Por Andrea Gómez
“No lo hagas” eran las palabras que pasaban por la mente del cepillo de dientes mientras por fin llevaba a cabo su plan de escapar. Jabón siempre le decía que nunca iba a encontrar un lugar mejor. Él respondía que ya no aguantaba más, ese apestoso cerdo desagradable a quien llamaba "dueño" llevaba tres años con él... el límite son cuatro meses, ¿sabías eso, Jabón? Pues no, claro que no lo sabia, era solamente un jabón.
Su plan consistía en:
1) Brincar del lavamanos al suelo (un acto casi suicida, considerando claro que es un cepillo de dientes)
2) Correr hasta el dormitorio de su dueño (más que correr yo diría dar pequeños brincos, una vez más, es un cepillo de dientes)
3) Conseguir un ticket de metro de algún bolsillo
4) Secuestrar al ticket (Dicen que es complicado porque son todoterreno)
5) Tomar el metro y llegar al Nirvana. (Citando al incienso: “Es un sitio grandioooso, man”
El plan parecía bastante simple. Sin pensarlo dos veces saltó hacia el suelo haciendo gritar a todos de horror, “Estoy bien, sólo me doble un poco las cerdas” gritó luego de la caída. Todos se tranquilizaron y se asomaron para observar su gran huida.
Empezó a dar brinquitos hasta llegar al dormitorio, chequeó que su dueño estuviera dormido y se paro rígidamente simulando ser la seña del pulgar hacia arriba, sus espectadores suspiraron. Buscó con la mirada unos pantalones usados y los vio, estaban justo al lado del perro. Fue caminando de puntillas (dando pequeños brincos lenta y suavemente) para no despertar a la bestia. Al estar enfrente de ella olió su mal aliento y pensó que necesitaba un cepillo de dientes urgente, también pensó que era algo irónico ya que él era uno y estaba huyendo, en fin, buscó en el bolsillo y encontró un ticket de metro anaranjado bien dormidito, lo sacó con cuidado y justo cuando estaba afuera se despertó.
–¡Aléjate de mí! Sé karate, te puedo partir en dos segundos– gritó Ticket- Si me tocas otra vez te lo juro, TE PARTO.
A Cepillo no se le ocurría nada que decir. Él pensaba que era un mito urbano que los tickets de metro estaban entrenados para cualquier situación irregular.
–Lo siento– dijo cepillo– Es que, mira, ya me falta poco para terminar el plan, no me lo arruines por fa.
–¿Qué plan? – Dice el ticket con un tono detectivesco.
–Es que… mira, chamo, ¿tú nunca te has sentido utilizado? ¿No sientes que la gente no te aprecia?
–Ehh, bueno sí, a veces… ¿pero eso que tiene que ver?– dice el ticket avergonzado.
-Mira, lo que pasa es que ya yo me cansé, me están explotando y yo la verdad NO PUEDO MÁS, quiero irme al Nirvana.
-¿El Nirvana? Y más o menos… ¿Qué es eso?
–Bueno, yo la verdad no sé que es, ni mucho menos dónde queda, pero según Incienso es el mejor sitio del mundo para relajarse. Hay paz y nadie te explota. Entonces, ¿quieres huir al Nirvana conmigo?
–Bueno, pero deprisa que el perro se está despertando– susurro el ticket.
Cuando estaban de salida el perro se despertó y empezó a comérselos, dejando nada de ambos. Al final, el cepillo de dientes reencarnó en un rollo de papel higiénico, por inconforme, y el ticket, bueno, sus viajes de ida y vuelta en esta vida habían llegado a su fin y, sin saberlo, llegó al Nirvana.
1 comentario:
Ok, esta puede ser la precuela de mi historia o la mía es la precuela de la tuya.
Great minds think alike! :D
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