miércoles, 5 de mayo de 2010

Ella

Por Jessica Márquez Gaspar
Para Gabriela Valdivieso

Los ojos verdes. La sonrisa más sincera que he conocido. La imaginé a ella poniéndose el cinturón en un diminuto asiento de un avión de LanChile. Podía, como si estuviera sentada junto a ella, detallar sus movimientos y sus ojos verdes clavados en la ventanilla del avión, por la que vio al aeropuerto, luego a la autopista, después a la Guaira, más tarde a nuestras costas, y por último, una imagen llena de lágrimas del país que dejaba justo antes de atravesar las nubes y decir adiós. Ella no lo supo, pero en ese segundo estuve ahí y la abracé con inmenso cariño.

Increíble como la distancia –aquella de kilómetros pero también de meses, días, años- transforma las realidades, los hechos, en hermosos recuerdos, en vivencias que están presente sin estarlo, que se materializan de pronto como si alguien decidiera rodar una escena de una película, en aquellos espacios físicos –tal vez también emocionales- donde todo tuvo lugar.

Escribir sobre Gaby se me antojó una compleja tarea. Sentí que delinear su prosa significaba trazar nuevamente los contornos de su ser, traerla de vuelta, aunque dicha sea la verdad, para mí ella nunca se fue.

Recorrí entonces Caracas en busca de pistas y fui encontrándome con ella tantas y tantas veces. En Miga`s de Altamira escogí la última mesa de la terraza, aquella misma donde tuvimos una larga conversación que iniciaría una amistad que valoraré y cuidaré siempre.

La llamé entonces, la convoqué, y ella arribó en su moto, con manubrio alto, como de motociclista renegada, envuelta en su impermeable negro, lentes negros y casco también negro, de la que desmontó para entrar en el local y sentarse a conversar conmigo. El humo de su cigarro encendido se convirtió en pincel, a medida que ella movía las manos para ilustrar sus palabras. A veces soltaba el vicio sobre el cenicero y me miraba fijamente. Otras se acomodaba el rubio cabello y sonría.

Mientras las horas se deslizaban al compás de los semáforos, y de los pasos monótonos por la Plaza Altamira, me dediqué a mi tarea.

Pura y limpia, como ella, era su prosa. De eso estaba segura. Alma de niña, ojos de niña. Una madurez ganada de las experiencias, una empatía hermosa. Sus textos eran su piel, ella misma. Era la sensación de estar ante un adulto hecho y derecho y, al mismo tiempo, de compartir con Gaby, una rubia niña, con cintillo de colores y mirada tímida.

A ratos, sus textos eran conceptuales, profundos, invitaban a la reflexión y desentrañaban la enorme telaraña de pensamientos, el entramado de una mente ágil y despierta que reflexionaba constantemente, que parecía no parar, no dormir, y que entregaba al mundo nuevos mundos, nuevas realidades.

Se que si aquella Gaby que comía frente a mí una torta de chocolate pudiera responderme, acompañaría los asentimientos de cabeza con un “claro chama”, mientras recordaba mi favorito de sus cuentos: Pluriverso. La ingenuidad maravillosa, y su hermosa mirada de Todo, se colaba, y con ella, su obsesión más intensa: la verdad.


Caída la noche subimos a su carro, que siempre terminaba siendo sitio de confidencias, y que en una memorable noche fue el vehículo de quince vueltas al San Ignacio, y recorrimos la Castellana, Los Palos Grandes, Altamira, llegamos a los Dos Caminos y nos devolvimos.

Supe entonces que Gaby era el Pluriverso. Que ella y sus textos se componían en una sinfonía que era sinfonía. Sus mejores textos, sus grandes textos, versaban sobre ellos mismos. En una búsqueda filosófica que no podría adivinarse de su gusto por No Doubt, las líneas que la trazan y que trazaron sus historias se elevaban sobre las aceras y los personajes para interrogarse sobre el logos, en aquel decálogo que recordaba a “Instrucciones para dar cuerda al reloj”, manual de pocas páginas: “10 Sencillos pasos para encontrar la verdad”, para encontrar a su mejor y más trabajado personaje, “su musa”.

Con ella observé el mundo por primera vez y lo descompuse. Porque de sus múltiples proyectos, y el “!Sí chama!”, brotaba un caleidoscopio para ver el mundo de colores. Para disfrutar cada instante, la grama, los movimientos, el cielo. Para disfrutar los sábados, las burbujas –especialmente las burbujas- y la mayonesa en cantidades absurdas.

Una vez de regreso en mi casa, rememoré una de las tantas conversaciones por teléfono. Podía escuchar claramente su tono de voz, y asombrarme, porque para ella el mundo siempre fue otro. La luna era una chupeta roja, el objeto último de deseo, y la imaginé mirándola embelezada en Chile, esa franja de tierra que se extiende hasta la Patagonia. En el insomnio de mi tarea, pensé en mi sombra, que tampoco era tal, que ella desdoblaba, como a todo, para obligar al mundo a mirarse a sí mismo, para preguntarse por el significado profundo de la figura alargada que nos sigue los pasos, y que la seguía a ella en las calientes horas de su querida y odiada Caracas.

Como los grandes pintores, y varios de mis favoritos, Gaby poseía la técnica, pero decidía superarla para experimentar los textos en nuevas perspectivas. Incluso en aquellas colas caraqueñas, incluso en la experiencia de recorrer la Autopista Francisco de Miranda en una ambulancia a las seis de la tarde, descomponía el lenguaje, y aunque ahora fuera noche cerrada, ella estaría dándole gracias a Dios porque de los errores se aprende. Si que se aprende.

