Por Gabriela Valdivieso
La coexistencia parecía perfecta, pero un día el velo de la ignorancia cayó y el conflicto se hizo palpable. Fue una tarde calurosa. Húmedo y asfixiado, el cepillo de dientes sobresalió por el cierre del bolsillo del morral de Luis cuando lo vio todo. Discretos y veloces, los dedos que día a día lo rodeaban con fuerza sostenían hoy el amarillo ticket y lo paseaban por la boca, su boca, y más, por los dientes. Por cada espacio entre sus dientes.
Completada la operación, Luis pudo haber guardado el boleto amarillo en el pantalón, pero no. Lo llevó directo a su enemigo. Intuitivo pero por desgracia impulsivo, el ticket reaccionó ante el peligro. Usó su delgadez y su rapidez para intentar dividir una a una las cerdas de su enemigo. Desconcertado ante el extraño ataque, el cepillo se alzó y dio inicio a la lucha real. Panza amarilla a cerdas blancas, cada cual presionó con las fuerzas posibles. El ticket anhelaba aplastarlo y doblar sus extremidades para hacerlo inútil. El cepillo, alto y fuerte, buscaba atravesarlo y violentarlo hasta desintegrarlo.
Es difícil saber quién ganó. Pero sabemos quién perdió. Cuando Luis abrió el bolsillo de su morral para encontrar con qué asear sus dientes, lo encontró todo devastado. El ticket, su querido mondadientes, se había humedecido y descuartizado con el contacto del cepillo sudado. El cepillo tenía por adherida cobertura una desagradable sustancia amarilla. Así, abrazados hasta la eternidad, el cepillo y su pasta colorada fueron alejados de la boca primigenia y desechados en el más sincero olvido del dueño de los picos engullidores.
3 comentarios:
Q imaginación xD.. buena la historia !
Me gusto! :) una batalla muy original xD
Ok, no admiro sólo la originalidad, sino la técnica (yo le paro mucho a eso). Gaby, cinco estrellas.
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