimos (para responder con “gracias, jalabola”) e insultamos a la gente en las paradas de autobús portando máscaras estúpidas de extraterrestres felices. Todo con un soundtrack de Foo Fighters, Depeche Mode, Pearl Jam, Black Sabbath y Metallica, nosotros cantando y haciendo numeritos musicales con Bohemian Rhapsody y Simpathy for the Devil (en un par de ocasiones memorables fue Bad Boys, la canción de reggae famosa, ¿sabes? Bájatela. Ahora).

Por supuesto que mis falsetes y los vibrattos, el control del aire y las técnicas para alcanzar las notas más altas no me nacieron de talento natural; durante mis primeros tres años en el bachillerato estuve tomando clases de canto, paralelas con las clases de violín, porque no había nada más que deseara en el mundo que estar en una banda y ser como los tipos que veía cuando llegaba de la escuela todos los días a poner Mtv (cuando salir en Mtv no era vergonzoso). Las paredes de mi cuarto estaban tatuadas con afiches de Guns N’ Roses, Aerosmith y Iron Maiden. En mi persecución, logré de hecho formar una banda con compañeros de mayor y menor talento. Tocamos para la gente sólo dos veces.

Lo que sucedió fue una mezcla de factores que radicaban en la confianza que tenía en mí mismo (o la falta de ella). Para empezar, no poseía un estilo propio y cuando imitas a alguien más es imposible que te gustes, porque no vas a sonar como ese alguien. Si no estás acostumbrado a oírte, vas a decepcionarte. Por otra parte, odiaba el sonido de mi voz en un micrófono. Sonaba mucho más joven, mucho más suave y mucho más blargh que como sonaba a capella. La única solución era cantar con timidez, medida contraproducente porque si no abres la boca y te dejas de mariqueras, no vas a sonar bien jamás. Era descorazonador ver a tus amigos aprendiendo a tocar sus instrumentos mientras tú permanecías con un instrumento cuyo sonido odiabas. Así que renuncié. No dejé de cantar; sólo dejé de hacerlo para los demás.

Forward. Estamos sentados en la acera otra vez. Las cervezas ya no son las mismas, pero el tema permanece. Cuando Alexis me propone que cante, asiento y escondo mis miedos. Creo que esta vez puedo hacerlo mejor. Después de tantos años, estaba preparado para un round dos, que bien iba a decidir mi futuro como cantante.

Ahora sí.

Empieza la batería y el bajo de Creep. Estoy nervioso y cuando por fin empiezo, uso mucho vibratto. Es lo que he hecho cuando estoy nervioso desde tiempos inmemoriales. No miro a nadie a la cara. La música lleva un tono diferente al mío y es evidente que no estamos acompasados. Soy vagamente consciente de esto. Estoy luchando mi batalla por dentro.

I wish I was special. So fucking special.

But I’m a creep…

Entran las guitarras con fuerza y el ambiente empieza a cambiar. Consigo el tono, como se dice, y permanezco en la octava correcta. Y mientras canto la canción, algo por dentro sucede. Algo que no había experimentado hasta ahora.

I want a perfect body… I want a perfect soul.

La voz que estaba retumbando no era la de otro. Era la mía. No más miedos, no más debilidades, no más sensación de estar bajo una lupa. No existe un mejor momento que el presente.

She’s running out again…

Todos mis errores estaban siendo creados por el miedo. Enfréntate a tus miedos, libérate de ellos y verás cómo se vuelven una fuente de poder. La música desciende, el espíritu recobra poco a poco la conciencia y cuando terminas, demasiado pronto, inyección de endorfina inmediata: aplausos.

Amo a mi instrumento.

2 comentarios:

José Leonardo Riera Bravo dijo...

Wao! jejeje un escrito muy rockero! xD
Felicitaciones, me parece ver en este texto una faceta tuya que nunca antes había visto: la reflexión. Estás siendo reflexivo (así lo capté) y no sólo eso, sino que también motivas y aconsejas. jejeje
Cuánto te envidio! xD

Gabriela Valdivieso dijo...

Qué buen cierre! Coincido con JL en que es diferente a lo que te leemos! Biennn!