—Vas a terminar cansado —me dijo—. Y no querrás verme nunca más.
Apreté su mano con tanta delicadeza que ni siquiera sé si “apretar” es el término que aplica.
La ruptura está en el futuro todavía.
En el pasado, los segundos del primer beso flotan congelados en la eternidad.
Amo sus ojos. Amo su boca. Amo su sonrisa, amo su aroma, amo la forma en la que me habla, en la que me anima, en la que hace que las dificultades del mañana se derrumben con sólo un gesto coqueto. La amo y nada existe que me asuste más que eso.
Se acuesta de medio lado y besa el dorso de mi mano. La sujeto entre mis brazos. En la periferia de mi visión, el piano. La lengua a través de la que ella habla su segundo idioma. El altar ante el que fusionamos los espíritus por primera vez.
Beso su hombro.
—Te amo. No podría cansarme de ti aunque lo intentara con todas mis fuerzas —le digo, y así es.
—Sabes que traté evitar todo esto. No quise perderme en este laberinto… pero entré. Y te he arrastrado conmigo. Después de todo lo que ha pasado y de todo este tiempo… ¿sabes? Las normas dicen que deberías haberte ido hace mucho.
Con sutileza, la volteo. Está acostada boca arriba ahora, frente a mí. Por un instante, que parece perpetuo, me enfoco en su boca y todos los pensamientos dentro de mí se borran y se trata sólo de besarla. Sus labios son suaves, son cálidos y saben a la salvación que nunca esperé encontrar.
—Las normas son estúpidas —digo—. En especial esas normas. Influye también el hecho de que te amo y de que me encanta todo de ti, así que… no creo que muchas reglas puedan oponerse a eso.
Mis dedos juguetean con su cabello negro. Es sedoso. Podría estar haciendo esto todo el día.
En el futuro, la veo darse media vuelta y marcharse de mi vida, pretendiendo que no le importa y que lo que fluye de sus ojos no son lágrimas.
Sigue tocando el piano para mí en el pasado. En esos momentos de memoria inmortal, estoy enamorado de sus notas y de su armonía.
Ahora está desnuda bajo las sábanas y este pequeño nudo de sentimientos es suficiente para mantenerme vivo más allá de la vida. Acaricia mi cara y las palabras no alcanzan para explicar cuán etéreo su toque me hace sentir. Ante semejante magia en sus manos, no me sorprende que el piano hable solo al entrar en contacto con esos dedos.
—Las personas son lo único cambiante en mi vida —le oigo decir—. Cada pocos meses, quienes quiero se van. Aprendí a no querer a nadie. Y tú vienes ahora y rompes la premisa de los demás y me haces romper la mía. Y te odio por eso.
Sus ojos están húmedos.
—Yo también te odio —le susurro.
Sus labios se separan ligeramente y se unen a los míos.
Todos mis sueños sobre ti siguen flotando, cada vez más cerca de la orilla.
Toca una última vez para mí, en el futuro, en el mismo piano que presenció los primeros de incontables besos.
En el pasado estamos bromeando y conversando entre sonrisas, sin poder imaginar lo que nos esperaba tan sólo unas pocas notas más adelante en la canción.
Pero ahora, el mundo está representado por sus ojos oscuros y su piel canela. Una armonía en el presente. Un anhelo en el pasado y una memoria de perfección en el futuro. Mientras mis dedos están entrelazados con los suyos, no quiero que la canción termine jamás.
En mi nada, lo fuiste todo para mí.
Apreté su mano con tanta delicadeza que ni siquiera sé si “apretar” es el término que aplica.
La ruptura está en el futuro todavía.
En el pasado, los segundos del primer beso flotan congelados en la eternidad.
Amo sus ojos. Amo su boca. Amo su sonrisa, amo su aroma, amo la forma en la que me habla, en la que me anima, en la que hace que las dificultades del mañana se derrumben con sólo un gesto coqueto. La amo y nada existe que me asuste más que eso.
Se acuesta de medio lado y besa el dorso de mi mano. La sujeto entre mis brazos. En la periferia de mi visión, el piano. La lengua a través de la que ella habla su segundo idioma. El altar ante el que fusionamos los espíritus por primera vez.
Beso su hombro.
—Te amo. No podría cansarme de ti aunque lo intentara con todas mis fuerzas —le digo, y así es.
—Sabes que traté evitar todo esto. No quise perderme en este laberinto… pero entré. Y te he arrastrado conmigo. Después de todo lo que ha pasado y de todo este tiempo… ¿sabes? Las normas dicen que deberías haberte ido hace mucho.
Con sutileza, la volteo. Está acostada boca arriba ahora, frente a mí. Por un instante, que parece perpetuo, me enfoco en su boca y todos los pensamientos dentro de mí se borran y se trata sólo de besarla. Sus labios son suaves, son cálidos y saben a la salvación que nunca esperé encontrar.
—Las normas son estúpidas —digo—. En especial esas normas. Influye también el hecho de que te amo y de que me encanta todo de ti, así que… no creo que muchas reglas puedan oponerse a eso.
Mis dedos juguetean con su cabello negro. Es sedoso. Podría estar haciendo esto todo el día.
En el futuro, la veo darse media vuelta y marcharse de mi vida, pretendiendo que no le importa y que lo que fluye de sus ojos no son lágrimas.
Sigue tocando el piano para mí en el pasado. En esos momentos de memoria inmortal, estoy enamorado de sus notas y de su armonía.
Ahora está desnuda bajo las sábanas y este pequeño nudo de sentimientos es suficiente para mantenerme vivo más allá de la vida. Acaricia mi cara y las palabras no alcanzan para explicar cuán etéreo su toque me hace sentir. Ante semejante magia en sus manos, no me sorprende que el piano hable solo al entrar en contacto con esos dedos.
—Las personas son lo único cambiante en mi vida —le oigo decir—. Cada pocos meses, quienes quiero se van. Aprendí a no querer a nadie. Y tú vienes ahora y rompes la premisa de los demás y me haces romper la mía. Y te odio por eso.
Sus ojos están húmedos.
—Yo también te odio —le susurro.
Sus labios se separan ligeramente y se unen a los míos.
Todos mis sueños sobre ti siguen flotando, cada vez más cerca de la orilla.
Toca una última vez para mí, en el futuro, en el mismo piano que presenció los primeros de incontables besos.
En el pasado estamos bromeando y conversando entre sonrisas, sin poder imaginar lo que nos esperaba tan sólo unas pocas notas más adelante en la canción.
Pero ahora, el mundo está representado por sus ojos oscuros y su piel canela. Una armonía en el presente. Un anhelo en el pasado y una memoria de perfección en el futuro. Mientras mis dedos están entrelazados con los suyos, no quiero que la canción termine jamás.
En mi nada, lo fuiste todo para mí.
4 comentarios:
Es raro leerte no creepy! Me gustó! Creo que no lo entendí del todo, confieso, pero lo disfruté.
Me produjo una sencación extraña. Narrabas sobre el cabello y tocaba el mío, de dedos y los miraba. Me engancharon algunas imágenes, pues.
A mi me gusto mucho! me atraen mucho los escritos así, tienen esos detalles que me encantan jeje
Es interesante tu escrito , pero debo decirte que no lo entendi mucho =S ..!
Sí, utilicé un estilo minimalista (a veces me gusta practicarlo un poco), porque le va a la historia; es algo un poco personal, así que quizá sólo yo entienda los detalles entre las líneas. Pero me alegra mucho que les haya gustado o al menos entretenido.
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