martes, 28 de julio de 2009

Envidia

Por Samar Hokche

Les explicare mi situación: me han diagnosticado depresión crónica, sí, ¡depresión!, ¿pueden creerlo? Todo es consecuencia de sus brutales actos. Yo les he servido más de una vez para poder transportarse y llegar a tiempo a su destino, ¿y es así como me pagan? Dejándome desamparado, arrugado y sucio, suelto por las calles en manos del viento que sopla por los laberintos grises. ¡Ingratos todos!, se aprovechan de mi nobleza, cuando ya no les soy útil se desasen de mí cuanto antes.

Bueno les confesare algo que ni a mi psicóloga le he mencionado. Es penoso admitirlo pero tengo la urgencia de decir: envidia siente mi cuerpo, envidia del cepillo de dientes. Pensaran que estoy desquiciado, ¡pues no! He sufrido cada vez que sacan un nuevo y mejorado modelo de Colgate o de Oral-B. Ni hablar de aquellos electrónicos que vibran que te garantizan una mejor limpieza –sí, claro, como si de verdad funcionaran, también encontramos a los limpiadores de lengua, y… ¡ah, claro!, los de cerdas “ultra delgadas” –por favor no me hagan reír, con eso de que ahora alcanzan lugares que ningún otro cepillo había podido llegar, ¡unos pervertidos!–

Ellos se creen el centro del universo porque ayudan a mantener una buena salud bucal, ¡bah! ¿Y para qué? Yo en mi vida he presenciado que un cepillo de dientes te haga llegar a tiempo a una importante cita. Pero claro está que los usan por lo menos durante tres meses completos, y a todas éstas, ¿dónde quedo yo? Ni veinticuatro horas duro, caminan sobre mí, me maltratan y nadie protesta. Supongo que a estas alturas me tendré que acostumbrar al mundo lleno de injusticias, ya nadie valora el esfuerzo que uno da.

Firma: el desesperado ticket del MetroBus.

2 comentarios:

Gabriela Valdivieso dijo...

OOoootra vez la linda Samar se destaca!

Victor C. Drax dijo...

Cuento exitoso es exitoso :D