La mañana llegó inevitable, y me senté en la computadora, como seguro lo hiciera ella tantas veces. Abrí el Facebook. Ella entraba en su perfil. Revisé mis mensajes. En ese instante, ella tomaba la batuta y empezaba a armonizar a la orquesta Letras a Litros. Les brindaba apoyo y entusiasmo. Dedicaba sus horas a idear pautas, juegos, salidas y momentos. Terminaba su participación en la conversación con dos mágicas frases, con dos abracadabras: ¡Ánimo muchachos!, ¡A escribir!

Horas más tarde me sorprendieron caminando con ella hasta el Centro de Arte La Estancia. Nos sentamos juntas en la grama, y observamos la luz pasar entre los árboles. Sonreí, mientras imaginaba la lluvia de cuerdas de saltar, que inundaron el universo de su escritura. En el surrealismo de sus letras, entendí entonces que era momento de dejarla partir.


Alcanzado el mediodía decidí dormir la siesta en el Parque del Este, junto al Planetario. En un último ejercicio de imaginación, imaginé que Gaby imaginaba quién escribiría sobre ella. La imaginé también feliz, en aquel otro sitio que no era este, donde tal vez había cumplido el objetivo último de su literatura y de su ser, y estaba sentada acompañada de la verdad que antes corrió por el mundo, y la felicidad, que siempre tuvo con ella, porque había observado al cielo, a Dios señalando, diciendo “No mires”, y ella había volteado descaradamente. Quise creer que no manejaría más yendo a ningún lado. Que allá donde estaba, Gaby había terminado su larga búsqueda, y había encontrado lo que nunca se le había perdido, lo que siempre tuvo, la llave última al logos, a la verdad, y a la felicidad: Ella misma y su prosa. Ella.

Le sonreí, mientras se iba y se hacia lenguaje en los correos electrónicos, y en aquel texto aniversario que me había tocado escribir, que terminaba con sus trazos delineados, con la última pincelada en sus ojos verdes…

7 comentarios:

Karim Taisham dijo...

La imaginé también feliz, en aquel otro sitio que no era este, donde tal vez había cumplido el objetivo último de su literatura y de su ser, y estaba sentada acompañada de la verdad que antes corrió por el mundo, y la felicidad, que siempre tuvo con ella, porque "había observado al cielo, a Dios señalando, diciendo “No mires”, y ella había volteado descaradamente. Quise creer que no manejaría más hiendo a ningún lado. Que allá donde estaba, Gaby había terminado su larga búsqueda, y había encontrado lo que nunca se le había perdido, lo que siempre tuvo, la llave última al logos, a la verdad, y a la felicidad: Ella misma y su prosa. Ella."

MAGISTRAL!

José Leonardo Riera Bravo dijo...

Hermoso!! Me conmovió demasiado!! =S

Si tuviera lágrimas hubiese llorado! Me fascinó la parte de "claro chama" "¡Sí, chama!"

Y por supuesto:

¡Vamos, muchachos! ¡A escribir!

De verdad qué fino!!

Una grande escribiendo de una grande, de una forma grandiosa!

Felicitaciones a ambas vale! Sigan así, mis queridas comandantes en jefe! jejeje

Jessisrules dijo...

Gracias Noe (me dejaste sin palabras). Gracias Leo!, yo también te quiero!, y me alegra mucho que te gustara

G. dijo...

Está hermoso, jessss!!!! seguro que Gaby lo va a amar tanto como tú amaste escribirlo. Qué bonito >w<

Gabriela Valdivieso dijo...

Wow, Jessi, jamás pensé que podían dedicarme una cosa tan espectacular. Lloré, obviamente lloré. Esa intro, chama, no tengo palabras para agradecerte. Me llenó de cosmos, de vida, saber que no estaba tan sola. Has pintado tan bien ese momento..

Has escrito las cosas más hermosas. Rescato y atesoro (usando tuuuu palabra) demasiadas frases integras, increíbles.

La piel, mis contrastes, la mayonesa. Puff, el voltearse, obsesión. No, y lo que cita Noe... Has encendido mi espíritu. Has construido las mejores letras que pudiera imaginar. Te lo agradezco profunda e infinitamente.

Jessisrules dijo...

Gaby (voz quebrada, sin palabras, un nudo en la garganta) que bueno que te gustara. Lo escribí de todo corazón, feliz feliz de que te gustara. Es la verdad Gaby, esa eres tu, y te quiero amiga.
Sigue escribiendo que aquí te necesitamos, y tienes que saber que ni estuviste sola ni lo estás ahora.
A por Chile, la gran aventura.
Gracias por todo lo que le has dado a Letras, mil gracias!

Anónimo dijo...

Si me permites puntualizar algo... el texto presenta unos errores:

"envuelta en su impermeable negro, lentes negros y caso* también negro"

"Otras se acomodaba el rubio cabello y sonría*"

"dormir,* y que entregaba al mundo nuevos mundos, nuevas realidades." (cuando está la "y" no va coma "," antes de ella, en tal caso, se coloca despues de ésta// éste error se encuentra repetido en el texto)

En líneas generales, el texto me pareció excelente, sobretodo por la intencion que tuviste de dedicarselo a una amiga.

Solo tiene un par de errores, pero nada que no se pueda corregir. Felicitaciones.