martes, 15 de septiembre de 2009

Hombre Muerto Caminando: Doppelgänger


(para la historia original de Matthew Stark en Nueva Noir, haz clic acá.)

El sonido de explosión, cuando halas el gatillo de un arma, no se produce por ese fogonazo que ves en el cañón. Disparas, la aguja percutora pega en el corazón de la bala, el casquillo se eyecta por un lateral y el proyectil viaja, verdugo invisible, a velocidades que quebrantan la barrera del sonido. De ahí, el trueno mortal.

Mientras Krashnamir Karamazov corría por las azoteas de Nueva Noir, me pregunté: “¿Podré saber que dispara si los gritos de la lluvia esconden los campanazos de su arma?”

Corría como si fuese la temporada de cacería de pistoleros rusos. Entre las ruinas de castillos modernos que eran estas azoteas, llevaba los ojos bien abiertos para no tropezar y caer bajo la garganta de la muerte. Cada tantos segundos, daba media vuelta y abría fuego hacia mí, a lo ciego. Llevaba un revólver calibre treinta y ocho con balas punta hueca. En cristiano, en el momento que uno de esos proyectiles impactara contra mí, el calor interno las expandiría, resultando en una explosión de carne, sangre y sueños de venganza rotos dentro de mí. Yo, unos treinta pasos más atrás, no necesitaba de balas que escupieran pirañas asesinas. Mi beretta esperaba, paciente, el segundo de la venerada retribución. La diosa Némesis no renegaría de nosotros ahora.

Tomé cubierta tras una torre de agua y me separé de los bordes. Predecible, Krashnamir disparó tres veces hacia mí, dejando sendos huecos en la torre, haciéndola sangrar transparente. Me agaché y vi sus piernas, dando media vuelta y corriendo a su destino.

Él, junto a sus dos hermanos, la mafia rusa de Nueva Noir y todas las hordas del infierno estaban decididas a destruirme, al fiscal insigne caído en desgracia. Tras un poderoso atentado y siete balas arropadas con mis entrañas, casi lo logran. Pero “un poquito muerto” y “muy muerto” no tienen diferencias. Sobreviví cuando no debí y la única forma de emerger de este pozo de mierda y sangre, es a través del humo de la pólvora. Supongo que podrías decir que hierba mala nunca muere.

—¡Mis hermanos van detrás de ti, Stark! —gritó, disparando a ciegas hacia atrás— ¡Piensa en lo que te harán si me pasa algo!

Lo había pensado, claro que sí.

Los Hermanos Karamazov, los mejores asesinos de Gulachnoff, líder de la mafia y artífice de mi atentado. Ilich, el pistolero, Kholia, el luchador y Krashnamir, el replicante; siempre que eran mencionados en mis años de fiscal bueno y justo eran descartados como un cuento de hadas, lo que dices para explicar un caso que no tiene evidencias, un rumor en el bajo mundo al que la policía temía y los malvivientes aspiraban ser.

Dando persecución al asesino, parecemos los arquetípicos gemelos destinados a destruirse. Si tomé esta noche como la elegida para mi venganza, no fue por azar; Krashnamir Karamazov iba a dispararle con una de sus balas rojas a Vernie Vega, el Alcalde de Nueva Noir, en una aparición pública de beneficencia, paralizada por la lluvia. Aunque Vernie es buen amigo mío, mis motivos para intervenir no son del todo filantrópicos; Krashnamir iba disfrazado de mí, desde el abrigo y la camisa blanca, al corte de cabello y la pérdida de peso que sufrí recuperándome.

Una vez le disparara a Vega, en la distancia ¿quién podría decir que el asesino no era yo?

Tenía que terminar con esto. Y para terminar con esto, tenía que terminar con él. Sus hermanos vendrían luego por mí. El dragón se muerde la cola, el ciclo condenado a repetirse. Cien balas y demasiados bastardos. Este era un juego que yo no podía ganar, pero era demasiado orgulloso como para claudicar.

Un segundo de inflexión para terminarlo todo: él se detiene junto a la gran calefacción del edificio a nuestros pies y da media vuelta. Juego mi mano; de medio lado, disparo, mi beretta da un grito mudo bajo la lluvia. La bala pega en la calefacción junto a él, rebotando, dando un chispazo que le perturba y le hace disparar al suelo. Es entonces, en ese momento de su distracción, que me tomo mi tiempo. Apunto a la expresión de lenta resignación de mi gemelo malvado. Un clic más de mi pistola y todo ha acabado.

Poniéndole la soga al cuello a él, me la he puesto a mí.

Como la ira de los demonios, un vendaval arreció y me forzó a sujetarme las solapas del abrigo en un puño. La advertencia simbólica estaba clara. Vendrían por mí y no habría clemencia.

Me asomé por la cornisa. Metros debajo, Vernie Vega esperaba para dar su discurso sobre esperanza y la posibilidad de superar las adversidades. Ese discurso me haría bien ahora. Lástima que no tengo tiempo para oírlo.


4 comentarios:

José Leonardo Riera Bravo dijo...

Jejeje me fascinó!! Wao!! me quito el sombrero!! está genial!! me refiero a la forma en que narras, verciale! Tú vas a ser grande!! De pana! Ya te imagino!! xD Está espectacular!! Ojalá yo tuviera la mitad de eso! Wuao! de pana que me encantó!! Sigue así!! :D Felicitaciones!!

Jordy Enrique Moncada dijo...

Increible

Karim Taisham dijo...

muy bueno Vic. ahora no leere a los Karamazov de la misma manera!! gracias!!!!

Victor C. Drax dijo...

Gracias, Leo; tú eres bastante bueno de por sí y tu narrativa también lo es. Me complace mucho que te haya gustado, porque sé que viene de alguien que sabe cómo fabricar textos de calidad. Muchas gracias a ti.

Gracias, Jordy. Casi no te vemos por acá, ojalá y visitaras este blog más seguido.

Noe: Tenía como cuatro meses con esos personajes rondándome la cabeza y no sabía cómo integrarlos a la historia. Y aproveché y metí una referencia obligada a lo mejor de Dostoievsky.