lunes, 3 de mayo de 2010

Conexiones mentales del niño-joven

“Cuando crezca quiero vivir en una casa grandota con cinco habitaciones y cuatro baños, (quiero) que haya un lago atrás en el patio donde tenga que explicarle a mis hijos que los patos se fueron a pasar el frío al sur.”

Aunque por ser el más pequeño de la casa, siempre fue consentido, contaba igualmente con una pena que sólo entienden y padecen los niños nacidos en fechas decembrinas: recibir los regalos de cumple y de navidad al mismo tiempo, dos en uno. Pero este pequeño contó con la carga adicional de no poder quejarse porque, después de todo, la vida le echó una broma inexorable: conocer la luz el día de los inocentes. 28/12. Vaya gracia.

Pero eso es tan sólo una parte de la infancia. De chiquito, cuando creía que era hijo de una familia extraterrestre, pero que sus padres humanos se lo ocultaban, entendía “hogar” como la ciudad del auge del Libertador. Luego, con la mudanza familiar a la arena y el mar, dibujaba su casa como un Paraguas Estornudador. Siempre pensó, ya de grande, que sus orígenes se sintetizaban en Bolívar debajo de un Paraguas, achí.

Durante su crecimiento vio en sombreros, boas engullidoras de elefantes. Siempre observador, encontraba timbres minúsculos, relacionaba puertas de discos con las de supermercados, encontraba cangrejos camuflados entre las rocas y veía mejor que los pelícanos los peces que saltaban las aguas.

En estos años de ñerismos, de “lapeós” y “miiis”, comió muchas empanadas de cazón en compañía de unos cuantos perros playeros. Aprendió igualmente a sonreír y a arrugar la cara, sellos personales que hoy lo acompañan.

Hoy ya va para cinco años en Caracas y aún siente vértigo por los carros que pasan arriba y abajo por doquier. Vértigo igual de fuerte por lo sucia, en varios sentidos, que es la ciudad, y por la deuda social que salpica a todos de “cosita”, esa tataranieta de la tristeza, con una pizca de hipocresía que se siente al ver una persona sin recursos, humillada en el oficio del que predica algo como: “su moneda me salvará, señor”.

Y aunque lo acaban de dejar sin celular y con desprecio por Caracas, él ya no es sólo de Ciudad Bolívar y de Paraguachí, el Paraguas enfermo, también es, un poco, caraqueño. Tiene una novia artista y espléndida, también capitalina, y tiene en su carrera, por la que siente lo que denomina “pasión interna”, una profesora que admira, Kosak, que es autora de un libro que habla de los latidos de su tercera ciudad.

Hoy el niño-joven usador de gorros sobre cabelleras a veces largas, a veces cortas, se ocupa terminando su tesis, pero también jugando con yesqueros, aplaudiendo, haciendo burbujas y jugando con pitillos.

Por suerte para el mundo, todas estas características no las comparte sólo a través de su obrar, sino también, gracias Universo, de su escritura.

Encuentra el modo de ser además de fresco en la vida, franco en las letras. Con la motivación de escribir para decirse a sí mismo que existe, obsequia sus observaciones. Regala las imaginaciones y comprensiones de su mente de modo mezcladito, siempre hilado, con ritmo apurado y enumeraciones graciosas.

Y es que el estilo del gestado el día de los inocentes es rendir honor a su día. Es gozar de la sensibilidad necesaria para seguir jugando y seguir intentando entender y conciliar. Es explorar la realidad con idealismo y asomar en la ficción la autoconciencia.

Así, directo desde las conexiones mentales de su cabeza hacia el mismísimo mundo entero, el niño-joven Moisés Lárez entrega sus pensamientos, recién salidos del tostador.

Con esta filosofía de vida, goza de una fortuna que palpa y agradece: “quién más iba a ser feliz, sino yo mismo”. ¿Y quiénes más agradecidos que nosotros, de participar de sus circuitos mentales a través de sus códigos lingüísticos?

6 comentarios:

Moises Larez dijo...

Ay, Gabriela Valdivieso, te pasaste. Que hermoso. Se me va a salir una lagrima. O dos. O tres. O cuatro. O maaas...

José Leonardo Riera Bravo dijo...

Espectacular! Magnifico!! Lo leí sin saber quién lo había escrito, y a cada parrafo me aceleraba más para descubrir el creador de tanta grandeza. Cuando terminé, no era "el creador", era "la creadora". Qué precisa eres. Felicitaciones!

"Hoy el niño-joven usador de gorros sobre cabelleras a veces largas, a veces cortas, se ocupa terminando su tesis, pero también jugando con yesqueros, aplaudiendo, haciendo burbujas y jugando con pitillos.

Por suerte para el mundo, todas estas características no las comparte sólo a través de su obrar, sino también, gracias Universo, de su escritura".

Gabriela Valdivieso dijo...

Tan bonito, Moisito, sabía que te iba a gustar, y que verías en cada línea guiños! Lo hice con mucho mucho cariño, de veras no sabes cómo te aprecio y cómo disfruté escribir de ti, leerte, conocerte más.

Leo, poeta, gracias, qué gusto!! Llena el corazón ese comentario!!

G. dijo...

Hay tantas cosas que no sabía de Moi, me imagino la cara que puso (: lindo esto Gaby!

Samar Yasmin dijo...

Gaby Me encanto! :) Que lindo regaloOo!!

Jessisrules dijo...

Gaby, hermosísimo. Es Mo en toda su extensión, y eres tu escribiendo genialmente como siempre. Te extraño, pero fíjate! estás aquí. Genial ganiel homenaje a nuestro querido Mo y sus textos.